
Cada 25 de mayo se conmemora el día internacional del vino, un producto que empieza su historia en Asia y que gracias a los fenicios llega a España. Ahora, esta bebida es la preferida de muchos y se ha consolidado como sector económico estratégico para países como el nuestro, donde genera el 1,9% del PIB.
Ahora, los aranceles del 50% a Europa impuestos por Donald Trump ponen en duda su rentabilidad, pero lo cierto es que no es la primera vez que el sector pasa por algo así. De hecho, ya se enfrentó a una situación similar con el proceso del Brexit y se podría calificar como una industria resiliente, porque además de a estos nuevos aranceles, deben adaptarse constantemente al cambio climático.
Por ello, y aprovechando que ahora todo el mundo busca alternativos en sus carteras, incluir vino puede ser una opción, ya que junto con las piedras y metales preciosos es uno de los productos de lujo más antiguos del mundo, y además, su consumo sigue incrementándose con el paso de los años. En este sentido, los vinos exclusivos siempre han sido muy valorados por las personas con más poder adquisitivo, especialmente aquellos considerados de colección, que representan solo el 0,1% de toda la producción.
Los mejores vinos del mundo provienen de viñedos muy pequeños, lo que limita su cantidad. La demanda global de productos de lujo no para de crecer, y la oferta es muy limitada, los precios suben constantemente, lo que convierte al vino en una inversión segura. Por ejemplo, en los últimos 20 años, el valor de los vinos de Borgoña ha aumentado más del 600% y el del champán más del 480%, superando ampliamente la rentabilidad de la bolsa. Además, el vino es un bien físico que no depende de la política y, si se conserva bien, aumenta su valor con el tiempo.

En cuanto a esto, Javier Molina, analista de mercado de eToro comenta que esa independencia puede servir de salvavidas cuando sopla viento en contra y añade que “en 2008, mientras el SP500 se desplomaba casi un 40%, el Liv-ex (uno de sus índices de referencias) apenas registró un leve recorte. Durante el estallido de la pandemia volvió a ejercer de amortiguador, pues cedió algo menos del 4% antes de recuperar terreno, mientras los índices de renta variable vivían auténticos bandazos. El shock geopolítico de 2022 repitió el patrón, con una estabilidad relativa del vino frente a las caídas de otros activos”.

Ahora bien, para invertir en vino, como siempre, hay que saber hacerlo, porque no todo vale. De hecho, hay pros y contras.
Si nos fijamos en las ventajas, podríamos decir que es una inversión relativamente segura; ya que la producción del vino de calidad es limitada y su demanda global no para de crecer, lo que garantiza que con un buen cuidado su precio tienda a subir. Por otro lado, no hace falta mucho dinero para empezar a invertir. Y por último, ayuda a la diversificación de tu cartera con un riesgo relativamente bajo.
Mientras que los inconvenientes pasan porque es una inversión a largo plazo, ya que necesita un tiempo para aumentar su valor. Además es un mercado poco líquido y difícil de entender, por lo que es complicado encontrar a alguien que quiera pagar ese dinero por un buen vino. Y por último, requiere de conocimientos especializados, ya que si no sabes del tema, la opción más viable es hacerlo a través de fondos de inversión especializados, lo que implicaría un mayor capital inicial.
Y a su vez, Javier Molina de eToro añade a todo esto, “la falta de un regulador central, motivo por el cual conviene trabajar siempre con plataformas consolidadas, auditadas y con coberturas de seguro adecuadas”. Por lo que su consejo pasa “primero por definir qué se busca (preservación de capital, diversificación o transmisión patrimonial), en segundo lugar habría que asignar ese pequeño porcentaje con un núcleo conservador y una pincelada táctica. En tercer lugar, habría que revisar anualmente el grado de madurez de las botellas, las nuevas añadas disponibles y los rebalanceos del resto de la cartera y, por último, apoyarse en plataformas que ofrezcan precios de mercado y almacenamiento asegurado”.

En definitiva, desde eToro creen que el vino no compite con la renta variable, sino que la complementa. Afirman que “con una participación tan modesta como un 2% o 3%, se podría obtener descorrelación, protección en crisis y exposición a un activo tangible cuya oferta solo puede disminuir". Y aseguran que “para el inversor novel representa una primera lección práctica sobre la economía de la escasez; para el profesional, una herramienta eficiente de gestión de riesgo. Y para ambos, la oportunidad de brindar cuando el mercado deje de hacerlo”.
En un contexto económico cada vez más incierto, el vino emerge como una alternativa de inversión con carácter tangible, valor cultural y potencial de rentabilidad a largo plazo. Su baja correlación con los mercados tradicionales, sumada a la creciente demanda de productos exclusivos y su limitada producción, lo posicionan como un activo estratégico dentro de carteras diversificadas. No obstante, como ocurre con cualquier inversión, requiere conocimiento, asesoramiento adecuado y visión a largo plazo. Para quienes buscan proteger su patrimonio y explorar nuevas formas de rentabilidad, el vino representa no solo una apuesta sofisticada, sino también una oportunidad para brindar por el futuro financiero.
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