El índice de precios de los productos alimentarios de la ONU registró en febrero de 2022 la mayor subida desde 1961, tras un ya asombroso +23,1% en 2021, lo que pone en peligro a las poblaciones más vulnerables. El indicador, que mide el precio de la carne, los productos lácteos, los cereales, los aceites y el azúcar, se ve afectado por la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia, además de los factores relacionados con la crisis, como las interrupciones de la cadena de suministro, las tensiones logísticas y la demanda acumulada. Se espera que la inflación alimentaria siga siendo elevada, ya que Rusia y Ucrania representan conjuntamente el 30% de las exportaciones mundiales de trigo, el 50% de los aceites de girasol y el 18% del maíz.
Las crisis de los precios de los alimentos tendrán un impacto negativo en todo el mundo y, en particular, en los países emergentes, donde los alimentos representan una parte mayor de los gastos. En Estados Unidos, el precio de los alimentos representa el 7% del índice de precios al consumo, y esta cifra sube al 15% en Europa hasta el 40% en el África subsahariana. Lo que normalmente está en nuestra dieta también tiene un impacto significativo en el precio. Por ejemplo, los países europeos tienen una larga historia y cultura de consumo de pan, por lo que el trigo representa una cuarta parte de la dieta. En el sur de Asia, el trigo sólo constituye el 7%, pero el arroz, el cultivo más importante, representa el 42%.
Hasta ahora, el aumento de los precios del arroz ha sido mucho más limitado que el de otros cultivos, lo que es una buena noticia para los consumidores locales. Por último, los países altamente dependientes de Rusia y Ucrania podrían ser los que más sufran las interrupciones de la cadena de suministro. Europa del Este, el Cáucaso y Asia Central están entre los más afectados. Todos recordamos que la primavera árabe de 2011 comenzó por el precio de los alimentos y, por desgracia, Egipto también depende especialmente de las exportaciones rusas.
A corto plazo, una cosa que sabemos con certeza es que tenemos que aprender a vivir con la inflación y la volatilidad. En este contexto, todos los segmentos que dependen de los ingresos de los agricultores en dólares deberían beneficiarse, como la irrigación, la maquinaria, los fertilizantes y, en menor medida, el comercio de materias primas blandas. En cambio, los segmentos que son compradores de materias primas netas corren el riesgo de ver reducidos sus márgenes.
Adoptando un enfoque más a largo plazo, creemos que el tablero geopolítico mundial se renovará con una tendencia creciente hacia la autarquía alimentaria y el proteccionismo. A modo de ejemplo, Suiza firmó un acuerdo con Qatar para el suministro de gas natural y el Reino Unido firmó un acuerdo con EE.UU. para garantizar el suministro de diversos productos, incluidas las bebidas. China y EE.UU. pueden pedir ayuda, ya que el primero posee más de la mitad de las reservas de maíz y el segundo utiliza el 40% de su producción de maíz para etanol. EE.UU. parece estar particularmente bien posicionado, ya que es independiente en términos de alimentos, tecnología y energía. En cambio, los países europeos parecen más vulnerables.
Otro impacto a largo plazo será la aceleración en la adopción de nuevas tecnologías, ya que contribuyen a aumentar la rentabilidad y a reducir el impacto en el medio ambiente. En nuestra opinión, la agricultura de precisión está bien posicionada. Como recordatorio, consiste en el uso de tecnologías que van desde la monitorización del rendimiento, el big data hasta la teledetección, y los principios agronómicos clave son la entrega óptima de fertilizantes, agua y pesticidas a los cultivos sólo cuando y donde se requiere. Como resultado, se puede maximizar el uso de la tierra cultivable, la producción de alimentos y la eficiencia de los recursos, al tiempo que se minimiza el impacto en el medio ambiente. Los alimentos cultivados en laboratorio son también claros beneficiarios, ya que la paridad de precios con los productos agrícolas tradicionales será más fácil de alcanzar en un entorno inflacionario.