Borja Oyarzábal, CEO de Tresmares, asegura que la compañía “ayuda a las empresas a crecer”, y afirma que para el proyecto visualizó un cambio de paradigma: “Tradicionalmente, el mundo de la inversión estaba muy vinculado a la capacidad de levantamiento de fondos, con la capacidad de inversión en equipos… pero se hablaba muy poco de las ventajas competitivas que podía generar el mundo de la inversión”. De ese modo, llegó a la conclusión de que el mejor inversor sería el que tuviera la inteligencia de mercado de una fintech, el coste de capital de un banco y la naturaleza no regulada de un asset manager, “una intersección perfecta entre tres mundos diferentes”, concepto sobre el que basaron su proyecto. Prueba de esta revolución que intentan llevar a cabo en el mundo de la inversión es la cantidad de tecnólogos que ocupan la plantilla de Tresmares, ascendiendo a un tercio del total.

Uno de los grandes retos de un proyecto que no se antojaba nada fácil fue la consecución de datos que intentasen modelar el comportamiento de mercados no cotizados, poco transparentes y de acceso complejo, con el objetivo de conseguir la ruptura de la simetría de la información de dichos mercados de carácter privado, y que, según afirma Oyarzábal, nunca antes se había hecho, y cuya idea difundieron para conseguir captar al mejor talento. Por otro lado, la integración de profesionales de la tecnología, con ambiciones distintas a las de los inversores, llevó a escindir en dos a la empresa, para que trabajaran mano a mano.

A su vez, otra de las grandes aspiraciones de la compañía es la expansión internacional, habiendo llegado recientemente a Reino Unido, queriendo también asomarse en Alemania: “en empresas de alto crecimiento y como cultura empresarial es formidable”, algo que pone como ejemplo para nuestro país, el espejo donde mirarnos para conseguir avanzar. ¿El problema? “Tiene una cultura más vinculada a la tendencia familiar de las empresas a largo plazo, y menos a la inversión profesional”. Aún así, su idea es abrir una oficina en Munich en el segundo semestre del año que viene. Para 2026, el objetivo sería Francia.

Los modelos que usan se centran en la economía de alto crecimiento, con el fin de ser mucho más predictivos. Además, indica que se centran más en el “riesgo sistémico” de una empresa, más relevante cuando la empresa se asienta y gana tamaño. Es en estas empresas más grandes, entendiendo su comportamiento, se fijan en su actividad real, lo cual, asegura, supone un gran reto. De este modo, trabajan con empresas con Ebitdas de entre 2 y 10 millones de euros, y llegando a manejar en torno a 3.600 millones de euros en volúmenes de fondos.

También defiende una tecnología abierta, colaborar para que el ecosistema crezca. “Si somos capaces de hacer a España un país más transparente para la inversión, acudirán más fondos y vamos a crecer. Ese fin último tiene más sentido que un fin particular”. Pese a que España , asegura, debería doblegar esfuerzos ante el notable retraso experimentado con otras de las grandes potencias, sobre todo anglosajonas, ha experimentado un crecimiento “tremendo” en los mercados alternativos en los últimos años.

Uno de los temas candentes de los últimos meses: el crecimiento del mercado de deuda. ¿A qué se debe? Según Oyarzábal, la regulación bancaria ha contribuido a ello, al salirse los bancos de los préstamos a largo plazo, cubriendo ese vacío empresas de financiación privada. También lo atribuye a la “sofisticación” de las empresas y a la madurez de los gestores en España.