El principal desafío del sector bancario europeo es la rentabilidad, no la calidad de sus bonos. En otras palabras, la cuestión es un problema para los accionistas y no para los tenedores de su deuda. Muchas ratios que miden la salud del crédito indican que el sector bancario europeo (y mundial) en su conjunto nunca ha sido tan fuerte como lo es hoy en día.
Los coeficientes de capital más que duplican el nivel de hace una década, y los bancos tienen un acceso prácticamente ilimitado a la liquidez proporcionada nada menos que por el Banco Central Europeo (BCE). En el lado del activo del balance, las líneas de negocio con más riesgo se han reducido o cerrado por completo y los modelos de negocio se han simplificado. Como resultado, la volatilidad de las ganancias subyacentes es menor que antes. Para los bancos, un mayor capital y unos activos más seguros significan un mejor perfil crediticio.
La rentabilidad, sin embargo, es una cuestión diferente, y aquí el sector ha sufrido principalmente debido a la contracción de los márgenes. El BCE ha llevado los tipos de interés a niveles negativos y los ha mantenido durante varios años. Como los bancos no pueden (o no quieren) pasar los tipos negativos a sus clientes a través de los depósitos, y al mismo tiempo la competencia empuja las hipotecas y otros tipos a la baja, esto ha dado lugar a una compresión del margen de interés neto. El rendimiento de los activos y de los fondos propios sufren como consecuencia, al igual que los múltiplos de valor precio/valor contable.
En este contexto, las fusiones y adquisiciones son una buena forma de impulsar las economías de escala; pueden mejorar los beneficios y la rentabilidad de los recursos propios. Hay varios países en Europa donde el sector bancario sigue estando muy fragmentado, y aunque en España se ha trabajado mucho con las fusiones de múltiples 'cajas' en los últimos años, todavía hay margen para una mayor consolidación. Países como Alemania o Italia son también los principales candidatos para que este tipo de transacciones se produzcan en el futuro. Una mayor escala facilita a los bancos la tarea de impulsar la eficiencia de los costes y mejorar sus resultados, lo cual es, por supuesto, una tarea difícil de lograr de forma orgánica cuando el crecimiento ha sido lento, como ha sido el caso en Europa después de la crisis financiera.
Es probable que en el futuro esas transacciones se realicen con mayor frecuencia en Europa. Lo que ha sido débil es el relato para los accionistas de la banca europea, no el relato crediticio, pero para los tenedores de bonos suele ser bueno que aumente el valor de mercado de las acciones de un emisor. Este tipo de noticias es constructivo para el sector en general.