Actualmente, los viajeros de alto poder adquisitivo buscan algo más allá del confort material. Sí, por supuesto, hacer el check-in en un alojamiento premium y viajar en Business, First o avión privado sigue siendo ineludible a la hora de diseñar cualquier itinerario, no obstante, el cambio más sustancial subyace en el tipo de experiencias que deseen vivir: tratan que, de alguna forma, estas sean significativas y transformadoras en todos los niveles. A lo largo de los últimos años, hemos observado un interés creciente en tres grandes ámbitos, que bien pueden interrelacionarse entre sí: la inmersión en la cultura del destino, la sostenibilidad y el bienestar personal, lo que ha propiciado la consolidación de una tendencia de viajes muy centrados en la naturaleza, en las comunidades locales, en dar sin esperar nada a cambio. Y sin prisas. Podemos afirmar con seguridad que el concepto del lujo en los viajes está virando hacia un lado más holístico y de conexión con lo local. 

El modo en que planificamos los viajes también se está modificando, con un mayor grado de personalización, si cabe, como elemento distintivo. Los viajeros piden itinerarios ad hoc que sean un espejo de sus intereses y necesidades. De esto se deriva que las agencias de viajes, como Atlántida Travel, deben abrir sus horizontes más que nunca y ampliar su catálogo de propuestas, con servicios que pueden ir desde chefs privados y guías expertos en temas muy nicho hasta, por ejemplo, recorridos en exclusiva por lugares icónicos del mundo, sin aglomeraciones.  

Estamos registrando una alta demanda para viajar a islas exóticas, sobre todo viajes de luna de miel, que con frecuencia se combinan con destinos asiáticos, como Japón o Indonesia. Tanzania, Zambia o Botsuana, entre otros, también están siendo testigos de un incremento de popularidad entre aquellos viajeros que desean hacer safaris fotográficos en África. De cara a 2025, Japón se perfila nuevamente como destino estrella, así como los cruceros en barcos pequeños y yates de las mejores marcas, sin olvidar todo el Pacífico Sur ―Australia, Nueva Zelanda, Polinesia y Fiji―, destinos donde la belleza natural y la exclusividad se entrelazan a la perfección. 

Con todo ello, no podemos obviar el impacto que tiene nuestra actividad en el planeta, ya desde el primer momento en el que subimos al avión. La sensibilización por el cuidado del medio ambiente está, afortunadamente, al alza, un avance que estamos identificando tanto entre proveedores de servicios como clientes, y como consecuencia podemos anticipar que los viajes con alto componente de sostenibilidad seguirán jugando un papel crucial en el largo plazo. Es prometedor encontrarnos con cada vez más viajeros dispuestos a embarcarse en experiencias que no solo se centran en la comodidad, sino que además producen un efecto positivo en el mundo y contribuyen a minimizar su huella en el entorno. 

Aun así, no es oro todo lo que reluce, pues queda todavía un largo camino por recorrer. Los recientes episodios de turismofobia en España ponen de manifiesto la necesidad de repensar el modelo turístico actual en el plano local y global. El desafío de asegurar que el desarrollo del turismo ― y el de lujo no es ninguna excepción― no venga acompañado por el declive de los destinos ni la explotación de las comunidades locales sigue estando a la orden del día. Entre todos los actores implicados de la industria, junto a las autoridades, tenemos el deber de abordar esta problemática con una visión compartida para encontrar el equilibrio a través de regulaciones, formación y una gestión eficiente. Abogamos por un turismo que dé impulso a las economías locales y fomente la conservación del patrimonio cultural y natural, un turismo que irradie respeto y comprensión por los demás. Todos formamos parte del cambio hacia esta nueva era de exploración consciente.