Entre tanto, los inversores están extremando su cautela bajo las expectativas de que la FED vaya o no a lanzar otro plan de estímulo, y todo esto debido fundamentalmente a la preocupación que suscita la debilidad del crecimiento económico y, por ende, del mercado laboral.
Si nos remitimos a la historia, en su día George Bush Sr. Culpó de su derrota en las elecciones de 1992 al entonces presidente de la FED Alan
Greespan. Le acusó de no haber hecho lo suficiente para reactivar la economía, que siguió así en un letargo que, a su juicio, influyó en el voto de los estadounidenses, que dieron la victoria a Bill Clinton. 20 años después, los republicanos suspiran que Bernanke (sucesor de Greespan en la FED), se quede quieto como su antecesor y no envíe nuevos estímulos antes de los comicios del 6 de noviembre. Le piden que no se entrometa porque eso podría favorecer a Obama.
No obstante, sobre la mesa (y para enfado de los republicanos) está la posibilidad de que Bernake active una tercera ronda de impresión de dólares o estímulos cuantitativos (QE3). La FED no descarta esta opción ante la atonía que sigue mostrando la economía norteamericana. Acumula dos trimestres sin crecer por encima del 2%, aunque sobre todo preocupa la debilidad del mercado laboral. La carrera política puede mediatizar la decisión de la FED. Ante sí, Bernake tiene un dilema. Debe dilucidar si la debilidad económica es tan grave que la adopción de estímulos tiene que ser inmediata, independiente del calendario electoral, o sí, por el contrario, las medidas adicionales pueden esperar a que pasen los comicios.
Hace unas semanas, en Jackson Hole, Bernanke dijo que la mejoría del mercado laboral estaba siendo “dolorosamente lenta”. Los datos explican esa impotencia, puesto que la tasa de paro se encuentra en el 8,1%, por encima de su media histórica de los últimos 50 años, situada en el 6,1%. Así Bernake en Jackson Hole reiteró que “no hay que descartar el uso de medidas no tradicionales” y que por tanto, “proveeré de los estímulos que sean necesarios para promover una recuperación económica más fuerte”.
Entre noviembre de 2008 y Marzo de 2010 inyectó 1,725 billones de dólares con la compra de deuda hipotecaria y pública. Posteriormente, entre noviembre de 2010 y junio 2011 imprimió 600.000 millones de dólares con la adquisición de deuda pública.
Varios miembros de la Fed indicaron que los estímulos adicionales podrían impulsar una mejoría más rápida de las condiciones en el mercado laboral en un contexto sin presiones inflacionistas.
La mayoría de los miembros juzgaron que las medidas monetarias expansivas estarían garantizadas a corto plazo salvo que la información que se reciba refleje un sustancial y sostenible fortalecimiento de la recuperación económica.
Los mercados financieros estarán expectantes ante lo que finalmente resuelva la FED. Primero, porque la última intervención de Bernake y la publicación de las actas de la reunión de agosto han sido interpretadas como una antesala del QE3, por lo que se han hecho ilusiones de que llegará en septiembre, y segundo, porque los anteriores estímulos cuantitativos han aportado combustible para impulsar, principalmente los activos con riesgo, como la bolsa y las materias primas. Durante el QE1 la bolsa americana y el oro se anotaron subidas superiores al 35%. Los avances volvieron a ser de dos dígitos durante el QE2.
Mi opinión personal es que, pese a que la economía agradecería este QE3, la situación no es tan acuciante y las presiones políticas en contra van a condicionar una decisión en este sentido ante unas elecciones a la vuelta de la esquina.