Esta ambición no es posible sin la involucración del sector empresarial, quien se propone como el gran catalizador del cambio hacia sistemas más justos y con capacidad de resiliencia. Las compañías deben tener propósito, no limitarse a la búsqueda de la maximización del rendimiento económico y contribuir a crear un futuro más sostenible y equitativo.

Todo ello se ha traducido en un marco regulatorio, con el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la UE (2018) como palanca y el Pacto Verde Europeo (2019) como eje vertebrador. Este plan nace con el objetivo de reorientar los flujos de capital hacia inversiones sostenibles, integrando criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG) en las decisiones de inversión y buscando aflorar cómo los riesgos de sostenibilidad representan riesgos financieros para las compañías y propiciando el papel activo que el sector financiero debe asumir en la mitigación de estos riesgos.

Pero, ¿cómo valorar si una compañía es más o menos sostenible? ¿Qué tipo de información es más relevante? ¿Cómo asegurar que los compromisos sostenibles de las compañías transcienden el papel y se incorporan a las estrategias?

Conscientes de la necesidad del mercado de disponer de información homogénea, rigurosa y comparable, se han desarrollado una serie de normativas para articular la transformación sostenible.

Un ejemplo es el Reglamento de Taxonomía Verde Europea, que nació con el objetivo de proporcionar un marco para facilitar las inversiones sostenibles. La misma establece que las empresas deben aportar información sobre qué porcentaje de su cifra de negocio, gastos de capital y gastos operativos encajan en alguna de las actividades económicas definidas por la UE como elegibles por su contribución a alguno de los objetivos ambientales, como la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero o la promoción de la economía circular. Además, establece una serie de criterios técnicos que deben cumplir las actividades para poder ser consideradas sostenibles, información que debería permitir al usuario de la información entender qué parte del negocio de la empresa analizada es “verde”.

Más reciente es la nueva Directiva sobre información de sostenibilidad aprobada en 2022 sobre la divulgación de información de sostenibilidad, que exige compañías que informen sobre cómo sus actividades impactan en el medio ambiente y en la sociedad. En su lucha contra el greenwashing, la UE ha definido un marco claro de información a reportar a través del desarrollo de una serie de estándares para cada una de las temáticas relevantes en la materia. Este ejercicio de transparencia y el fomento de la comparabilidad de la información entre compañías, debería permitir a los inversores tomar decisiones informadas y responsables.

Esta nueva normativa se aplicará de forma paulatina y supone un cambio de paradigma para las compañías como Sacyr, que pertenecen a la primera horquilla de empresas a las que aplica. Por ello, la compañía ha trabajado intensamente en la adaptación a los nuevos requerimientos, con la involucración de las diversas áreas relevantes de la compañía y la firme creencia de que la trasparencia nos acerca a nuestros grupos de interés y nos concede una ventaja competitiva en el mercado.

También existen numerosas iniciativas privadas, con diferentes niveles de reconocimiento por el mercado, que acompañan a estas normativas, como los cada vez más numerosos índices, ratings, certificaciones y reconocimientos de sostenibilidad. Con enfoques generales o específicos por temáticas, estas iniciativas vienen a aportar información adicional a los inversores y usuarios generales de la información, sobre el nivel de madurez y compromiso de las entidades que analizan.

Que la oferta de información medioambiental, social y de gobernanza por parte de las compañías va aumentando año tras año, es un hecho. Si está información es verdaderamente completa, permitiendo favorecer las inversiones sostenibles frente a otras, es algo sobre lo que, pasado el periodo de adaptación en el que nos encontramos, valdrá la pena sentarse a reflexionar.