La clásica división 60/40 entre renta variable y renta fija ha sido un pilar de las carteras equilibradas desde que el economista Harry Markowitz inventó el concepto en 1952. El argumento subyacente a este concepto de equilibrio era simple: tratar de proporcionar rendimientos a la inversión asumiendo al mismo tiempo un menor nivel de riesgo en comparación con una cartera de renta variable pura. En teoría, la cesta de bonos compensaría la volatilidad de la renta variable cuando ésta atravesara dificultades.
Tras un pésimo año 2022, en el que los mercados mundiales de renta variable registraron fuertes caídas, es comprensible que se cuestione este enfoque de inversión tradicional. Este pronunciado desplome se produjo después de que en la era posterior a la CFG (crisis financiera mundial) se registraran una baja inflación, tipos de interés bajos y múltiples rondas de relajación cuantitativa. En 2022 se invirtieron estos factores. En su lugar, la alta inflación y los tipos de interés más elevados adquirieron protagonismo, provocando una correlación entre la renta variable y la renta fija hasta los niveles más altos observados en más de 20 años.
Nos enfrentamos a un mercado incierto, con la mutabilidad que rodea a las respuestas políticas de los bancos centrales, la ralentización de la economía mundial, una guerra en curso en Ucrania y el cambio en el liderazgo del mercado de los valores de crecimiento a los de valor. Para el inversor con un perfil de riesgo más conservador, buscar soluciones de inversión que puedan equilibrar el crecimiento del capital a largo plazo, la conservación del capital y unas rentas corrientes es una opción muy sensata. Creemos que las carteras 60/40 ofrecen esa opción y los inversores no deberían pasar por alto sus credenciales a largo plazo por un único mal año.
Analizando hipotéticamente las carteras 60/40, descubrimos que los años naturales en los que los resultados han sido negativos suelen ir seguidos de años naturales de fuertes resultados positivos. Esto reafirma nuestra creencia de que los inversores deberían tener en cuenta las carteras 60/40, en lugar de preocuparse excesivamente por ellas. Aunque el entorno de inversión y las influencias externas que impulsan los resultados de los portfolios pueden variar enormemente de un año a otro, hay tres factores importantes que creemos que podrían impulsar potencialmente a los vehículos de inversión 60/40 a obtener mejores resultados en 2023 y años sucesivos.
Pico de inflación y normalización de la correlación
Si la inflación, que ha sido tan alta recientemente, vuelve a caer, las correlaciones entre la renta variable internacional y la renta fija internacional podrían recuperar la normalidad. Después de todo, a menudo una inflación elevada va acompañada de una estrecha correlación entre la renta variable y la renta fija. La explicación de este fenómeno podría derivarse del hecho de que cuando la inflación aumenta, las expectativas de inflación también se vuelven más inciertas. En este entorno, la renta fija podría exigir primas de riesgo más elevadas, lo que provocaría una caída de sus precios. Por otra parte, la elevada inflación y los altos rendimientos de los bonos también conllevan factores de descuento más elevados para los beneficios futuros de las empresas, lo que a su vez perjudica a los precios de las acciones. Sin embargo, la diferente evolución de las acciones y los bonos es un requisito previo importante para el éxito del concepto 60/40.
Sin embargo, ahora vuelven a llegar señales positivas desde Estados Unidos. Si la inflación sigue cayendo, la Fed probablemente ralentizará aún más las subidas de tipos. Los bonos de calidad podrían entonces ser más estables y ofrecer mayores rendimientos. Pero una inflación más baja también sería buena para la renta variable, ya que los márgenes de beneficio aumentan al bajar el coste del capital. Y las ventas podrían entonces también incrementarse al bajar el coste del capital. En este entorno, los beneficios empresariales también volverían a subir con más fuerza, aunque presumiblemente con grandes diferencias entre los distintos sectores.
Las recesiones no durarán siempre
Las recesiones son dolorosas. Pero son necesarias para limpiar los excesos de anteriores periodos de crecimiento, especialmente la expansión más o menos ininterrumpida de la que han disfrutado los inversores en la última década. Otro posible punto positivo es que las recesiones no duran mucho históricamente.
Nuestro análisis de 11 ciclos estadounidenses desde 1950 muestra que las recesiones han oscilado entre dos y 18 meses, con una duración media de unos 10 meses. Además, los mercados bursátiles suelen empezar a recuperarse antes de que finalice una recesión. En este ciclo, los mercados bursátiles ya han liderado la caída de la economía, y casi todos los principales mercados de renta variable han entrado en territorio bajista a mediados de 2022. Y si la historia sirve de guía, podrían repuntar unos seis meses antes de que lo haga la economía.
El retorno del income
Un entorno marcado por una inflación elevada y subidas de los tipos de interés también podría incrementar los rendimientos de los bonos en el futuro. Cuando los precios de los bonos cayeron, los rendimientos subieron en todos los sectores y también lo hicieron las rentabilidades posteriores. La rentabilidad total de un bono es la suma del cambio en el precio y el rendimiento mucho más alto ahora. Dado que los bonos vuelven a ofrecer rendimiento, esta clase de activos vuelve a ser interesante. En general, los mayores retornos implican que los inversores tienen la posibilidad de obtener más ingresos de los bonos. Esto también podría proporcionar un mayor colchón para los rendimientos totales, incluso si los movimientos de los precios siguen siendo volátiles. Para un gestor activo, este mercado presenta oportunidades atractivas de encontrar valor, aunque la capacidad de selección sigue siendo un factor crucial.
Las rentas también podrían volver a cobrar importancia para la renta variable. Debido al cambio de liderazgo que experimentó el mercado el año pasado, de los valores de crecimiento a los de valor, los dividendos están volviendo a desempeñar un papel más importante. En la década de 2010, sólo representaron el 16% de la rentabilidad total del índice S&P 500. Pero a largo plazo, promediaron un 38%, y durante el periodo de alta inflación de los años 70, su media superó el 70%. La revalorización de muchos sectores tradicionales de crecimiento, como el software, las redes sociales, los pagos digitales y los semiconductores, también podría brindar oportunidades a los inversores en valores individuales. Para obtener buenos rendimientos, necesitan encontrar empresas que puedan hacer frente al nuevo entorno, con tipos de interés más altos, capital más ajustado, cadenas de suministro cambiantes y costes laborales más elevados.
Mantener una cartera equilibrada tiene sentido en cualquier entorno, pero especialmente en éste. Aunque el mundo ha cambiado radicalmente, los inversores no deben desanimarse. Para los inversores selectivos, el cambio crea oportunidades.