No es exagerado afirmar que los mercados financieros y los Gobiernos de todo el mundo han recibido con cierto nerviosismo la clara victoria de los republicanos en las elecciones estadounidenses. Antes de asumir formalmente el poder, el presidente electo Donald Trump expresó su intención de imponer aranceles del 25% a México y Canadá. Además, algunos de los candidatos que ha nominado para su gabinete parecen estar poco cualificados en cambio parecen haber sido elegidos para hacer el trabajo por su lealtad hacia él. También ha dejado claro que planea una ruptura radical con la anterior administración.
Todo esto suena negativo. No obstante, el S&P 500 ha subido más de un 4% desde las elecciones y ha superado a la mayoría de los mercados del mundo. A las empresas estadounidenses más pequeñas les ha ido aún mejor: el Russell 2000 ha subido casi un 8% desde el 5 de noviembre. Un resultado bastante llamativo.
Esta semana examinamos las perspectivas de la economía y la bolsa estadounidenses para los próximos cuatro años y pondremos en la balanza los aspectos positivos y negativos.
El escenario de partida es sin duda favorable. El miedo por una posible recesión, llevó a la Reserva Federal (Fed) a recortar el tipo de interés de los fondos en 50 puntos básicos en septiembre, se ha disipado y se prevé un crecimiento sostenible. Mientras tanto, la inflación ha reanudado su tendencia a la baja y la mayoría de los analistas, así como los funcionarios de la Reserva Federal, esperan que alcance el objetivo del 2% de forma sostenible el próximo año. Realmente parece un escenario idílico. En este contexto, las empresas estadounidenses siguen registrando buenos resultados y recientemente hemos mejorado las perspectivas de beneficios para 2025.
No cabe duda de que hay aspectos negativos. El plan del nuevo presidente de desmantelar lo que él denomina el «Estado profundo», que obstaculizó sus objetivos políticos en su primer mandato, unido a los nombramientos del gabinete, algunos de los cuales combinan la falta de experiencia con una agenda radical, amenazan con sembrar el caos en la Administración. El déficit presupuestario, del 6% del PIB, es altísimo dada la solidez de la economía. Con el Congreso de su lado, Trump puede aplicar nuevos recortes fiscales, lo que dispararía aún más el déficit. La deuda federal es de casi el 100% del PIB y sigue aumentando.
Esto es indudablemente negativo, sobre todo porque los déficits fiscales son elevados y van en aumento en muchos otros países, lo que contribuye al exceso de oferta de bonos. No obstante, la demanda mundial de bonos también es elevada, dado el envejecimiento de la población y la incertidumbre general.
No esperamos que Trump siga adelante con su amenaza de imponer aranceles del 25% a México y Canadá, pero si aumentarán bajo su mandato. Eso eleva los precios y, en última instancia, reduce el bienestar económico. Pero el impacto global en EE.UU., a nuestro juicio, será modesto: solo se verán afectados los bienes, no los servicios, y habrá muchas excepciones. No esperamos aranceles sobre los iPhone importados de China. Los países exportadores serán los principales afectados. Además, las empresas estadounidenses centradas en el mercado nacional se beneficiarían.
Trump ha planteado una agenda radical y es probable que dé muchas sorpresas a los mercados en los próximos cuatro años. Sin embargo, ha heredado una economía fuerte con muchas empresas líderes mundiales. En general, seguimos siendo muy positivos respecto a las perspectivas de la economía y la renta variable estadounidenses. El comportamiento superior de ambos parece que va a prolongarse.