A la incertidumbre en torno a la política macroeconómica se ha sumado durante las últimas semanas el agravamiento de los riesgos geopolíticos. Los episodios anteriores de mayor tensión entre Rusia, Ucrania y Occidente han provocado aversión al riesgo y periodos de caídas en las bolsas. La presión vendedora arrancó en noviembre de 2021, pero durante las primeras semanas de 2022 la bolsa rusa lleva perdido más de un 18% (en dólares) después de que el gobierno del país haya desplegado más tropas en la frontera ucraniana, desatando con ello el miedo a un ataque inminente.
El riesgo de que Rusia invada Ucrania y las consiguientes sanciones económicas no deben desdeñarse y suponen un factor de riesgo al que estamos muy atentos. El Senado estadounidense ya ha redactado sanciones que se impondrían en caso de invasión. Estas sanciones se centran en áreas como la energía o la defensa y, como era de esperar, ponen en la diana a los aliados más cercanos a Putin. Más allá de EE.UU., la cuestión es tremendamente compleja por la dependencia que tiene Europa del gas natural y el petróleo procedentes de Rusia.
El sector financiero ruso probablemente acuse también los efectos si las sanciones propuestas entran en vigor, especialmente las entidades bancarias más polémicas con exposición a la industria del armamento. Casi con toda probabilidad, las sanciones limitarían las nuevas emisiones de bonos (a corto y largo plazo), aunque no consideramos que las restricciones a la propiedad sean un riesgo.
Desde una perspectiva global, el agravamiento de las tensiones y la posibilidad de una guerra en Europa surgen en un momento en el que la inflación se ha convertido en una preocupación de primer orden y traducido en cambios en la política monetaria. Además, como acabamos de indicar, la dependencia europea de Rusia (y la posibilidad de perturbaciones que eso genera) eleva el riesgo de una desaceleración del crecimiento si la situación se deteriora y se declara el conflicto armado.
Perspectivas para las diferentes clases de activos
Antes incluso del reciente pico de volatilidad en los mercados, los cambios que hemos introducido recientemente en nuestro posicionamiento han girado en torno a una reducción del riesgo. En Fidelity International siguen pensando que las presiones inflacionistas continuarán durante el año y que el crecimiento está frenándose a medida que va dejándose sentir el endurecimiento monetario. Sin embargo, no esperan una desaceleración grave todavía, aunque son conscientes de que ha aumentado la incertidumbre en torno al ciclo empresarial actual. Los beneficios empresariales dan muestras de fortaleza y los consumidores se encuentran en una buena situación.
Desde una óptica global de cartera, tienen unas perspectivas neutrales en renta variable y deuda corporativa. Estamos infraponderados en duración debido a que esperamos que los rendimientos de los bonos suban como respuesta al endurecimiento de las condiciones monetarias por parte de los bancos centrales para luchar contra la inflación.
Dentro de la renta variable, la gestora ha adoptado una postura de cautela, ya que el mercado emitía señales de fatiga antes de que la Fed adoptara su sesgo restrictivo. El “ciclo COVID” que ha determinado la evolución de los mercados estos dos años anteriores parece que está llegando a su fin y que nos ha dejado una inflación (más) alta como principal legado desde un punto de vista puramente macroeconómico. No obstante, las rentabilidades por dividendo todavía son elevadas y el mercado aun encuentra apoyo en la liquidez y las recompras de acciones en un entorno en el que los riesgos de recesión siguen estando contenidos. Sin embargo, mantenemos la cautela en las áreas del mercado más sensibles a los tipos reales.
Dentro de la renta fija, la fuerza dominante en estos momentos es también el reto que plantea el endurecimiento monetario ante las presiones inflacionistas. A consecuencia de ello, la gestora recomienda deuda con mayores rendimientos, como bonos high yield de Europa y EE.UU. Esperan que los impagos se mantengan en niveles bajos este año y, aunque las probabilidades de que los diferenciales se compriman son exiguas, el carry ajustado al riesgo es aceptable. Los fondos que invierten en bonos híbridos en todo el mundo también se perfilan como interesantes. Su sensibilidad a los tipos de interés es baja y ofrecen rendimientos similares a los de los bonos corporativos con calificación B, pero emitidos por entidades de alta calidad crediticia.
Además, se espera que la dinámica de los mercados no cotizados siga siendo buena este año. Concretamente, los préstamos europeos deberían aguantar bien en este entorno gracias a sus estructuras de tipos variables; además, se caracterizan por un margen de error elevado y los tipos todavía pueden subir bastante antes de que la cobertura de intereses sufra presiones.
En cuanto a las divisas, Fidelity ha eliminado su sobreponderación en el dólar (como cobertura frente a las posiciones de tolerancia al riesgo) a la vista del posicionamiento y esperan más certidumbres en relación con las divergentestrayectorias de las políticas de los bancos centrales. A medio plazo, en opinión de la gestora las perspectivas del dólar siguen estando presionadas.