La deuda total superó los 29 billones de dólares en el cuarto trimestre de 2024, acercándose así al 100% del producto interior bruto (PIB). Y la Oficina de Presupuestos del Congreso anticipa que seguirá aumentando en el futuro.

No obstante, mucho dependerá de las hipótesis sobre las que se basen las previsiones. Por ejemplo, si los tipos de interés acaban siendo ligeramente más bajos, la inflación algo más alta o la economía un poco más favorable, el panorama de la deuda podría ser mucho más propicio. Y lo mismo ocurre al revés. Todo ello hace que resulte bastante complicado valorar la sostenibilidad de la deuda.

En uno de los escenarios, en el que la economía estadounidense crece a una tasa ligeramente superior a su media histórica, los niveles de deuda podrían ir cayendo en los próximos diez años. ¿Sería eso un problema?

Mi respuesta a esa pregunta es que será un problema cuando se convierta en un problema. Es decir, cuando los inversores nacionales y extranjeros decidan que ya no quieren invertir en títulos del Tesoro estadounidense. Es difícil saber cuándo ocurrirá, pero una llamada de atención por parte de los inversores podría hacer que las autoridades repararan en ello.