El impacto sobre el empleo se ha amortiguado en gran medida gracias a los mecanismos parciales de actividad. La reducción del número de puestos de trabajo durante el confinamiento de la primavera de 2020 fue mucho mayor que durante la Gran Recesión de 2008-2009. Pero en el contexto de la caída de la actividad, el ajuste parece casi moderado. Los mecanismos parciales de actividad adoptados en todos los países sirvieron de amortiguador.

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Sin ellos, el impacto negativo directo sobre los ingresos y el impacto negativo indirecto sobre la confianza de los consumidores se habrían magnificado. La vuelta a un funcionamiento normal del mercado laboral es una perspectiva a largo plazo.

En primer lugar, los mecanismos de ayuda al empleo han suavizado los efectos del impacto, pero no son un sustituto de los ajustes permanentes. A medida que la crisis se acerca a su fin, es inevitable que aumenten los fracasos empresariales y, por extensión, la pérdida de puestos de trabajo.

En segundo lugar, la crisis ha modificado los hábitos de trabajo y la estructura de la demanda, en particular de los servicios de transporte y de consumo. Algunos de estos cambios son reversibles, otros no. Es demasiado pronto para predecir el efecto final sobre el volumen de empleo y la productividad de los trabajadores.

Las desigualdades sectoriales hacen improbable una normalización completa

A primera vista, la "cicatriz" en el empleo total parece que será menos profunda que tras la crisis financiera de 2008. Sin embargo, a nivel sectorial, el choque puede resultar más profundo o más duradero. Un ejemplo es el turismo, uno de los sectores más afectados por la pandemia y uno de los más intensivos en mano de obra. Para ODDO BHF, estas divergencias sectoriales pueden tener consecuencias en el ritmo de la recuperación de los países europeos según su grado de exposición al turismo.