El mercado acogerá de buen grado las promesas de Trump de desregulación y de reducción de los impuestos de sociedades, lo que también debería beneficiar a los márgenes corporativos, como vimos después de 2016. Si estas medidas abren un periodo de estabilidad en los mercados de renta variable, los inversores pueden aumentar las posiciones en esta clase de activos.

Consideramos que este entorno es especialmente favorable para la renta variable estadounidense, sobre todo en las siguientes áreas:

1. En nuestra opinión, las empresas de menor capitalización ya ofrecen valoraciones atractivas y esperamos que se beneficien aún más del apoyo fiscal y del crecimiento económico.

2. El sector tecnológico en general debería seguir registrando buenos resultados a pesar de las altas valoraciones, con el apoyo de la bajada de los precios de la energía y la menor probabilidad de que se adopten medidas antimonopolio bajo el Gobierno de Trump.

3. Los bancos estadounidenses deberían obtener resultados positivos ante la perspectiva de una desregulación acelerada.

Entre otros motivos, consideramos que el mayor crecimiento económico de EE. UU. en comparación con la zona euro hará que la renta variable estadounidense también supere a las acciones europeas. Sin embargo, los mercados de renta variable no son un reflejo de la economía nacional subyacente. Por ejemplo, numerosas compañías del Euro Stoxx 50 realizan una parte significativa de sus ventas en EE. UU. y se beneficiarían de una economía estadounidense sólida.

Aunque el mercado europeo está claramente infravalorado, es innegable que sigue rezagado frente a las potencias tecnológicas y de inteligencia artificial, como son EE. UU. y China. Además, las empresas europeas se enfrentan a obstáculos adicionales como la rigidez laboral y otros déficits estructurales. Por su parte, el problema de China es su impredecibilidad: por un lado, está limitada por problemas estructurales, pero también podría beneficiarse de políticas favorables.

El desacoplamiento de las principales economías será una tendencia clave

Los bonos high yield probablemente se beneficien de la fortaleza económica. Sin embargo, preferimos la renta variable frente al high yield estadounidense en nuestras carteras multiactivo, sobre todo porque los inversores particulares tienden a favorecer los activos más líquidos cuando la economía está al final de un ciclo de expansión.

Al contrario que con la renta variable, creemos que los bonos europeos pueden descorrelacionarse de sus homólogos estadounidenses. Aunque la inflación está disminuyendo, la Unión Europea se enfrenta a un entorno más complejo, especialmente con las próximas elecciones en Alemania y la posible inestabilidad política en Francia.

En 2025, un factor clave será la respuesta de la Fed a una posible reflación de la economía derivada de la política fiscal del nuevo Gobierno de EE. UU. y el impacto en los mercados. El dólar está sobrevalorado y, en un escenario más equilibrado, debería bajar a medida que la Fed reduzca los tipos y los activos de riesgo superen a los defensivos. Sin embargo, si los planes de gasto de Trump sobrecalientan la economía, la Fed podría verse obligada a subir los tipos, lo que perjudicaría a los activos de riesgo. Dadas las altas valoraciones y las amplias ganancias desde marzo de 2020, la actividad en los mercados de renta variable podría ralentizarse durante 2025 mientras la situación se reajusta.

Esta coyuntura podría afectar a los bonos en divisa local de mercados emergentes.

Los mercados de renta fija ya han descontado un riesgo de sobrecalentamiento de la economía, tal como se observó en el aplanamiento de la curva de tipos de EE. UU. entre septiembre y el cuarto trimestre de 2024. Sin embargo, si la inflación repunta y se percibe que la Fed reacciona tarde, los conocidos como “vigilantes de los bonos” (inversores que se oponen a las políticas que consideran controvertidas vendiendo bonos) podrían ejercer más presión. Es esencial estar pendientes de la evolución de la demanda de bonos del Tesoro de EE. UU. a más largo plazo para valorar el futuro riesgo de mercado.

A largo plazo, la desdolarización podría aumentar si Trump lleva adelante políticas radicales. En ese escenario, otras economías podrían intentar construir sus propios bloques monetarios.

Las fuerzas geopolíticas determinarán la evolución de las materias primas

En general, la expansión fiscal y los recortes de tipos suelen favorecer a las materias primas. Sin embargo, esta vez puede ser distinto. El interés de Trump de aumentar la prospección de petróleo y gas podría aumentar la oferta, y un posible fin del conflicto entre Rusia y Ucrania podría aliviar la presión sobre los precios del petróleo y el gas. Por lo tanto, es posible que los precios del barril de petróleo bajen del rango reciente de entre 70 y 90 dólares hasta oscilar entre los 50 y los 70, aproximadamente. En cuanto al riesgo de cola, un aumento de las tensiones entre Israel e Irán podría provocar un repunte a corto plazo.

El cobre podría beneficiarse de los incentivos económicos a corto plazo de China. El oro sigue siendo uno de los activos estrella, ya que no está correlacionado con el dólar ni con las tires reales, y sigue apoyado por los compradores de mercados emergentes en un entorno geopolítico incierto.

En 2025, la asignación dinámica de activos será crucial. Una cartera bien diversificada es fundamental, pero la gestión activa de la volatilidad será clave para crear una protección dinámica en las carteras. En nuestra opinión, dado el riesgo de movimientos inesperados y la creciente concentración del mercado de renta variable en ciertos sectores, es fundamental centrarse en la selección de valores y en la gestión activa.

¿EN QUÉ DEBERÍAN CENTRARSE LOS INVERSORES EN 2025?

A pesar de que los riesgos principales a principios de 2025 estarán relacionados con el aumento de los aranceles en EE. UU. y sus posibles repercusiones, el mercado se enfocará rápidamente en evaluar el impacto de la política fiscal estadounidense y las restricciones a la inmigración. Ambos factores repercutirán en las tires de los bonos y los niveles de inflación, algo que podría poner a prueba a los mercados de renta variable.