En las películas, cuando el protagonista tiene un problema, por lo general de índole sentimental, suele ir a la cocina, abre el congelador, donde siempre hay un gran tarro de helado, y se dispone a consumirlo a cucharadas, como si no existiera el día de mañana, para consolar sus penas. En la vida real, también se suelen pagar los problemas emocionales con la comida, aunque no siempre con helados. La ansiedad, los problemas personales, laborales, económicos,  el ritmo de vida acelerado, en pocas palabras, el estrés, hace que nos volquemos en la comida para afrontar las emociones negativas.

El estrés se define como un sentimiento de tensión física y emocional, que puede estar ocasionado por una situación o un sentimiento que provoca en el individuo frustración, furia o nerviosismo. Es la manera que tiene el cuerpo de reaccionar ante un desafío o una demanda.  

Las personas estresadas suelen tener problemas de sueño, insomnio, pérdida de memoria, de toma de decisiones o de motivación. Ana Fraile, nutricionista de Quirónprevención explica que “el sistema inmune también se ve afectado con el estrés, lo que expone al organismo a numerosas infecciones. Además, se ha demostrado que las vacunas son menos efectivas en personas sometidas a estrés, también se ha observado que puede aumentar la presión sanguínea, la frecuencia cardiaca, y provocar alteraciones metabólicas causando aumento en los niveles de colesterol, triglicéridos y glucosa en sangre. Así como un aumento de peso”.

El aumento de peso se debe a que, en muchas ocasiones, la reacción que se tiene ante una situación estresante es comer, y no precisamente comida saludable, sobre todo alimentos con alto contenido en azúcar o hidratos de carbono que aportan al cerebro una sensación de bienestar. Esta sensación está producida porque la percepción de dulce en la lengua, hace que el cerebro produzca dopamina, un neurotransmisor que estimula las neuronas responsables del placer. De esta manera, se siente una mejora en el estado de ánimo, pero una mejora temporal. La especialista en nutrición de Quirónprevención, aconseja, para las personas que sufren algún tipo de estrés, seguir una dieta equilibrada, rica en frutas y verduras, cereales, legumbres, frutos secos, carne y pescado. 
 

También hay que evitar los alimentos ultra procesados, las bebidas excitantes como el café, el cacao, los refrescos de cola, moderar lo máximo posible el consumo de alcohol y tabaco. Intentar disminuir el consumo de sal, los embutidos, los platos precocinados y tomar más pescado azul, aguacate, remolacha, que además tiene propiedades antiinflamatorias, y aceite de oliva, que son alimentos ricos en grasas saludables tipo omega 3. Estos alimentos está demostrado que tienen un efecto positivo en muchas alteraciones nerviosas. 

Hay muchos alimentos que tienen efectos positivos en nuestro estado de ánimo, por ejemplo, las espinacas  o las legumbres. Entre estas últimas, los garbanzos tienen un efecto beneficioso en el organismo ya que contienen sales de litio que frenan la irritabilidad y son antidepresivos. Es conveniente tomar legumbres, al menos, dos veces por semana. El ajo y las almendras que son ricas en vitaminas del grupo B y en ácido fólico, también equilibran el sistema nervioso y ayudan a reducir el estrés. Algunas especias como la cúrcuma o la pimienta, las frutas ricas en vitamina D y fibra ayudan a reducir los efectos negativos que produce el estrés. “Numerosos estudios han demostrado que el estreñimiento tiene un efecto directo sobre nuestro estado de ánimo. Las personas con estreñimiento tienen peor humor por lo tanto, el consumo de fibra, mejora el humor. Además, el efecto antioxidante de estos alimentos previene los procesos inflamatorios y fortalece el sistema inmune lo que se traduce en un mejor bienestar”, añade Ana Fraile.

Sin embargo, muchas personas con problemas emocionales no pueden controlar el impulso de abrir la nevera y comer desesperadamente. Cuando perdemos el control de nuestras emociones y dejamos que la comida sea la forma de afrontar los problemas. Ponemos toda nuestra concentración en controlar el consumo de comida, con dietas, pero no solucionamos la raíz del problema, que son las razones emocionales por las que utilizamos la comida como escape de esa situación o situaciones que nos alteran emocionalmente.

Para evitar que las emociones dominen las ganas de comer, es importante comer despacio, masticar la comida lentamente, de esta manera se consigue sensación de saciedad y se come menos cantidad. Si una persona se encuentra en un estado de ansiedad a la hora de comer, es conveniente que intente relajarse haciendo respiraciones profundas “estas inspiraciones ayudan a conocer las sensaciones del cuerpo y así identificar cuando la ansiedad domina” añade la especialista. También es importante estar activo, especialmente cuando el cuerpo pide comer continuamente.