En aquel momento, el BCE subió los tipos de interés varias veces ante el aumento temporal de los precios del petróleo, y la pérdida de impulso de la recuperación posterior a la crisis financiera. El mensaje transmitido por las personas más influyentes del Consejo (Christine Lagarde, Isabel Schnabel y Philip Lane) es que el banco central no debe reaccionar, y desde luego no exagerar, ante los choques específicas de los precios cuando no están teniendo efectos colaterales, como es el caso de la eurozona.
Existe un debate abierto, que se resolverá en diciembre, en torno a las medidas que se tomarán cuando el PEPP finalice en marzo de 2022. La posición que puede aunar un amplio consenso, si no unanimidad, es ampliar el programa APP y adjuntarle en algunas circunstancias (por definir) ciertos atributos del PEPP, especialmente en su flexibilidad.
En resumen, el BCE parece dispuesto a mantener una presencia activa y más prolongada en los mercados de crédito que otros bancos centrales en un intento de mantener una fuerte contracción de los diferenciales. El objetivo implícito pero predominante es la estabilidad financiera, condición previa para tener alguna esperanza de convergencia duradera con el objetivo de inflación del 2%.
Actualmente, la previsión central del BCE está por debajo de este objetivo para 2022 y 2023. En consecuencia, no parece inminente un debate sobre la subida de tipos (salida de los tipos negativos).