La penetración del vehículo eléctrico en Europa se ha quintuplicado en los dos últimos años, pasando del 4% al 20%.
En gran medida, esta tendencia se apoya en la normativa y los incentivos en marcha. Los gobiernos europeos han implantado mayores subvenciones a la compra de vehículos eléctricos como parte de un paquete de estímulo más amplio para rescatar la economía de la pandemia. Además, estos vehículos se encuentran a las puertas de la rentabilidad gracias a la caída de los costes de las baterías y a la previsión de nuevas innovaciones que compensen el aumento de los costes de las materias primas.
A medida que bajan los precios y mejora la infraestructura de recarga, también se amplía la base de compradores. Sin embargo, la clave para su adopción masiva es que la industria fabrique un vehículo eléctrico que sea tan asequible y cómodo de poseer y manejar como los tradicionales con motor de combustión interna.
China, el mayor mercado automovilístico del mundo, tanto de vehículos con motor de combustión interna como eléctricos, vendió el año pasado más de tres millones de modelos eléctricos, lo que supone la mitad de todas las unidades vendidas en el mundo. Aunque el país asiático lleva más de tres décadas tratando de convertirse en un exitoso fabricante de vehículos con motor de combustión interna, las marcas extranjeras representan actualmente más del 70% del mercado chino. En cambio, las marcas chinas tienen más del 80% de la cuota de mercado de los vehículos eléctricos, impulsadas por empresas como BYD y Shanghai Auto, así como por compañías emergentes como NIO. A pesar de haber entrado en el mercado hace sólo dos años, Tesla es la única marca extranjera de vehículos eléctricos en China que ha logrado un avance significativo, con la venta de medio millón de unidades en 2021.
A pesar de los notables avances, los retos persisten. Existe la preocupación de que la reciente escasez de semiconductores pueda ser la primera de una serie de cuellos de botella a medida que los fabricantes de vehículos eléctricos aumentan la producción. Los fabricantes de automóviles han respondido a la escasez de chips tratando de integrarse verticalmente o asegurando el suministro mediante asociaciones. La gestión de la cadena de suministro y la garantía de acceso a los recursos necesarios serán cruciales para las automovilísticas en los próximos años.
Dado que cada vez más personas poseen coches eléctricos, es probable que la demanda de puntos de recarga supere a la oferta. Hay que tener en cuenta el impacto de esa demanda adicional en el suministro eléctrico y la capacidad de concesión. Por ello, los gobiernos deben colaborar estrechamente con las compañías eléctricas y los fabricantes de automóviles para crear una red de recarga que sea adecuada. Las empresas de servicios públicos tienen que desarrollar un plan estratégico que permita y posibilite un mayor suministro y distribución de electricidad, así como la posibilidad de cargar los coches en diferentes lugares: por ejemplo, necesitamos puntos de carga más lentos en el hogar y el trabajo o cerca de ellos, y puntos de carga más rápidos en la red de carreteras.
Para las empresas automovilísticas tradicionales, la transición presenta tensiones únicas. Los motores de combustión interna son extremadamente complejos, pero los eléctricos son mecánicamente sencillos, con una batería, un motor eléctrico, un inversor y una transmisión de una velocidad. Esto significa que el coste fijo de producción de un vehículo eléctrico es mucho menor que el de un vehículo de combustión interna, lo que facilita su ampliación. Sin embargo, los vehículos eléctricos requieren inversiones en software y arquitectura electrónica. Los fabricantes de automóviles tradicionales tienen que gastar mucho dinero en la creación de sus conocimientos de software. Aunque cuentan con la ventaja de los beneficios y los flujos de caja generados por su negocio tradicional, así como con una larga trayectoria en la construcción de automóviles, con el tiempo esto puede convertirse en una desventaja debido a la complejidad de tener que invertir tanto en vehículos de motor como en vehículos eléctricos.
Existen oportunidades, sobre todo para que las firmas tecnológicas se asocien con los fabricantes, donde la calidad del software se convertirá en un factor diferenciador. Los vehículos eléctricos que puedan ofrecer una experiencia realmente buena en un vehículo conectado podrían ser oportunidades de monetización muy fuertes para los fabricantes. Por ello, es más probable que empresas como Apple, Alphabet y Sony entren en el mercado de los vehículos eléctricos, ya que pretenden suministrar el software que los sustenta. Sin embargo, dado el número de empresas automovilísticas, tanto de motores de combustión interna como de vehículos eléctricos, la estructura de la industria no es óptima y es poco probable que cambie. Por lo tanto, estas empresas tecnológicas, muchas de las cuales están acostumbradas a dominar la industria en la que operan, también pueden encontrar la industria del automóvil menos atractiva que sus mercados principales.
Los vehículos eléctricos se hallan a las puertas del umbral de la rentabilidad, y los inversores pueden esperar ver una amplia gama de oportunidades de inversión en muchos sectores a partir de este cambio transformador. A pesar de este impulso, la solución de los retos en el camino hacia la adopción por parte del mercado de masas sigue siendo el principal desafío del sector.