La rentabilidad de los bonos del tesoro americano es una de las opciones más atractivas de inversión para este otoño, tanto por su cupón como por la previsible e interesante revalorización en su precio.
El bono del Tesoro a 10 años ofrece más de 2 veces el nivel que teníamos a principios de año y más de 200 puntos básicos superior al rendimiento por dividendo del S&P500 (que es del 1,75%), siendo la mayor diferencia de los últimos 10 años.
La rentabilidad de los bonos seguirá subiendo al son de la inflación, aunque se espera una estabilización en las subidas de tipos en 2023 y proyecciones a la baja para el 2024. Sin embargo, no hay una correlación perfecta entre subidas de tasas y el rendimiento de los bonos. En años como 2005 y 2006 subieron las tasas mientras los bonos se quedaron en un rango lateral, mientras que en el periodo comprendido desde 2010 a 2014, cuando las tasas se quedaron estables, el rendimiento de los bonos bajó gradualmente del 4% al 2%.
Sin embargo, lo que sí merece la consideración de los inversores es que los bonos a largo plazo tienen una mayor relación con los datos de crecimiento y de inflación, mientras que los bonos a corto plazo se mueven al son de las decisiones de los bancos centrales. Y este es precisamente uno de los motivos de la inversión en la curva, de la que tanto estamos escuchando. Si las tasas de interés suben, los bonos a corto plazo ofrecen un mayor rendimiento, mientras que los mayores vencimientos suben cuando la expectativa de crecimiento y de inflación es alta y bajan cuando los datos son malos.
Dados los riesgos de desaceleración económica, de default de muchas compañías por la subida de los precios, la subida en sus intereses de deuda, un menor consumo en el mundo, la crisis en las cadenas de suministro, las tensiones geopolíticas, un desempleo al alza o la evolución y consecuencias del cambio climático, el momento actual nos ofrece una gran probabilidad de recesión, lo que creemos que todavía no está incluido en los diferenciales de crédito corporativo y consideramos que es más atractiva la deuda de gobierno que de una compañía, independientemente de su grado de calificación.
Existe una correlación existente entre los datos de ISM y la rentabilidad del bono, donde podemos ver que los datos macroeconómicos sirven de indicador adelantado del bono. Mientras que en 2021 el ISM mostraba un nivel de 65, en línea con rendimientos del 4% en el bono, lo que vemos ahora nos estaría indicando que el bono tendría que ir hacia el nivel del 2%.
Otro de los motivos es la calificación del activo como valor refugio, ya que se estima que cuando la situación económica empeora, el inversor busca aquellos instrumentos que puedan protegerse ante la inestabilidad y la volatilidad; y desde luego que el gobierno de EE.UU. nos ofrece las mayores garantías del mundo.
A nivel histórico, si bien los rendimientos de los bonos a 10 años de EE. UU. han subido alrededor de 235 puntos básicos en 2022 y superan cualquier aumento anual desde hace más de 60 años que se registran estos datos, podríamos pensar que se encuentran en un momento demasiado alto. Y tras haber hecho un movimiento demasiado rápido en su cotización, podrían encontrar niveles de resistencia y de rebotes bruscos a la baja.