Los bancos disponen para financiarse de recursos propios y deuda (sin contar con los depósitos de los clientes). Desde el otoño del año pasado los títulos de deuda bancaria, ya sean senior, subordinados, cédulas o titulizaciones, empezaron a cotizar a precios extremadamente bajos o, es decir, a tipos de interés muy altos. Esta situación de estrés reflejaba un agudo problema de liquidez que, a su vez, estuvo a punto de convertirse en un problema de solvencia. Las acciones de los bancos se desplomaron, descontando emisiones masivas en un futuro próximo.
En este entorno, entra en escena el BCE con subastas a 3 años ofreciendo liquidez ilimitada a los bancos, siempre que dispongan de activos elegibles para depositar como garantía. Por tanto, se reduce enormemente la necesidad de acudir a los mercados de capitales para financiarse y así evitar pagar tipos de intereses prohibitivos. Incluso disponen ahora de un colchón para recomprar sus propios títulos de deuda consiguiendo así realizar jugosos beneficios extraordinarios, ya que el precio de recompra es sensiblemente inferior al valor nominal. De hecho, en España, varias instituciones ya han aprovechado estas circunstancias para efectuar este tipo de operaciones como, por ejemplo, BBVA, Banco Santander, BFA-Bankia e Ibercaja.
Esta fuerte reducción de los costes de financiación, la mayor partida de gasto de los bancos, influirá, sin duda, de manera muy positiva en su rentabilidad sin olvidar el efecto multiplicador derivado del alto nivel de apalancamiento de los balances bancarios.
A pesar de que ya se han visto las primeras señales, posiblemente veamos el efecto látigo de la liquidez materializarse en los próximos días. Si los griegos no lo impiden, claro…