En las primeras etapas estos avances han proporcionado comodidad a los usuarios, evitando tener que emplear dispositivos de hardware, tipo teclados o mandos a distancia, para solicitar información, permitiéndonos una comunicación verbal bastante natural en nuestro propio idioma. Pero lo que ha sucedido en los últimos meses ha sido una auténtica revolución tecnológica que va a redefinir nuestro mundo tal y como lo conocemos. Su impacto en el mercado laboral va a ser tan brutal como lo fue en su momento la revolución industrial. A diferencia de aquella primera revolución, que afectó principalmente al “trabajador de cuello azul”, es decir, a los trabajadores que realizaban labores manuales o físicas, esta revolución tecnológica va a impactar principalmente en los “trabajadores de cuello blanco”, aquellos que realizan trabajos de oficina, desde administrativos, gerentes, contables, economistas, abogados, ingenieros… a aquellos con trabajos más creativos, como publicistas, redactores, periodistas, pintores, escritores, diseñadores, etc.
Estamos a las puertas de un cambio de modelo económico tan grande como lo que representó la llegada de internet a finales de los años noventa. Cualquiera que viviese cómo era el mundo hace treinta años es plenamente consciente de cómo ha cambiado nuestra vida en el lapso de tres décadas. Hemos aceptado una nueva realidad que ha redefinido cómo nos comunicamos y cómo interconectamos ahora a raíz de la proliferación de las redes sociales, cómo consumimos con la llegada del comercio electrónico, cómo deslocalizamos nuestra actividad laboral gracias a la posibilidad del teletrabajo, cómo está cambiando el mundo físico en favor del mundo digital. Pero lo que llega ahora puede ser aún más disruptivo si cabe, porque su avance promete ser exponencial gracias a que la IA tiene la capacidad de autoaprendizaje y no descansa, puede estar progresando veinticuatro horas al día y, aunque en un principio se retroalimenta de nuestras preguntas y respuestas, de nuestras bases de datos, de nuestros hábitos y costumbres, pronto comenzará a retroalimentarse a sí misma, algo que probablemente ya está ocurriendo.
Intentar discernir qué va a pasar dentro de treinta años, tal y como ocurrió con la llegada de internet, es totalmente imposible, al menos para mí. Pero si tuviese que apostar por algo, lo primero que diría es que no vamos a necesitar treinta años para que nuestro mundo cambie de arriba abajo, sino muchísimo menos tiempo. Cuando uno mira la evolución del ser humano a lo largo de su existencia, lo primero que aprecia es que la consecución de nuevos hitos se produce cada vez en un periodo de tiempo más corto, de modo que esta nueva revolución tecnológica apunta a que se va a expandir a una velocidad de vértigo y generará grandes perdedores y ganadores. El mercado laboral de aquí en unos años no se va a parecer en nada al que tenemos hoy. Muchos puestos de trabajo no tendrán sentido, mientras que otros que no existían brotarán de la nada. Podemos especular sobre si el impacto neto será positivo o negativo, pero lo cierto es que no lo sabremos hasta que haya ocurrido. Sin embargo, creo que lo que sí se puede aseverar es que este cambio traerá consigo un aumento de la productividad de la mayoría de las empresas, al menos de aquellas que sepan adaptarse al uso de las nuevas tecnologías de inteligencia artificial, porque las otras tenderán a desaparecer.
Desde hace unos meses me he sentido más y más fascinado por esta nueva revolución tecnológica, e intento dedicar varias horas a la semana a probar y analizar distintas aplicaciones de IA que te permiten, de una manera casi mágica, crear contenidos gráficos escribiendo en una frase lo que quieres que se dibuje, resumir textos largos en cuestión de segundos, rescribir un documento en distintos estilos, trasladar texto a audio y viceversa, crear presentaciones con tan solo un guion escrito, que por supuesto, puedes haber pedido que te resuma previamente otro programa de IA, y la lista sigue y sigue, porque tan solo he asomado la cabeza a este fascinante mundo que está ahora eclosionando.
Hay muchas cosas que me quitan el sueño en lo relativo a la inteligencia artificial y cómo va a redefinirnos como seres humanos, pero lo que me tiene cautivado es que una tecnología tan disruptiva, y que requiere tanto trabajo de investigación y desarrollo previo, de repente, en cuestión de unos pocos meses, haya explotado de la forma que lo ha hecho. La mayoría de la gente habla de Chat GPT o de DALL-E, pero hay miles de aplicaciones que han surgido de la nada, muchas de ellas gratuitas, y desarrolladas por cientos de compañías distintas en el mundo. ¿Cómo puede ser que hayan aparecido aplicaciones en todos los campos imaginables de golpe, sin previo aviso, y que todo ello haya ocurrido en cuestión de unos pocos meses?
Pablo Gil es estratega jefe de XTB.