Las cifras no son buenas: 2022 pasará a la historia como uno de los peores años para la renta fija que se recuerdan. Las grandes pérdidas registradas por la clase de activo han llevado a los inversores a cuestionarse la idea de que la renta fija ofrece una seguridad relativa en periodos de caída de la renta variable.
La renta fija y la renta variable no suelen caer en a la vez en un mismo año, y 2022 ha sido la única excepción en 45 años, desde 1977.
La razón es que la Reserva Federal de Estados Unidos, y los bancos centrales de todo el mundo, han subido de forma agresiva los tipos de interés para combatir los elevados niveles de inflación en un momento en el que los tipos estaban próximos a cero.
Eso podría cambiar en 2023. La reducción de los datos de inflación y la preocupación por el crecimiento podría favorecer que la Reserva Federal frenara el ritmo de subidas de tipos.
«Creo que nos acercamos a ese momento», señala Pramod Atluri, gestor de renta fija. «Una vez que la Reserva Federal baje el ritmo, los bonos de calidad deberían volver a ofrecer estabilidad relativa y un mayor nivel de rentas».
A medida que la preocupación por la recesión vaya adquiriendo mayor protagonismo, la renta fija podría ofrecer un cierto alivio frente a la volatilidad de los mercados de renta variable. «Veo más oportunidades ahora que ha bajado el precio de los bonos», afirma Atluri.
«Las valoraciones resultan atractivas, lo que me ha llevado a aumentar la exposición de forma selectiva a la deuda corporativa e hipotecaria. Incluso si los precios continuaran cayendo, la renta fija ofrece ya unos flujos de renta mucho más favorables, lo que debería contrarrestar las caídas de precios».