Desde Portugal ya se han puesto manos a la obra y en la primera mitad del año entrarán en vigor una serie de medidas que darán mayor accesibilidad a los medicamentos y controlarán la oferta y demanda para evitar desabastecimientos. Entre las medidas que se llevarán a cabo está una subida del 5% para los fármacos con precios de hasta 10 euros y, progresivamente, una subida del 2% para aquellos cuyo precio se marque entre los 10 y 15 euros.
La principal queja del sector viene de que, con el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, los precios de producción se dispararon y, mientras en otros sectores pueden repercutir esos costes en el producto final de cara al cliente, el sector biofarmacéutico está mucho más limitado.
Si bien es cierto, los altos precios de los nuevos medicamentos se refugien entre otras cosas en la legislación estadounidense, la rentabilidad del sector, las patentes, los avances médicos y el aumento de los costes industriales. Un mix por el que parece inevitable ver una importante alza de precios en este tipo de productos farmacéuticos.
Mientras que en Estados Unidos la legislación permite a las compañías poner los precios que quieran, en las zonas de Europa con cierto grado de cobertura sanitaria pública, los gobiernos son los que negocian los precios y someten a los fármacos a estrictas evaluaciones en cuanto al coste y los beneficios antes de que puedan ser adquiridos.
Sobre esto, Oryzon Genomics, empresa biofarmacéutica que desarrolla productos de manera independiente a través de su I+D, así como también estableciendo alianzas con otras empresas del sector, explica que, “la nueva legislación norteamericana en proceso de discusión legislativa, IRA, introduce elementos preocupantes que pueden tener impacto en el futuro de la industria y por tanto en la perspectiva de los pacientes” y comenta respecto a Europa, “hemos visto recientemente empresas que han renunciado a comercializar sus fármacos en Europa y esto supone una desesperanza tremenda para los pacientes”.
Por su parte, Dr. Andrés García Palomo, jefe de Servicio Oncología Médica del Complejo Asistencial Universitario de León y Hospital Universitario El Bierzo y oncólogo médico de Atrys, multinacional que brinda servicios de predicción, prevención, diagnóstico y tratamiento médico de precisión, explica que, más allá de los aspectos económicos, “la salud es un derecho humano fundamental que se sustenta en unos prerrequisitos, conocidos como determinantes de salud, los cuales se agrupan en cuatro grandes conjuntos: la biología humana y en general todo lo relacionado con las ciencias ómicas; el medio ambiente, incluyendo además los factores políticos y socioeconómicos; los estilos de vida y, por último el tipo de sistema sanitario en cuanto a su organización, gestión, financiación, calidad, accesibilidad y equidad”.
Además, explica que los determinantes de salud, “se disponen en capas que, desde la más externa, las condiciones socioeconómicas y políticas hasta las más internas y profundas, los genes y sus productos, se interrelacionan y modifican entre si conformando una tendencia o probabilidad individual y colectiva hacia la salutogénesis o hacia la patogénesis”.
Por otro lado, desde Oryzon explican que, en primer lugar, “el coste en fármacos es solo una partida minoritaria del coste general del sistema sanitario. Una parte importantísima del coste del sistema lo produce un conjunto de dolencias crónicas que se mitigan en su gran parte con medicamentos genéricos de muy bajo coste”
Y continúa explicando que, en segundo lugar, “la innovación farmacéutica requiere una investigación muy costosa, prolongada y de muy alto riesgo científico. La industria farmacéutica y biotecnológica solo pueden invertir en fármacos innovadores si hay una perspectiva razonable de retorno de la inversión”.
Para Oryzon, la solución es construir un sistema que sea sostenible socialmente en términos de gasto, y entender cuáles son los mayores vectores de gasto, para ello. “La industria y los gestores de los sistemas sanitarios mantienen, en general, un dialogo constructivo y se exploran fórmulas que permitan el acceso a los fármacos y retribuyan la inversión, como el riego compartido u otras. Pero una visión simplista que ignore que la investigación en salud ha de tener una perspectiva razonable de retorno económico supondría condenar la innovación farmacéutica y asumir que no podremos continuar creando medicamentos innovadores en el futuro”, sentencian.