Por supuesto, no estamos hablando de un mercado exento a los vaivenes del mercado o de las políticas arancelarias. Pero tampoco es lo mismo una infraestructura con visibilidad de flujos a muy largo plazo, con protección frente a la inflación y con activos reales, que las compañías tecnológicas…
Las infraestructuras, por definición, son bienes físicos cuya demanda tiende a mantenerse estable en el tiempo. Hablamos de autopistas, redes eléctricas, compañías ferroviarias, aeropuertos o suministro de agua, entre otros. Son activos con un carácter estructural, no cíclico, que ofrecen ingresos estables y predecibles gracias a concesiones a largo plazo o marcos regulatorios muy definidos. Precisamente por eso, en momentos como el actual -con bancos centrales que aún navegan el dilema entre controlar la inflación y sostener el crecimiento-, la exposición a este tipo de activos permite amortiguar la volatilidad del mercado y mantener una fuente constante de generación de caja. Y, por cierto, suele actuar también como activo descorrelacionador, lo cual siempre es interesante para una cartera.
Y, atención al gráfico de rentabilidad y cómo supera el benchmark…

Fuente: Morningstar Direct
En un momento en que muchos sectores cotizados dependen de narrativas frágiles -como el crecimiento a futuro de la inteligencia artificial, la monetización de usuarios en redes sociales o los cambios legislativos en la industria tecnológica-, la inversión en infraestructura aporta un ancla real a la cartera, basada en activos físicos, ingresos recurrentes y visibilidad a largo plazo. Son compañías que, en muchos casos, operan en régimen de monopolio natural, con barreras de entrada elevadas y contratos que les aseguran un flujo de ingresos previsible. Y eso, en tiempos de incertidumbre, vale oro.
Una de las grandes fortalezas del fondo Lazard es la claridad con la que define su universo de inversión. No cualquier activo etiquetado como “infraestructura” entra en la cartera. El equipo gestor ha delimitado con precisión qué tipo de activos considera preferidos y cuáles quedan excluidos por no ofrecer las características necesarias para una inversión robusta y estable a largo plazo.
Los activos preferidos son aquellos que presentan características estructurales que los hacen especialmente atractivos para el inversor a largo plazo: ingresos estables, previsibilidad, protección frente a la inflación y bajo riesgo competitivo. Un ejemplo es las utilities reguladas, como National Grid o Consolidated Edison. Se trata de compañías que operan en mercados con características de monopolio natural, cuentan con una rentabilidad regulada y, lo que es aún más importante, tienen mecanismos explícitos o implícitos de indexación a la inflación.
Además de las utilities, el fondo invierte en activos como autopistas de peaje, aeropuertos, torres de telecomunicaciones y redes críticas ubicadas en países desarrollados de la OCDE, donde la estabilidad institucional y regulatoria refuerza la visibilidad de los ingresos. Todos ellos comparten un denominador común: son infraestructuras esenciales, con flujos de caja recurrentes, protegidos por contratos a largo plazo o marcos regulatorios, y escasa exposición a los vaivenes del ciclo económico.
En el extremo opuesto, el fondo evita conscientemente aquellos activos que, aunque técnicamente puedan formar parte del universo de “infraestructuras”, no ofrecen los atributos deseados. Hablamos de generadores eléctricos que operan en mercados mayoristas no regulados -como Drax Power o Constellation Energy Group-, donde los ingresos dependen de los precios del gas. También quedan fuera sectores como las constructoras, compañías de servicios de telecomunicaciones, aerolíneas o servicios auxiliares como el manejo de equipajes, que están expuestos a ciclos económicos, competencia feroz y márgenes inestables. Igualmente, se excluyen de forma sistemática activos situados en países emergentes o en desarrollo, donde los riesgos regulatorios, políticos o cambiarios pueden empañar incluso el mejor de los modelos de negocio.
A esa selección cuidadosa se suma una diversificación sectorial y geográfica muy bien construida. En cuanto a sectores, el fondo concentra su exposición en activos clave de infraestructuras. Cerca del 28% del fondo está invertido en utilities diversificadas. Le siguen las autopistas de peaje, que suponen un 22,3% de la cartera, con más de 97 concesiones operativas en 10 países distintos y más de 10.000 kilómetros de red vial gestionada. Es una inversión que combina estabilidad y crecimiento, beneficiándose del aumento del tráfico y de la actualización automática de tarifas vinculadas a la inflación.
La cartera también incluye un 11% en utilities de agua, un 9% en ferrocarriles, otro 9% en utilities de electricidad y un peso similar en infraestructuras de gas. La exposición a aeropuertos (8,3%) y torres de comunicación (1,2%) se mantiene dentro de un marco prudente, seleccionando sólo activos que cumplen los criterios que antes hemos contado.
Desde el punto de vista geográfico, el fondo apuesta principalmente por economías desarrolladas con marcos regulatorios estables. El 20% de la cartera está en Estados Unidos, seguido del Reino Unido con un 19,3%, Italia con un 16,8%, España con un 12,5%, y Francia con un 9%. Otras exposiciones incluyen Australia (6%), Hong Kong (6,8%) y un pequeño porcentaje en Alemania, Suiza, Canadá o Nueva Zelanda. La selección de países responde a una lógica clara: sólo se invierte allí donde las reglas de juego son claras, los derechos de los inversores están protegidos y los marcos regulatorios permiten estabilidad a largo plazo. Si, por ejemplo, te gustan las infraestructuras europeas con el plan de Alemania y la reconstrucción de Ucrania, este es tu fondo, claramente.
Tampoco hay que perder de vista que, aunque ya no se hable tanto, las inversiones en sostenibilidad siguen en pie. Y las infraestructuras son clave aquí. Es decir, este tipo de activo no sólo ofrece estabilidad, sino también exposición a tendencias de largo plazo que tienen el respaldo de gobiernos, inversores institucionales y normativas internacionales.
La infraestructura cotizada, además, aporta ventajas prácticas frente a la inversión en activos no cotizados: mayor liquidez, transparencia diaria en la valoración y menores costes de acceso. En el caso de Lazard, todo esto se combina con un equipo gestor con más de 13 años de trayectoria conjunta.
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