Que ambos bancos centrales recorten los tipos de forma simultánea supone un giro importante en el ciclo de la política monetaria global, algo que esperaban con impaciencia los inversores. Aunque la batalla contra la inflación no se ha ganado todavía, el mensaje de los bancos centrales es contundente: es el momento de iniciar una fase de política monetaria más laxa.
Sin embargo, esta coincidencia en la política monetaria contrasta con las realidades económicas de ambas zonas. EE.UU. experimenta una fase favorable, tanto por un crecimiento cercano a su tendencia natural (aunque acompañado de un repunte del desempleo) como por una inflación que se aproxima a su objetivo. Sin embargo, la zona euro experimenta un crecimiento débil, ya que la demanda interna se ha contraído, tanto en el primer como en el segundo trimestre, la productividad también está cayendo, y la inflación subyacente sigue siendo elevada, especialmente en el sector servicios.
Uno de los principales factores detrás de los datos económicos más débiles de la zona euro es la lentitud con la que el BCE ha comenzado a reducir sus tipos. El organismo rebajó su tipo oficial en 25 puntos básicos en junio y nuevamente en septiembre. De continuar con este ritmo de reducción trimestral, los tipos a corto plazo del BCE se situarían en torno al 2,6% a finales de 2025, aún por encima del nivel que muchos consideran adecuado o neutro para la economía de la zona euro.
¿Por qué, entonces, el BCE sigue recortando los tipos, a pesar de que la inflación subyacente ha superado el 3% anualizado desde marzo?
Para nosotros, sigue siendo evidente que la política monetaria de la zona euro continúa siendo restrictiva y que está frenando la actividad económica. A su vez, esto está llevando el crecimiento nominal de vuelta a los niveles previos a la pandemia, mientras que el deflactor del PIB (una medida de la inflación en toda la economía) también está en línea con dicha tendencia. El segundo trimestre de este año ha sido el primero en el que el tipo de interés oficial del BCE ha superado tanto la tasa de crecimiento anual del deflactor del PIB como del PIB nominal en su conjunto desde la crisis de 2008-2009.
En este contexto, las previsiones del BCE anticipan que tanto el crecimiento de los salarios como la inflación del sector servicios disminuirán sustancialmente durante 2025, con lo que la inflación general y la subyacente se irán acercando hacia el objetivo. A pesar de que la inflación sigue por encima de dicho objetivo en la actualidad, el BCE parece dispuesto a reducir los tipos de forma gradual.
Una de las consecuencias de una relajación lenta en un momento en que la economía tiene dificultades para crecer es que el mercado espera que los tipos a corto plazo de la zona del euro caigan por debajo del nivel de referencia a finales de 2025. Las previsiones sitúan los tipos a corto plazo en torno al 1,8%, lo que sugiere que los recortes de tipos tendrán que acelerarse en algún momento. Pero, ¿cuándo?
En nuestra opinión, pueden darse dos escenarios:
El primero es que el debilitamiento del mercado laboral estadounidense se prolongue más de lo previsto, de modo que muchos de los principales bancos centrales podrían acelerar los recortes de tipos en los últimos meses de este año.
El segundo escenario es que, en los primeros meses del próximo año, se confirme que los salarios y la inflación en el sector servicios no están repuntando como ocurrió en el primer trimestre de 2024, lo que permitiría que la inflación anual se ajuste a su objetivo de forma relativamente rápida.
En cualquiera de los dos casos, cabría esperar que el BCE bajara los tipos en cada reunión o que los redujera 50 pb en lugar de 25 pb en algunas de sus reuniones.
Claves de la próxima semana
Con un panorama económico poco alentador, la publicación de los índices de gestores de compra (PMI) de la zona euro será clave la próxima semana. Una nueva caída en estos índices podría reforzar la idea de que el BCE acelere el ritmo de los recortes de tipos antes de lo previsto. También se publicarán los PMI de Reino Unido y EE.UU. Aunque ambos países han mostrado un mejor desempeño económico que la zona euro, estos datos también tendrán gran relevancia, ya que los mercados buscan medir el ritmo de los recortes de tipos por parte de los bancos centrales.
En Alemania, la encuesta IFO sigue siendo un referente para las expectativas económicas. Los últimos datos indican que aún no se vislumbra un final claro para la desaceleración. También en Alemania, los datos del mercado laboral aportarán información relevante sobre el desempleo. A diferencia de la mayoría de la zona euro, el desempleo en Alemania ha ido en aumento, y los últimos datos empresariales sugieren que esta tendencia podría continuar.
En una semana relativamente tranquila para los datos de EE.UU., los datos de ingresos y gastos de finales de semana deberían mostrar que el indicador de inflación preferido de la Fed, el PCE subyacente, creció a un ritmo cercano al 0,15% en agosto, lo que se corresponde con una tasa de inflación anual cercana al objetivo de la Fed. Por otro lado, la caída en la rentabilidad de las inversiones en efectivo (como cuentas de ahorro o depósitos) podría suponer un buen momento para reasignar la exposición de las carteras, por lo que debemos dar la bienvenida a esta nueva fase en la política monetaria, tanto en EE.UU. como en la zona euro.