El caso del Banco Pastor es un caso especial. Se trata de un banco centenario y con amplia historia cuyo nacimiento geográfico se encuentra en Galicia y cuyo fundador, Pedro Barrie de la Maza, era un prohombre gallego que creó riqueza y empresas que aun hoy siguen en pie y son de capital importancia económica para la región y para el país. Era el banco de los emigrantes gallegos: la entidad que prestaba dinero en el interbancario. Pero, desaparecido el fundador sin hijos, sus herederos no han sido personas capaces de mantener su legado no estando a la altura que se esperaba de ellas y con las que la entidad ha sufrido diferentes avatares. La trayectoria de la entidad es fiel reflejo de estas circunstancias y en varios periodos la entidad tuvo que pedir ayuda de gestión a profesionales del sector
contrastados para que, puestos a la cabeza de la misma, la marcha de la entidad pudiera enderezarse o por otra parte, que se aportara capital para solucionar problemas. Interlocutor de todas estas cuestiones siempre ha sido la Fundación Barrie de la Maza, que es la propietaria principal en acciones de la entidad y si esta no genera dividendos/recursos, la fundación también se ve perjudicada en sus ingresos, como es natural.
Como en toda entidad siempre debe haber un equilibro de fuerzas entre lo que se podría llamar “ vieja guardia “- familiares o personas colocadas en sitios clase no por su valía sino por otra clase de razones más perversas, que lo único que pretenden es mantener sus privilegios y su estatus- y profesionales del medio o sector, que son los que se esfuerzan por modernizar o mover el negocio, planteando y modernizando la gestión con visión de futuro. Cuando este equilibrio se rompe, siempre hay vencedores y vencidos. Por el Banco Pastor han desfilado personas y profesionales de alto valor que han tenido que abandonar el barco en determinados momentos cuando el equilibro de fuerzas les ha forzado a dimitir o salir de la entidad, en el pasado o recientemente.
Uno de los momentos clave de esta lucha interna fue el cese del Vicepresidente y Consejero delegado S. García Cuellar que, forzado a la dimisión de su cargo por la guardia pretoriana de la entidad, llevó consigo una purga de profesionales que en la mayoría de casos eran provenientes del Popular y se vieron obligados/invitados a salir de la entidad. Profesionales contrastados y con mucha experiencia en puestos u oficinas clave que provocaron situaciones de descontrol y que fueron sustituidos por personal de la entidad ascendidos rápidamente de escalones inferiores para dar apariencia de normalidad, cuando cuatro años antes se le tuvo que contratar para salvar una situación delicada de falta de generación de recursos y estancamiento sin futuro.
Durante estas época de cambio de la entidad, el Banco Pastor pasó de ser un banco regional a una entidad de tamaño medio a nivel nacional. Su expansión principalmente por la zona mediterránea le concedió tamaño y diversificación aunque su estructura tenía una patológica dependencia de los servicios centrales. Se recordaba la frase que hace referencia al carácter gallego: “no se sabía si subían o bajaban”. En muchas ocasiones los profesionales directivos de la entidad cuando recibían instrucciones de la central, eran tan farragosas que desconocían el sentido último de las mismas. En esta situación, la morosidad aumentó y la gestión seguía en manos de mandos intermedios provenientes, en la mayoría de los casos, de vencedores de la última batalla. Gallegos de pro que. ahora me imagino, se habrán preocupado de solventar su estatus para no verse dañados por la situación, cuando son ellos con su miopía los que han llevado al banco a la misma.
En fin, ahora la entidad es absorbida por otra y con el tiempo lo que era un marca propia gallega centenaria desaparecerá por la falta de competencia, de visión de futuro de esos guardianes de su estatus que han conseguido, sin posiblemente prevenirlo, la absorción y con ella la desaparición de la entidad. En esta ocasión los hijos no han hecho grande a entidad y los nietos son los que la cierran. En esta ocasión, se han adelantado una generación.
Rafael Montava Molina
Consultor empresarial