El orden geopolítico mundial establecido tras la Segunda Guerra Mundial está experimentando cambios vertiginosos. La invasión rusa de Ucrania y las posteriores sanciones económicas y financieras sin precedentes instauradas por EE.UU., la Unión Europea, Reino Unido y otros países, han colocado en primer plano la importancia —y el futuro— de las relaciones de interdependencia entre las naciones después de tres décadas de rápida globalización.
Dicha tendencia general de globalización que se impuso con la caída de la Unión Soviética a principios de la década de 1990, y que se aceleró posteriormente con la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio a principios de los 2000, ha ampliado las interconexiones económicas, financieras y sociales.
Sin embargo, los intereses nacionales de las grandes potencias militares y económicas han divergido hasta el punto de que la guerra ha llegado a Europa y ha transformado profundamente las políticas de defensa y seguridad energética de las naciones alineadas (especialmente las europeas que dependen en gran medida del combustible ruso). Este cambio sugiere que están produciéndose cambios estructurales.
Las relaciones entre China y EE.UU.
Desde la presidencia de Donald Trump hemos sido testigos de importantes desacuerdos entre China y EE.UU., que cobraron forma en el marco de su interdependencia económica.
De hecho, la dimensión económica de la relación se ha cuestionado de forma considerable. Las disputas comerciales entre EE.UU. y China, que comenzaron en 2018, demostraron por primera vez en la era de la globalización que la geopolítica se estaba transformando en “geoeconomía”. La crisis del COVID-19 parece haber traído consigo una tregua inestable que ha cubierto los problemas subyacentes no resueltos, que se recogen en “las tres C” de EE.UU. (competencia, cooperación y confrontación) hacia China.
Rusia recurre a China a medida que se transforma la geopolítica
La invasión rusa de Ucrania ha dado lugar a un cambio repentino y profundo en la importancia y las realidades subyacentes del entorno geopolítico y geoeconómico mundial. Mientras que las estrictas sanciones se centran en paralizar la economía y el sistema financiero de Rusia, el papel y la postura geopolítica de China se han puesto bajo la lupa, junto con la visión a largo plazo de Pekín sobre Taiwán.
A corto plazo, a medida que se aísla cada vez más a Rusia de la economía y el sistema financiero occidental (con algunas excepciones, como las exportaciones de energía), se observa un evidente deseo del Kremlin de virar hacia China con el fin de mitigar la sangría económica. Además, dadas las dificultades ampliamente difundidas a las que se enfrenta el ejército ruso en Ucrania, las informaciones de que Rusia está solicitando armas han añadido una dimensión militar, elevando la preocupación por una posible conexión directa de China con un conflicto en el que participan EE.UU. y las naciones alineadas. Pekín ha desmentido estas informaciones, calificándolas como un intento de distorsionar y socavar su posición en la guerra de Ucrania.
¿Qué camino debe tomarse a partir de aquí?
Huelga decir que la situación geopolítica actual no es estable. Se plantean múltiples escenarios en lo que respecta al desarrollo de la guerra en Ucrania en los próximos días y la respuesta de Rusia.
El intento de China por mantener una postura neutral en la guerra, junto con la petición de apoyo de Rusia, significa que las relaciones económicas entre China y EE.UU. y la UE son una prioridad para los inversores, y especialmente en lo que respecta a cómo podrían empeorar, teniendo en cuenta los antecedentes de guerra comercial (quizás a través de sanciones, como las que se han aplicado de forma extrema a Rusia). Las buenas relaciones dependen en gran parte de cómo China gestione la situación actual y pondere sus intereses a largo plazo, dada la profunda transformación del entorno geopolítico mundial.
Las relaciones de interdependencia entre China y otras naciones siguen siendo elevadas Observamos que China está considerablemente más integrada en la economía mundial que Rusia, y que su interdependencia con los mercados desarrollados va mucho más allá. En lo que se refiere al peso en la economía actual (como porcentaje del PIB mundial por paridad de poder adquisitivo), China se sitúa en el 18,7%, frente al 3,1% de Rusia.
No obstante, el vínculo energético entre Europa y Rusia es considerable (el 40% del gas y el 25% del petróleo de Europa provienen de Rusia). Sin embargo, esto no ha impedido a la UE y a otras naciones alineadas imponer sanciones duras y de gran alcance a Rusia como respuesta a la invasión.
Concretamente, la posición de inversión neta de China se sitúa en torno a 2 billones de dólares estadounidenses (a septiembre de 2021), con alrededor de 9 billones de dólares en activos exteriores y cerca de 7 billones de dólares en pasivos exteriores. A modo de comparación, los activos exteriores de Rusia rondaban los 1,6 billones de dólares (aproximadamente la mitad han sido congelados) y cerca de 1,1 billones de dólares en pasivos (entre 500.000 y 700.000 millones de dólares corren el riesgo de ser amortizados completamente) antes de la guerra de Ucrania (según los últimos datos disponibles).
La diferencia es aún mayor cuando hablamos del comercio. La cuota de China en el valor de las exportaciones mundiales se sitúa en el 14,2%, frente al 2,2% de Rusia (en lo que se refiere a las importaciones, los porcentajes son del 10,5% y el 1,2%, respectivamente).
Por último, cabe destacar el potencial de China para establecer vínculos financieros mundiales aún más profundos a la vista del amplio interés de los responsables políticos por aumentar la internacionalización de los mercados financieros y la moneda del país. La fortaleza del yuan durante los últimos meses es un buen ejemplo de ello.
Las noticias relacionadas con los ADR y el COVID elevan el riesgo
Las últimas noticias sobre la exclusión de la cotización de algunos ADR chinos de las bolsas estadounidenses también se vinculan, en las circunstancias actuales, con el entorno geopolítico de confrontación, a pesar de que, en esencia, se trata de una cuestión de transición de la liquidez (de EE.UU. a Hong Kong), en lugar de una cuestión de fundamentales. Sin embargo, dado el contexto, los inversores extrapolan el riesgo y no pueden obviarse los vínculos con posibles sanciones.
Además, desde una perspectiva fundamentalmente económica, la política de cero COVID de China se enfrenta a un enorme desafío con la nueva oleada de variantes del virus, que recientemente ha dado lugar al confinamiento de la ciudad de Shenzhen y al confinamiento parcial de Shanghái, junto con otras medidas para reducir los brotes en varias provincias. Esto, sumado a la posibilidad de que se produzcan nuevos cierres, podría ocasionar una nueva crisis en China y en la economía mundial, donde nuestra visión contempla ya un entorno de estanflación general, con un riesgo considerable de recesión en Europa.
Se necesita paciencia
En este entorno extremadamente inestable, donde la geopolítica está marcando una época y choca con las interdependencias económicas (tanto en la realidad como en las previsiones o expectativas), recomendamos ser pacientes y no sacar conclusiones precipitadas.
Todavía son posibles varios escenarios, desde una China que trate activamente de frenar a Rusia hasta una China que apoye de forma activa a Putin, pasando por un amplio abanico de variaciones que podrían repercutir en las expectativas en torno a la secuencia de los acontecimientos y el posicionamiento ante el riesgo en los diferentes mercados.
Los factores que impulsan esta situación tienen que ver principalmente con los intereses nacionales, pero es la interdependencia económica y financiera a largo plazo de los principales centros económicos y financieros la que se está analizando minuciosamente.
En vista de que no nos encontramos en una situación estable, tanto en lo que se refiere a la naturaleza de la relación con China como a su trayectoria a largo plazo, optamos por esperar a que se produzcan nuevos acontecimientos antes de tomar alguna decisión de inversión importante. No obstante, están surgiendo oportunidades interesantes, tanto en los mercados de renta variable como en los de renta fija,
que los inversores aprovecharán rápidamente si se empiezan a aclarar algunos de los riesgos que hemos señalado aquí.
Como ha indicado anteriormente la gestora, la interdependencia entre China y EE.UU., la UE y otros países desarrollados se sitúa a un nivel mucho mayor que la equivalente para Rusia (tanto en la dimensión económica como en la financiera). El coste de un conflicto abierto (militar y económico) podría ser desastroso para el mundo. El reconocimiento de esta realidad abre la puerta a que aparezcan y se forjen nuevos consensos.
Desde la perspectiva del análisis ascendente, una vez que se disipe la polvareda y se aclaren las realidades del nuevo mundo, será importante considerar los criterios ESG como factor diferenciador entre las compañías y la sostenibilidad de los modelos de negocio (tanto para el mercado interno como para los mercados internacionales), prestando mayor atención a los marcos de gobierno y de gestión. Creemos que esta área sigue siendo una fuente clave de rentabilidad potencial para los inversores desde una perspectiva a largo plazo.