Nada importa más en estos momentos a los mercados y a la economía estadounidense que ver cómo el Gobierno de Barack Obama encara los desafíos de apuntalar a los atribulados bancos del país. Nos encontramos en medio de un mercado bajista a nivel global, una crisis crediticia y una recesión no sólo debido a los problemas fundamentales en los propios bancos sino también a la manera arbitraria y destructiva en que el Tesoro, la Reserva Federal y el Fondo de Garantía de Depósitos intervinieron en Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, Lehman Brothers, Merrill Lynch, Washington Mutual y Wachovia.

Hemos visto lo que ocurre cuando el gobierno se equivoca. Al intentar generar confianza en los bancos, el gobierno hace lo opuesto al actuar imprevisible y unilateralmente, y sin responsabilidad. El resultado es una crisis global.

Tras esos errores iniciales, las autoridades reguladoras del sector bancario han comenzado a tomar medidas acertadas. Las inyecciones de capital a los bancos usando fondos del programa de rescate TARP y los rescates en noviembre de Citigroup (C) y en enero de Bank of America (BAC) fueron pasos en la dirección correcta. Estas fueron medidas legítimas de asistencia a esas firmas y fueron, además, muy diferentes a las intervenciones previas, cuando casi pareció que la meta era castigar a los bancos en dificultades en lugar de ayudarlos.

No piense que las intervenciones más recientes sólo se debieron a que aún existen problemas en el sistema bancario. Sin estas, no tendríamos en este momento un sistema bancario. Además, estas quizás no habrían sido necesarias de no ser por las intervenciones mal hechas durante el verano por parte del Gobierno.

Lo mejor en las intervenciones de Citigroup y Bank of America es que fueron bastante parecidas en términos de cómo se estructuraron. Eso comenzó a establecer un patrón predecible, lo que eliminó parte de la incertidumbre en una economía que se encuentra, más que cualquier otra cosa, paralizada por la incertidumbre.

Pero esas intervenciones fueron realizadas bajo el Gobierno del ex presidente George Bush y la supervisión del ex secretario del Tesoro Henry Paulson. Ahora vienen el Gobierno de Obama y el nuevo secretario del Tesoro, Timothy Geithner. La incertidumbre está de vuelta.

¿O no es así? Recuerde, Geithner puede ser nuevo al timón de Tesoro, pero ya tiene experiencia cuando se trata de intervenciones de bancos. Como presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, el funcionario jugó un rol clave en todas las mal engendradas intervenciones que hicieron bastante para crear este desastre. Su firma consta en el documento que permitió a la Fed comprar US$30.000 millones en activos tóxicos de Bear Stearns para ayudar en su adquisición por parte de JPMorgan (JPM) hace casi un año. Ese fue el primero de los grandes errores cometidos por el Gobierno y las huellas de Geithner están por todas partes.

Sin embargo, eso en realidad me da confianza. Es por eso que alegré cuando el Senado lo confirmó como el nuevo secretario del Tesoro, pese a que el funcionario no había pagado todos sus impuestos. Lo importante es que Geithner tiene experiencia en intervenciones bancarias y ha aprendido a golpes qué no se debe hacer. Y cuando se trata de intervenciones en los mercados por parte del gobierno, saber lo que no se debe hacer es lo más importante.

Por lo tanto, espero que esta semana, cuando Geithner revele los planes del Gobierno de Obama para apuntalar al sistema bancario, estos no sean en sustancia muy diferentes de lo que hizo su predecesor. Y en lo que a mi respecta, eso es algo bueno.

Sin duda habrá un elemento nuevo para mitigar las ejecuciones de hipotecas. Pero eso es algo secundario. Lo importante es lo que el Gobierno haga con los bancos. Estoy apostando a que el acercamiento consista en más inyecciones de capital y más garantías a activos en problemas, ambos con términos bastantes generosos.



Por Donald Luskin
SMARTMONEY.COM