Estos artículos a menudo se centran en los acontecimientos actuales y en la cantidad de noticias que afectan a los inversores y que figuran como temas destacados en las ideas de los analistas y estrategas. En mi opinión, una de las conclusiones clave que podemos extraer es el reto que supone intentar predecir las noticias y la práctica imposibilidad de lograr resultados satisfactorios si negociamos basándonos en ellas. Dicho de otra manera: las noticias llaman la atención, pero lo que generalmente ha dictado el rumbo de las rentabilidades han sido los fundamentales. De este modo, las noticias simplemente refuerzan el cortoplacismo, lo que resulta poco beneficioso desde el prisma de los resultados de inversión.
Los comentarios sobre los recientes acontecimientos en Ucrania empiezan a tener un enfoque igualmente cortoplacista. Los participantes del mercado debaten las intenciones y acciones de Rusia y la duración prevista de la actividad militar, así como la determinación ucraniana. Estos analistas parecen pasar rápidamente de hablar como si fuesen médicos en el mundo poscoronavirus a convertirse en estrategas militares. Los mercados han caído y, posteriormente, han repuntado, la volatilidad ha aumentado, los precios de las materias primas se han disparado y los bancos centrales han adoptado puntos de vista basados en incógnitas y en el aumento del riesgo de debilidad económica.
Con el transcurso del tiempo, los mercados pasan página. Los temas actualmente en boga vuelven a ser la inflación y las medidas de los bancos centrales, los resultados trimestrales y las elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos. La mayor intervención militar en el continente europeo desde la Segunda Guerra Mundial, que inicialmente se planteó como un acontecimiento crucial para los inversores, parece ahora constituir una inquietud regional y está pasando poco a poco a un segundo plano.
Con todo, las preocupaciones humanitarias continúan revistiendo una importancia primordial. Tengo compañeros ucranianos y rusos en MFS, además de otros de ascendencia de Europa oriental. Muchos de ellos tienen familiares y amigos en la región, por lo que sé que la crisis humanitaria es real y que la situación sigue planteando riesgos considerables a corto plazo. Así, esta tragedia humana no caerá fácilmente en el olvido y debería continuar siendo una preocupación fundamental.
Dicho esto, tratar de predecir el rumbo del mercado y los resultados a corto plazo basándose en acontecimientos como este resulta extremadamente difícil, como ya he comentado. Además, creo que los mercados están prestando muy poca atención a posibles cuestiones fundamentales a más largo plazo que seguramente persistirán.
Este paso de la globalización a la regionalización y la autosuficiencia bien podría mejorar la resiliencia de las economías, pero lo hará en detrimento de la eficiencia y creará un entorno que terminará generando presiones inflacionistas.
Perturbaciones en las materias primas y riesgos para la oferta
La respuesta inicial a la invasión de Ucrania afectó a los mercados de materias primas de una forma rápida y predecible. Los temores a las sanciones y a las perturbaciones en el plano de la oferta provocaron un aumento de los precios, especialmente los de la energía y los alimentos. Los precios de la mayoría de las materias primas han caído desde sus máximos, pero continúan situándose en cotas más elevadas que antes de la invasión. Los bancos centrales de todo el mundo se enfrentan ahora a la tarea de contener la inflación bajo el fantasma de la ralentización del crecimiento y el riesgo de cola geopolítico, lo que constituye un reto considerable.
Existe un consenso en cuanto a que estamos asistiendo a un desafío a la globalización y a la interconexión en el plano económico. Ello se percibe como un fenómeno inflacionista, habida cuenta de los problemas en las cadenas de suministro, y, más preocupante aún, como un riesgo para la estabilidad y la seguridad en ausencia de los recursos necesarios. Muchos países son ahora conscientes de los riesgos asociados a la codependencia, especialmente cuando se depende de un socio o región inestable.
En consecuencia, probablemente observaremos un impulso comprensible en pro de la autosuficiencia, con el fin de contar con existencias y mecanismos de abastecimiento adicionales, así como con capacidad de resiliencia, para poder controlar el destino propio. Muchos esperan que el repunte de inversión necesario para poder efectuar estos desembolsos resultará beneficioso. No cabe duda de que así será en términos de crecimiento nominal a más corto plazo, pero también podría convertirse en la base de una inflación estructural. Sin embargo, en paralelo, las implicaciones de inversión a más largo plazo parecen menos convincentes. Cabe esperar que el gasto fiscal proporcione capital para incrementar la capacidad productiva local, pero ello seguramente ejercerá presión sobre unos balances públicos que ya se encuentran tensionados. Asimismo, un gasto de esta índole tiene como resultado probable un exceso de capacidad y de inventarios, además de importantes ineficiencias frente a las alternativas internacionales. Estos problemas suponen un reto a la hora de lograr un crecimiento económico real y sostenible y una mejora de las tasas de crecimiento tendencial a más largo plazo.
Este paso de la globalización a la regionalización y la autosuficiencia bien podría mejorar la resiliencia de las economías, pero lo hará en detrimento de la eficiencia y creará un entorno que terminará generando presiones inflacionistas.
Rusia, dejada de lado
Al margen de mi anterior argumento acerca de la limitada visibilidad que tienen los inversores respecto de cómo terminará el conflicto ucraniano, existe una segunda consideración obvia a largo plazo. Las intenciones del presidente de Rusia, Vladimir Putin, parecen claras: restablecer la seguridad geográfica alrededor de Rusia, con el este de Ucrania haciendo las veces de puente terrestre hacia Crimea y el Mar Negro.
Occidente ha reprendido ampliamente a Putin, lo que ha conllevado que Rusia quede aislada de gran parte de la economía mundial. El conflicto ha desencadenado una guerra financiera y económica contra la economía rusa a una escala sin precedentes en la historia reciente. El capital occidental ha abandonado Rusia, el rublo y la riqueza del país han quedado diezmados y los inversores extranjeros han dado la espalda a la renta variable y los bonos de Rusia.
En estos momentos, el país está considerablemente más aislado en la economía mundial y su situación resulta significativamente peor que antes de la invasión. Muchos analistas especulan con la posibilidad de que Rusia acabe convirtiéndose en poco más que un socio considerablemente debilitado de China. En lo que respecta al gigante asiático, la militarización de los instrumentos financieros podría contribuir a hacer realidad las aspiraciones de
China de crear sistemas de pago similares a los de los países occidentales, lo que le ayudaría a alcanzar su objetivo de que el renminbi se convierta en una moneda de reserva mundial. Todos estos acontecimientos podrían tener implicaciones a largo plazo para los mercados mundiales de divisas y materias primas.
La guerra económica podría ayudar a derrotar a Rusia, pero el coste para la arquitectura económica mundial (y para el papel de Estados Unidos, para el que no existe una alternativa en términos de liquidez a escala mundial) podría resultar enorme y conllevar un cambio de paradigma.
Las noticias no son más que eso, noticias. En aras de ganar lectores, buscan llamar la atención y revisten a menudo tintes sensacionalistas. En pocas palabras: las noticias son sinónimo de ruido.
ASG
Sorprendentemente, la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha llevado a algunos inversores a desacreditar las tendencias de inversión ASG (en función de factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo). Estas voces discordantes apuntan a la rentabilidad inferior de los mandatos que infraponderan significativamente los sectores energético y de defensa o que directamente los excluyen. En lo que respecta a la rentabilidad inferior, si bien resulta marcada, consideramos que obedece a una creencia errónea en las prácticas de cumplimiento obligado de requisitos (box-checking) y de exclusión por parte de los inversores ASG, no al hecho en sí de tener en cuenta los factores ASG.
En mi opinión, la integración de los factores ASG y de sostenibilidad en el proceso de análisis proporciona beneficios en materia de inversión cuando se tienen en cuenta de forma activa, especialmente en un horizonte a más largo plazo. Adoptar un enfoque basado en la exclusión en lo que respecta a las cuestiones ASG resulta simplista, puesto que conduce a que temas de sostenibilidad complejos se analicen desde una óptica restrictiva que los cataloga como «buenos» o «malos». Este enfoque también devuelve los títulos al mercado abierto sin ofrecer la oportunidad de realizar una actividad de implicación con las empresas. Considero que la mejor manera de obtener los beneficios a largo plazo que lleva aparejada la inversión sostenible pasa por la adopción de un enfoque basado en la implicación con las compañías. Ello permite que los gestores de inversión activos desempeñen plenamente su papel y cumplan sus responsabilidades en calidad de encargados de la asignación activa del capital de riesgo, lo que les lleva a trabajar estrechamente con las entidades emisoras para obtener mejores resultados.
Concluiré con un argumento que ya he formulado en anteriores ocasiones: las noticias no son más que eso, noticias. En aras de ganar lectores, buscan llamar la atención y revisten a menudo tintes sensacionalistas. En pocas palabras: las noticias son sinónimo de ruido. Debemos identificar las noticias como lo que son y, sobre todo, no perder de vista lo que reviste importancia a largo plazo. En MFS, dejamos de lado el ruido y nos centramos en un enfoque de inversión a largo plazo que, en nuestra opinión, proporciona una mejor forma de intentar generar una rentabilidad ajustada al riesgo a largo plazo para nuestros clientes.