Ya hemos escrito sobre la concentración (que no es tanta, pero no para de crecer) del mercado americano y de cómo las grandes están acaparando todo. No obstante, existen razones para ir metiendo un pie en las no tan grandes o, incluso, en las pequeñas. Existen diversas razones. En primer lugar, las macroeconómicas. Las recientes bajadas de tipos de interés equivale a abrir las ventanas para que entre aire fresco en una habitación sofocante. Y las pequeñas compañías lo necesitan más que nadie: al depender de financiación barata, cualquier reducción en los costes de crédito les da un respiro y, con ello, una oportunidad de brillar. Además, los periodos de relajación monetaria suelen beneficiar a los sectores más sensibles al consumo interno, donde estas empresas tienen su fuerte. Además, en entornos de crecimiento, este tipo de compañías suelen recoger más parte de la tarta.
Otro motivo son las políticas de Trump. Un aumento de los aranceles beneficia a compañías locales, que suelen ser las de menor tamaño. La relocalización también beneficia a muchas pymes como proveedores de servicios y productos a las grandes compañías que vuelven al hogar.
En otro terreno, las valoraciones también son muy atractivas. Las rebajas de enero parece que tienen su eco en la valoración relativa de las small caps. No es que sean gangas, pero el potencial es mayor. El PER de las grandes compañías es bastante exigente, sobre todo en Estados Unidos. Con estas atractivas valoraciones, unida al contexto macroeconómico, a uno le entran ganas de descorchar el vino.
El principal problema suele ser el mismo. A Google o Amazon todos las conocemos. Pero el taller de chapa y pintura de la esquina del pueblo de mi tía en Wisconsin, no lo conocemos. Es una exageración, pero existe un miedo a lo desconocido, lógicamente. De hecho, los analistas suelen decir que a las pequeñas compañías nadie las entiende hasta que es demasiado tarde. Por supuesto, son mucho más difíciles de analizar, porque hay menor cobertura. Pero ahí está la oportunidad.
Fuente: Carlos Arenas Laorga
La recuperación tras las caídas son un terreno fértil para el rebote. Así como en mercados bajistas, este tipo de compañía suele sufrir más, también son las que más rebotan. Su agilidad y dependencia de factores como el señalado de los costes de financiación las hacen más volátiles. Y en entornos de crecimiento, repetimos, más sencillo es que despunten. Es la diferencia entre hacer girar a una lancha y a un trasatlántico. De hecho, una caída del 30% en una pequeña empresa requiere un aumento del 42,9% (en una grande también, pero no se suelen ver unas oscilaciones tan grandes) para recuperar el terreno perdido. Y aunque esto pueda parecer abrumador, históricamente estas recuperaciones no solo son posibles, sino frecuentes en periodos de expansión económica.
La mayor diversificación de las pequeñas compañías es otra de las ventajas. El universo de inversión es mucho más amplio. No es que sea lanzar una moneda o apostar por un caballo al azar. Para eso hay fondos de inversión cuyos analistas están especializados en este tipo de empresas. En muchos negocios de estas compañías no encontrarás nada parecido a lo que hacen las grandes. Por eso siempre salen los conocidos unicornios. Algunos fondos de pequeñas compañías suben mucho de vez en cuando por este motivo: empresas que dan el salto o son adquiridas por algún gigante.
Fuente: Carlos Arenas Laorga
Las pequeñas compañías tienen todas las papeletas para aprovechar el contexto actual. Bajadas de tipos, valoraciones atractivas y un mercado que las ha castigado en exceso crean el caldo de cultivo perfecto para su revalorización. ¿Es garantía de éxito? Nunca. Pero hay que mirar los datos para que no se nos pasen las ideas de inversión por falta de conocimiento. Quizá no queramos invertir porque vemos una recesión cercana, o porque nos supone mucho riesgo invertir en este tipo de activo. Pero que no sea porque no veamos las oportunidades.
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