A pesar de las múltiples protestas que ha tenido que gestionar la presidenta del Partido de los Trabajadores, lo cierto es que por el momento parece que está mejor situada en las encuestas para ganar unas elecciones que celebrarán la primera vuelta el próximo día 5 de octubre.
Su principal oponente es otra mujer, la ambientalista Marina Silva, de 56 años
y con una dilatada experiencia política. Llegó a ser ministra de medioambiente con Lula, luego pasó al partido de los verdes y, finalmente, se integró en las filas del Partido socialista. Aunque en un principio no iba a ser candidata, la muerte de Eduardo Campos la situó en esta posición y ahora mismo hay opciones de que pase a ser la nueva presidente del país.
Sin embargo a los mercados no les gusta Dilma Rousseff. Tampoco les gustaba su antecesor, Luiz Inácio da Silva, aunque finalmente “Lula” los encandiló a todos, con su forma de hacer una política que amalgamaba el crecimiento económico con la lucha contra la pobreza. En los últimos años el país ha logrado reducir en 30 millones el número de pobres.
La que finalmente tome las riendas del país se encontrarán con una economía que seguirá débil, básicamente por la caída del crecimiento de China, uno de sus principales clientes, sobre todo de materias primas.
Hace sólo unas semanas, la agencia Moody’s empeoró a negativa la perspectiva de la deuda del país debido a “los mayores riesgos relacionados con el bajo crecimiento y el empeoramiento de los indicadores de deuda que apuntan a una reducción en la calidad crediticia de Brasil”.
Los expertos de BBVA afirmaban en un reciente informe que “la economía brasileña se encuentra en una situación de estanflación, debido al crecimiento significativamente por debajo del potencial y a la inflación al alza y por encima del objetivo. “ El potencial de este país es de un 2,8% anual, según el consenso.
Ellos creen que la economía del país se expandirá este año tan sólo un 1,3% y algo más, un 1,6% en 2015.
Una situación de la que parece difícil salir, a tenor de que las altas tasas de inflación han llevado a su banco central a subir los tipos de interés que en estos momentos están en el 11%. Si a esto se le añade un tipo de cambio apreciado, en opinión de algunos analistas lo que le espera a la economía es un “dificultoso ajuste hacia un modelo de crecimiento más apoyado en las exportaciones y en la inversión y menos en el consumo”, explican en BBVA.
En estos momentos la política fiscal del país se basa en el impulso de la demanda interna. En opinión de los expertos “el bajo crecimiento justificaría este tono más expansivo. Sin embargo, un tono más neutral ayudaría a aumentar la credibilidad de las políticas públicas y a reducir el pesimismo respecto al país. Además, ayudaría en el combate a la inflación, quitando presión a los tipos de interés y dando más margen para que el real se deprecie y apoye a las exportaciones”, apuntan en el BBVA.
Por eso los analistas vigilan con tanta atención las intenciones económicas de las dos candidatas. Y lo que parece es que los mercados no aprueban la gestión de Dilma en materia económica.
En su campaña electoral Dilma Rousseff ha apostado por elevar las políticas sociales del país para seguir eliminando tasas de pobreza. También ha dicho que quiere potenciar el crecimiento, aunque su rival ha sido mucho más clara.
Marina Silva ha presentado un programa económico en el que opta por la apertura comercial. Apuesta por la flexibilización de las reglas del Mercosur. También quiere impulsar un tratado de libre comercio con la unión europea y un acercamiento a la Alianza del Pacífico, en la que se encuentran Chile, Colombia, Perú y Mexico.
Potencial de crecimiento de Brasil
La candidata socialista propugna maximizar la independencia del Banco Central de Brasil e hizo un guiño a los mercados. Prometió menor intervención en el mercado de divisas, transparencia en las cuentas públicas y un compromiso para mantener la inflación entre el 4 y el 5%.