La brecha entre los datos débiles y fuertes se ha mantenido, mientras la producción industrial y el gasto en consumo no han mejorado significativamente en las economías desarrolladas. Esto encaja con nuestras expectativas de un potencial al alza limitado para el crecimiento del PIB global a pesar de la ola de optimismo que hemos presenciado al comienzo del año. Mientras los riesgos a la baja posiblemente hayan disminuido, el crecimiento global parece seguir estancado en su rango de los últimos cinco años (3-3,5%).
El puzle de Estados Unidos con la gran brecha entre los datos débiles y fuertes todavía está ahí. Las encuestas de confianza y actividad siguen altas incluso aunque retrocedieron un poco, mientras la actual producción industrial, el gasto de los consumidores e incluso la creación de empleo pintan un panorama de crecimiento moderado. Mientras el primero sugiere un crecimiento anualizado del PIB del 3% en el primer trimestre, el último apunta a un crecimiento por debajo del 1%. En cualquier caso, este entorno y la falta de presión en los salarios y la inflación subyacente significan que la Fed puede mantener una postura cautelosa por el momento.
En Europa, todos los indicadores económicos siguen parpadeando en verde y reflejan la actual expansión, por encima del crecimiento potencial en muchos casos. Sin embargo, la inflación subyacente sigue siendo baja e incluso cayó a un mínimo de dos años en marzo, mientras la inflación principal está retrocediendo a la vez que se disipa el impacto del precio del petróleo. También aquí, el BCE no tiene prisa por ajustar su política monetaria.
Los bancos centrales de las economías desarrolladas no tienen prisa por retirar las políticas monetarias acomodaticias, incluso la tendencia sigue apuntando a una normalización gradual. En general, la previsión para la economía global parece fundamentalmente positiva pero no tanto como para que se produzca un endurecimiento rápido de la política monetaria.
La Fed y el BCE se enfrentan a la difícil tarea de retirar las políticas acomodaticias sin trastocar las actuales dinámicas de crecimiento. La falta de presión inflacionaria impone cautela, con las dinámicas de inflación retrocediendo a nivel global. El impacto de los efectos de base en los precios del petróleo y, para muchas economías emergentes, la debilidad de las divisas se está disipando después de haber sido el mayor motor de la aceleración en 2016.