El presidente Trump ha declarado una “emergencia nacional energética” en línea con sus promesas electorales. La medida busca reforzar el sector de las energías fósiles en EE.UU., el mayor productor de petróleo del mundo, y reducir los precios de la energía en un 50%. Aunque la política está alineada con la retórica previa y las expectativas del mercado, aún no se ha detallado si incluirá aranceles sobre productos energéticos provenientes de Canadá y México, lo que podría contradecir el objetivo de abaratar los costes energéticos.

Trump quiere reforzar su compromiso con la reducción de la inflación mediante la reducción de los costes energéticos. Entre las medidas anunciadas destaca la suspensión de ciertas normativas ambientales relacionadas con emisiones de vehículos y plantas de petróleo y gas, así como la flexibilización de los requisitos de eficiencia energética para electrodomésticos y otros productos del hogar. Además, la política apunta a reducir los subsidios a los vehículos eléctricos, favoreciendo así el transporte por gasolina.

Aunque se espera que estas iniciativas tengan un impacto limitado en la producción energética a corto plazo, su relevancia para la industria del petróleo y gas a largo plazo puede ser importante. Las empresas del sector, actualmente enfocadas en los flujos de caja, consideran que precios superiores a 70 dólares por barril son ideales para su rentabilidad, pero la falta de infraestructura limita un aumento significativo de la producción.

Estas medidas complicarán la lucha contra el cambio climático. Asimismo, hay escepticismo sobre la posibilidad de que Trump logre reducir los precios de la energía a la mitad tal y como propone. Durante la pandemia de 2020, incluso cuando los precios del petróleo alcanzaron niveles negativos, los costes energéticos en EE.UU. solo se redujeron un 19%. Otros factores, como la orden de reabastecer la Reserva Estratégica de Petróleo podrían incluso presionar al alza los precios en el corto plazo.

En conclusión, aunque estas acciones refuerzan el compromiso del presidente Trump con las energías fósiles, su impacto real en la reducción de los precios energéticos será probablemente limitado y distante de las expectativas anunciadas.