Yo quiero plantearles que retrocedamos sobre nuestros pasos, porque si bien estas técnicas son enseñables y aprendibles, también es cierto que resulta tremendamente complicado monetizarlas con buenos retornos, por muy duchos que seamos en su ejecución. A mi juicio, en la pedagogía que se hace sobre el mercado financiero se prescinde injustificadamente de la sociología.
La sociología estudia los fenómenos colectivos que se deben a la actividad de los seres humanos. Y… ¿qué es el mercado financiero sino una actividad colectiva en la que los seres humanos interaccionamos?
No estoy seguro si es por desconocimiento o por lo abstracto del asunto, pero lo cierto es que algo que debiera ser natural, y que además se sustenta en ciencia, queda arrinconado e incluso apartado del todo en la pedagogía bursátil. En algunos casos se tratan cuestiones relativas a lo que se ha denominado “psicotrading”, pero a la sociología, que debiera ser lo principal, suele corresponderle un papel de secundario o de simple “extra”.
Existe una circunstancia muy negativa en la que incurrimos casi todos cuando nos acercamos al mundo de la bolsa, que también puede ocurrir en el ámbito personal de nuestras vidas: prestar más atención a lo que hacen los demás que a nosotros mismos.
Pero no me refiero en este caso a compararnos con el operador de bolsa de al lado, sino en centrar toda nuestra atención en lo que hace “el Mercado”. El Mercado son el resto de operadores excepto yo; o mejor dicho, sus decisiones. Por lo tanto, en el momento que me planteo tomar una posición estoy interaccionando con el resto de millones de operadores.
Los antiguos comerciantes miraban al rostro y al comportamiento gestual de las personas con las que negociaban para tratar de obtener información que les ayudase a interpretar si era factible lograr un mejor trato en la negociación. En la bolsa todos operamos desde casa, así que nuestro planteamiento se sustenta en observar los patrones que sigue el precio, y en tratar de detectar si los que quieren vender son más numerosos y ansiosos ese día que los que pretenden comprar, o viceversa. La interacción es fría en lo personal, puesto que no tienes a nadie en frente.
Lo que esto ha motivado es “personalizar” y dar vida a un ente al que llamamos “Mercado”, y al que erróneamente a veces, de forma consciente o inconsciente, atribuimos vida propia. Está claro que la manipulación que se hace del Mercado en ocasiones rompe stops que parecían imposibles, pero la fuerza propulsora, que es más fuerte que ningún fondo conocido, siempre lleva el agua del río a desembocar en el mar. Inexorablemente.
Esta es la interacción: Un ente, “el operador”, frente a otro ente, el Mercado, en el que se agolpan millones de operadores.
Y aquí es a donde quería llegar: si compitiésemos contra otro operador podríamos atribuirle vida propia, y de ese modo asumir que trataría de inducirnos al error, hacernos una regate, o burlarnos del algún modo para ganarnos. Pero el Mercado no es así. Son de tal calado las millones de decisiones que provocan el cruce del precio, que cualquier finta no se sostiene, y las aguas siempre llegan a su cauce.
Si asumimos este planteamiento, la percepción del mercado es noble y previsible. Desde luego que tiene sus vaivenes, y que su camino no es en línea recta, pero ¿lo es el camino de un río desde la cima hasta el mar?
La interacción como operadores deberíamos realizarla siempre con humildad, pero con un planteamiento en el que la evolución del precio es la natural, atendiendo a las tendencias de fondo, y no con la consideración de que el Mercado es un ente vil y con vida que pretende engañarnos.
Somos superiores intelectualmente al mercado. Nosotros proyectamos por donde puede discurrir, pero él no tiene ni idea de lo que vamos a hacer. El Mercado sólo puede prever lo que van a hacer la mayor parte de los operadores en masa, pero nunca lo que hará uno aislado. Vaivenes y zigzags aparte, el Mercado en su conjunto debería ser mucho más previsible que nosotros. Con este planteamiento, y como paso previo a cualquier interacción con el resto de operadores (el Mercado) deberíamos llevar a cabo un ejercicio de introspección. Deberíamos definir nuestros intereses, localizar nuestras debilidades y fortaleza como paso previo a interaccionar con el resto de operadores. Logrando ser previsibles como individuos y a sabiendas de que el comportamiento del mercado es previsible atendiendo a patrones, la incertidumbre se reduce a un nivel muy bajo.
De todos es sabido que los operadores fallamos mucho más por nuestros propios comportamientos, que se nos hacen imprevisibles en muchos casos, que por los errores a la hora de detectar tendencias o analizar gráficos.
Y esto tiene mucho que ver con la actual situación de la BOLSA ESPAÑOLA en estos momentos. Cualquiera que conozca un poco de análisis técnico es capaz de visualizar cuando una acción realizar máximos crecientes o mínimos crecientes, sin embargo, el vago o nulo ejercicio de introspección que hemos llevado a cabo alienta el deseo de que la bolsa termine por subir de una vez, y cada rebote no hace sino atrapar cada vez a más inversores.
Tras días de fuertes caídas vemos cada rebote como un rayo de luz al que agarrarnos. Sin embargo la fuerza de la tendencia termina por llevar más abajo el precio en la siguiente caída.
¿Podría alguien responder con sinceridad que entró en el valor x ó y porque pensó que la tendencia se había convertido en alcista? Pienso que a la vista de la mayoría de los gráficos nadie lo diría, y sin embargo entraron en el valor quedando atrapados. Desde aquí, y aunque no sea muy popular, una defensa al ejercicio de introspección-interacción para tener un camino propicio en el mundo bursátil. Y una defensa de la sociología, como principal fundamento de pedagogía al respecto.
JORGE LABARTA
Autor del libro: www.asimehicetrader.com