El análisis de los datos registrados durante los últimos 50 años muestra que la correlación negativa entre la renta fija y la renta variable suele coincidir con periodos en los que la inflación se acerca al objetivo del 2% fijado por la Reserva Federal. Ha sido únicamente en periodos de inflación elevada, como el que vivimos en 2022, cuando la correlación entre ambas clases de activos se ha vuelto positiva y se han perdido las ventajas de diversificación. La preocupación por la inflación parece haber remitido. La Reserva Federal centra ahora su atención en el mercado laboral, una vez que la inflación se acerca ya al objetivo. En igualdad de condiciones, los recortes de tipos de interés deberían favorecer a los mercados de riesgo y la economía. No obstante, lo más probable es que los inversores aprecien en mayor medida la renta fija por la estabilidad que ofrece cuando cae la renta variable.
De cara a 2025, la inflación estadounidense tiende a la baja y se acerca al objetivo del 2% fijado por la Reserva Federal. Si atendemos a los datos históricos, ello indicaría que podríamos estar entrando en un entorno en el que la renta fija continuaría cumpliendo su función tradicional como elemento de diversificación de la cartera.