Desde un tiempo para acá, las incertidumbres que envuelven a la economía mundial ha hecho a muchos pensar en algo temido por todos, la recesión, sobre todo a este lado del Atlántico. 

Nadie sabe lo que va a pasar y en muchos casos apuestan más por una ralentización económica, pero lo cierto es que en la última década hemos hecho frente a una de las peores crisis financieras de nuestra historia, el rescate europeo de la banca española tras la debacle de las constructoras, una pandemia sorprendente que provocó una crisis y un programa de recuperación comunitario todavía más inauditos, unas guerras que amenazan con devolver a Europa a la Guerra Fría y que mantienen a todas las grandes potencias alerta y, finalmente, una inflación tan elevada que ha superado los máximos de las últimas tres décadas. Por todo ello, recesión es la palabra que resuena en muchos inversores, pero la cuestión es cómo y cuándo.

ALEMANIA Y FRANCIA EN EL PUNTO DE MIRA

Una recesión no tiene una única definición, pero generalmente se entiende como una disminución significativa de la actividad económica que puede durar desde unos meses hasta años. Según el National Bureau of Economic Research (NBER), implica una caída notable y generalizada de indicadores como el PIB real, las rentas reales, el empleo, la producción industrial y las ventas.

Y aquí, el Producto Interior Bruto (PIB) es la principal herramienta para medir una recesión, ya que ayuda a distinguir entre una recesión técnica y una recesión económica.

Según las últimas estimaciones, el crecimiento económico será lento y desigual en Europa en 2025. Durante el primer trimestre, la economía sentirá el impacto de la desaceleración registrada en el último trimestre de 2024, y la incertidumbre política podría frenar la actividad en algunos países. Alemania celebrará elecciones el 23 de febrero, mientras que Francia afrontará su tercer gobierno en un año. 

Y todo esto significa una cosa, que hasta que se definan las nuevas políticas económicas, empresas y hogares optarán por la prudencia, posponiendo decisiones de inversión y consumo, a pesar de unas tasas de ahorro elevadas (15,7%, frente al 12,9% antes de la pandemia) y una baja confianza.

Así, en este contexto, Alemania apenas evitará una nueva contracción económica, manteniéndose en una situación de estancamiento. Francia e Italia tendrán un crecimiento moderado. Y España destacará con un mejor desempeño económico siendo la locomotora de Europa con un aporte del 40% del crecimiento económico.

Además, las políticas fiscales jugarán un papel clave: Alemania debatirá flexibilizar su rigidez presupuestaria, mientras que en Francia e Italia el ajuste fiscal seguirá limitando el crecimiento de sus economías.

¿CÓMO PREPARARNOS ANTE UNA RECESIÓN?

Mientras que Araceli de Frutos, Consejera de de Araceli de Frutos EAFI y asesora del fondo Alhaja inversiones y Guillermo Santos, socio y responsable de estrategia de iCapital aseguran que no habrá recesión, Manuel Pinto, analista de mercados señala la diferencia entre Estados Unidos y Europa, que muestran un claro contraste en sus perspectivas económicas. El analista dice que “mientras que en Estados Unidos se proyectan crecimientos sólidos cercanos al 3%, impulsados por la inteligencia artificial, la tecnología, la productividad y recortes fiscales al 15%, Europa presenta un panorama más débil. En particular, el Bundesbank prevé para Alemania, la mayor economía de la región, un crecimiento modesto del 0,1% o 0,2% en el próximo año”.

En este sentido, Manuel Pinto apuesta por confiar en Estados Unidos, “especialmente replicando el S&P 500, como una oportunidad clave en renta variable, complementada con una buena diversificación de la cartera”. En renta fija, señala que estamos en un momento histórico para invertir en bonos de gobierno europeo, “debido a factores como los recortes de tipos del Banco Central Europeo, una demografía en declive, caída de la productividad e inflación, además de la posible recesión o desaceleración”. Y también destaca las oportunidades en nichos como “los bancos en Estados Unidos, empresas del sector médico para el envejecimiento poblacional, robótica, y el bitcoin, como parte de una estrategia diversificada frente a la volatilidad del mercado”.

Por su parte Araceli de Frutos apunta que si hubiera recesión “retornaríamos a una cartera mucho más defensiva, mucho más convertible a por dividiendo”. Además recomienda invertir en “compañías que tengan ventaja competitiva, que no tengan mucha deuda, que tengan capacidad de generación de caja y que remuneren al accionista”, por lo que advierte de que la selección a largo plazo no cambiaría en demasía.

Y Guillermo Santos indica que si el deterioro de la macroeconomía en Europa llegara y fuese notable, nos refugiaríamos en tipos de interés. A corto, todavía con retornos interesantes, a medio/largo en bonos soberanos y a corto/medio en bonos corporativos privados cuidando mucho la calidad de estos. Porque qué duda cabe que si vamos a recesión, aumenta la mora y si aumenta la mora, el default, no de una manera generalizada, pero partimos de muy abajo. Por lo que habría que tener cuidado en un ambiente o entorno recesivo con ese tipo de activo y confiar más en bonos de calidad y, especialmente, en soberanos.

Está claro que nadie puede saber a ciencia cierta qué es lo que va a suceder en los próximos meses, pero hay que saber que los mercados reaccionan en el corto plazo a las previsiones que tienen a futuro y que ayudará un buen colchón de liquidez y los sectores son sesgo defensivo

La clave radica en la diversificación. Lo más recomendable es que tu cartera de inversión esté integrada por una variedad de activos, con la mayor descorrelación posible.