Con un telón de fondo de guerras y  agitación política, muchos recordarán  2024 con sentimientos encontrados.  Sin embargo, en lo que respecta a los  inversores, resultó ser un año excelente: en cuanto a la renta  variable, el índice de referencia  estadounidense, el S&P 500, ganó  alrededor de un 25% en dólares, mientras que el índice paneuropeo  Stoxx 600 subió algo menos de un 10%, lo que no deja de ser un rendimiento respetable.

En los mercados de renta fija, los inversores  volvieron a beneficiarse de las primas  de riesgo (los denominados diferenciales de crédito), y los bonos  high-yield de EE.UU. y la zona del euro generaron rendimientos en torno al 8%. En cambio, la deuda  pública de mercados core ni siquiera  fue capaz de seguir el ritmo de la  inflación. Además, hubo tendencias  extremadamente divergentes en los mercados de materias primas:  mientras que los precios del cacao se dispararon y el oro tuvo un gran  auge, el petróleo sólo se movió lateralmente.

En última instancia, la única constante que caracteriza 2024  es que diversificar una cartera  mediante una variedad de clases de  activos es un enfoque eficaz, como lo  ha sido (casi) siempre.

Más allá de eso, el año pasado será  recordado por una cosa en particular:  el liderazgo de EE.UU. en los mercados mundiales de renta  variable y divisas. “America First” no  es solo el lema del nuevo gobierno de  Trump, sino también de los inversores  mundiales. Una parte significativa,  casi el 75%, de los enormes flujos de  entrada de los mercados de renta  variable el año pasado se canalizó  hacia valores estadounidenses.

En los mercados de renta variable estadounidenses, las “Siete  Magníficas”, fueron una vez más las  principales compañías impulsoras del  rendimiento de los índices y atrajeron la mayor parte de la atención de los  inversores. Gracias sobre todo a un  crecimiento de los beneficios superior  al del mercado en general, pudieron  consolidar su posición dominante. No  obstante, sus múltiplos de valoración  también han aumentado  
considerablemente en los últimos tiempos.  

En consecuencia, el mercado de renta  variable estadounidense, como motor  mundial de todas las clases de  activos de riesgo, tiene que responder  a unas grandes expectativas, que  además han aumentado recientemente. El escenario de  referencia para la economía sigue  siendo una mezcla de crecimiento  sólido a un nivel cercano a la  utilización normal de la capacidad,  junto con una inflación a la baja .

La diferencia es cada vez mayor: Crecimiento previsto de  los beneficios en los próximos 12 meses para MSCI USA  y MSCI World excluyendo EE.UU. (en dólares)

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(aunque es probable que se mantenga por encima de su  objetivo del 2%, de momento). Con un 15%, la previsión de  ganancias del S&P 500 tampoco es precisamente  modesta: para que este escenario se cumpla, suponiendo  que las empresas generen un crecimiento de las ventas en  torno al 6%, los márgenes de beneficio tendrían que  mantenerse en un nivel históricamente alto. En cuanto a la  política, las expectativas pueden describirse como algo  más moderadas. Aunque algunas cuestiones como los  recortes fiscales y la desregulación resultarán favorables,  se prevén acalorados debates sobre el aumento de los  aranceles y la política de inmigración.

Conclusión para los mercados estadounidenses en 2025: fuerte demanda y  grandes expectativas, pero un mayor potencial de  decepción.  

Esto contrasta fuertemente con las perspectivas para gran  parte del resto del mundo, con el listón especialmente  bajo para la zona euro en 2025, donde el consenso prevé  un crecimiento económico del 1%, mientras que los  beneficios de las empresas incluidas en el Eurostoxx50  aumentarán en torno al 7,5%. En otras palabras, los  beneficios solo tendrían que crecer la mitad que en EE.UU.  para cumplir las expectativas, teniendo ya en cuenta la  incertidumbre política en Francia y Alemania.

La situación en China no es muy diferente de la de Europa:

Los problemas ya conocidos, como un débil gasto de los  consumidores y un mercado inmobiliario en dificultades,  no se resolverán por sí solos. Al mismo tiempo, las  previsiones y las valoraciones son casi tan moderadas  como en Europa. Podría decirse que cuanto más duras  sean las sanciones comerciales del nuevo gobierno  estadounidense, mayores serán probablemente las  medidas de estímulo económico del gobierno chino.

Las lecciones aprendidas por los inversores durante los  últimos años demuestran que, por lo general, un sólido  consenso ha tenido que adaptarse a realidades  cambiantes a lo largo del año, ya sea como consecuencia  de la COVID-19, de una inflación superior a la prevista o  de subidas de los tipos. Por ello, es posible que 2025 sea  otro año en el que el cambio sea la única constante.

El inicio de 2025 sugiere la siguiente asignación táctica para la renta variable y la renta fija:

  • Es probable que la interacción entre el crecimiento económico y la inflación sirva de orientación para los mercados mundiales de renta variable. En este sentido,  los inversores deberían prestar la máxima atención a los  datos estadounidenses. Cuanto más consistente sea el  crecimiento de la economía y más suave se mantenga la  inflación, más favorable será la respuesta de los  inversores. Los últimos indicadores de crecimiento de  EE.UU. siguen transmitiendo un mensaje positivo en este  comienzo de año. Sin embargo, continúa la incertidumbre sobre la inflación, ya que los últimos datos  estadounidenses sugieren que los tipos se están  asentando mucho más cerca del 3% que del objetivo del  2%. Esto puede significar que la Reserva Federal (Fed)  tenga que retrasar nuevos recortes de tipos o incluso  abandonarlos por completo.
  • Existe una diferencia significativa y cada vez mayor  entre las valoraciones de las acciones en todo el mundo.  Mientras que algunos múltiplos de valoración en EE.UU.  se acercan a máximos históricos, los de Europa y China  han alcanzado o incluso se han situado por debajo de  las medias históricas. Esto desplaza la ratio riesgo/rentabilidad a largo plazo a favor de los  mercados de renta variable no estadounidenses. Dentro  de los mercados de renta variable también se están  acentuando tendencias similares: los segmentos que  antes se pasaban por alto, como compañías value o  valores de “segunda fila”, cotizan con valoraciones muy  atractivas, mientras que las elevadas expectativas se  han trasladado a los valores de estilo growth y, en  particular, a los del sector tecnológico.
  • La falta de avances en el control de la inflación en  EE.UU. ha tenido un efecto dominó en los mercados de  renta fija, provocando un aumento significativo de los  rendimientos tanto estadounidenses como europeos. A  su vez, esto ha aumentado el atractivo de los bonos  como cobertura de cartera frente a riesgos imprevistos a  la baja. Sin embargo, una inflación persistente más  elevada e incierta hará más difícil mantener el poder  adquisitivo, una tarea que sigue sin estar clara con el  Bund alemán a 10 años, por ejemplo.
  • Tras la bonanza de los mercados de renta variable, los  diferenciales de los bonos corporativos siguen rondando  mínimos históricos. Esto sugiere que los inversores no  están excesivamente preocupados por un deterioro de la  calidad del crédito corporativo y que no hay interrupción  de la oferta de préstamos en la economía. Sin embargo,  esto implica que la prima de riesgo crediticio que los  inversores pueden ganar por encima de la de los bonos  del Tesoro es relativamente modesta.  
  • En cuanto a los mercados de divisas, recientemente se  ha producido un caso de “América First”, con la apreciación del dólar frente a casi todas las demás  divisas. Esto refleja las expectativas de los inversores de  que los tipos en EE. UU. bajarán en menor medida que  en otros lugares y también es probable que influya la  previsible política comercial más agresiva durante el  segundo mandato de Trump. A medida que avance el  año, esta tendencia de fortalecimiento del dólar puede  perder fuerza, ya que, mientras tanto, la divisa  estadounidense parece sobrevalorada en términos de  paridad de poder adquisitivo.

Tema de inversión: Rentas en tiempos de crisis

  • Demografía: la población mundial crece, pero a un ritmo  cada vez más lento, mientras que la esperanza de vida  no deja de aumentar. La población mundial en general  está envejeciendo y la población potencial en edad de trabajar está disminuyendo, sobre todo en las  economías desarrolladas.
  • Digitalización: las “máquinas inteligentes” están  provocando cambios profundos en el empleo. • La cuestión de qué tipo de tareas quedarán disponibles  para que las realicen los seres humanos y cuántos  puestos de trabajo habrá, conduce inevitablemente a la  cuestión de su remuneración. A este respecto, Richard  Freeman, economista especializado en el ámbito  laboral, prevé un cambio de paradigma en la relación  entre el trabajo humano y el automatizado. Con una  pizca de ironía, llega al meollo de la cuestión cuando  pregunta: “¿vas a trabajar para el robot o el robot va a  trabajar para ti?”  
  • En consecuencia, factores como los robots y la  demografía sugieren que ha llegado el momento de  hablar de la búsqueda de rentas para complementar los  ingresos procedentes del trabajo.
  • Necesitamos más rentas, especialmente en la era de las  máquinas inteligentes y en un sistema de pensiones que  cruje bajo la presión del cambio demográfico. Pero la  cosa no acaba ahí. De hecho, las rentas pueden  destinarse a muchos otros usos: más dinero para las  vacaciones, para las compras cotidianas o como “beca  de los abuelos” para ayudar a los nietos durante su  aprendizaje y sus estudios universitarios...
  • Las rentas pueden proceder de dos fuentes: los intereses  de los depósitos bancarios y de los cupones pagados por  los bonos, o los dividendos pagados por las acciones.

En conclusión, ha llegado el momento de centrarse no  sólo en la rentabilidad total de una inversión, sino  también en sus flujos de caja futuros previstos. ¿Por qué  nuestro dinero (o los “robots”) no debería trabajar  para nosotros?