La importancia económica cada vez mayor de los mercados emergentes -que, según nuestras previsiones, pasarán de representar en torno al 44% de la economía mundial al 56% en 2050- aumenta las posibilidades de que sus responsables políticos ejerzan una mayor influencia sobre el comercio mundial y los flujos financieros. También consideramos que tienen un gran potencial para liderar una tendencia a la desdolarización de la facturación del comercio mundial y de los flujos financieros en general.
Las reservas de divisas también podrían reflejar un menor deseo de mantener activos en dólares. La participación del dólar estadounidense en las reservas oficiales de divisas ha seguido una tendencia gradual a la baja, con una caída de más de 10 puntos porcentuales en los últimos 20 años. Gran parte de este cambio se ha debido a una rotación hacia otras divisas de mercados desarrollados tales como el euro, la libra esterlina, el dólar canadiense y el dólar australiano. El renminbi chino también ha aumentado su participación, pero desde unos niveles muy bajos.
Ahora bien, hay limitaciones a la hora de analizar las reservas en este sentido estricto y extrapolar esa cifra a la exposición global al dólar. El aumento de los fondos soberanos y de los bancos estatales que gestionan activos extranjeros ha enmascarado el verdadero alcance de las tenencias de los países. Por eso, es probable que las reservas de divisas resten importancia a la exposición global al dólar. Por otra parte, las medidas adoptadas por los responsables políticos de EE.UU. en lo más profundo de la pandemia, a saber, la Reserva Federal proporcionando un número cada vez mayor de líneas de swap en dólares y la creación de la facilidad de repos FIMA, han reforzado posiblemente el papel del dólar en el sistema monetario internacional, incluso aunque las tenencias de divisas del sector oficial se han moderado.
El dólar sigue siendo la moneda dominante en el mercado de divisas y la financiación internacional. Su cuota en las transacciones de divisas over-the-counter se ha mantenido sorprendentemente estable y Estados Unidos también domina los mercados de renta variable, con un 62% del MSCI All Country Index y una cuota similar del MSCI World Index. De hecho, los factores que refuerzan la posición del dólar, a saber, la apertura de los mercados de capitales, la calidad institucional y su uso consolidado como moneda de transacción, son difíciles de reproducir y anular.
También parece que estamos muy lejos de que las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés) proporcionen una vía para eludir el sistema basado en el dólar. Además, existen dudas sobre la voluntad de los mercados emergentes de emprender las reformas necesarias para mejorar la calidad institucional y la profundidad de los mercados de capitales, lo que aumentaría su capacidad de absorber flujos de capital a través de canales más tradicionales.
Sin embargo, si se consiguieran avances en estos frentes, se podría llegar a algo más parecido a un sistema multidivisa. Las acciones emprendidas por EE.UU. podrían provocar la desaparición autoinflingida del dólar. Un impago técnico -provocado por un fracaso en la renegociación del techo de la deuda estadounidense- o una degradación significativa de las instituciones estadounidenses, podría debilitar la posición del dólar y abrir la puerta a que otras divisas adquieran una posición más dominante. Pero parece que todavía queda mucho para que esto amenace la posición del dólar. La divisa estadounidense no ha dejado de brillar a pesar de la crisis financiera mundial, de varios enfrentamientos por el techo de la deuda, de la agitación política y social y del resurgimiento de la inflación.
De hecho, sobre una base ponderada por el comercio, el dólar estadounidense está cerca de su máximo de principios de la década de 2000. Es probable que quienes se preguntan cada noche por qué el uso del dólar está tan extendido sigan haciéndose esa pregunta durante muchas noches más.