De aquí a finales de año hay una serie de elecciones generales e internas de los partidos que tienen el potencial de marcar fuertemente las perspectivas económicas y de mercado en 2023.
Las elecciones de mitad de mandato en EE.UU. determinarán si los demócratas siguen llevando las riendas del poder en ambas cámaras del Congreso. La unificación del gobierno ha permitido a la administración Biden aprobar importantes leyes -incluida la reciente Ley de Reducción de la Inflación, centrada en el clima-, a pesar de la oposición republicana.
El importante rebote de las acciones que se benefician de las disposiciones sobre energía limpia contempladas en la Ley demuestra lo fundamental que puede ser la acción legislativa para influir en la evolución de los mercados.
Una victoria republicana en la Cámara de Representantes o en el Senado paralizaría los cambios legislativos hasta después de las elecciones presidenciales de noviembre de 2024.
La cuestión más importante que se plantea a los mercados en relación con EE.UU. es si la Reserva Federal puede lograr un aterrizaje suave, o si será necesaria una recesión -y, por tanto, una nueva caída del mercado- para controlar la inflación. Aunque las elecciones de mitad de mandato no serán decisivas para determinar el resultado, un gobierno dividido mantendría la política fiscal en un segundo plano y dejaría todo el peso del ajuste a la Reserva Federal.
Un gobierno dividido también suele empujar a los presidentes a centrarse más en las prioridades de la política internacional, donde el Congreso tiene menos limitaciones para actuar. Hasta 2016, esto era en general un efecto secundario positivo porque los presidentes estadounidenses solían centrarse en cómo podían reducir las barreras globales al comercio de bienes, servicios y capitales.
Ahora, sin embargo, las prioridades nacionales han tomado el relevo. Y dada la fractura de la relación entre EE.UU. y China, y los desafíos que plantea la guerra en Ucrania, una mayor atención a la política exterior podría fácilmente conducir a peores resultados, aumentando la incertidumbre para los mercados y pesando sobre los valores que dependen del buen funcionamiento del comercio mundial y los mercados financieros.
Las elecciones de mitad de mandato de EE.UU. coincidirán con el 20º Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, en el que es probable que Xi Jinping sea reelegido como Secretario General. Esto consolidaría el control de Xi en el poder, y probablemente conduciría a una continuación del giro político que ha supervisado para hacer que China sea menos dependiente económicamente de los mercados occidentales, poner más énfasis en la estabilidad social y el medio ambiente al establecer la política económica, y ser más asertivo en la política exterior.
Si es elegido, Xi tendrá que enfrentarse a los crecientes retos nacionales e internacionales, todos ellos con importantes implicaciones para los mercados. La política de Covid cero del país ha actuado como una importante limitación para el crecimiento económico en un momento en que el resto del mundo ha adoptado una postura más relajada respecto a la pandemia.
El cómo vaya cambiando la postura de China para volverse menos restrictiva influirá en gran medida en la magnitud de cualquier repunte de la actual debilidad económica, lo que a su vez influirá en el margen de los mercados de renta variable chinos para obtener nuevas ganancias.
El mercado inmobiliario es otro dolor de cabeza al que hay que hacer frente. La actividad en los sectores de vivienda y construcción se encuentran actualmente en su mayor caída en décadas, ya que los responsables políticos han endurecido la normativa, los promotores han estado trabajando en el exceso de deuda y la demanda de los hogares se ha suavizado.
Aunque hace tiempo que debería haberse producido un ajuste en el sector, y podría mejorar la estabilidad financiera a largo plazo, el sector inmobiliario es demasiado grande para que los desequilibrios puedan corregirse sin que se produzcan daños colaterales en la economía y en los mercados, especialmente en la renta fija.
También seguiremos muy de cerca las acciones de política exterior de Xi. Xi ha intentado cuidadosamente evitar verse arrastrado a la lucha de Occidente con Rusia, ya que sus intereses económicos dependen de unas relaciones cordiales con ambos. Esto podría convertirse en un equilibrio más difícil de mantener dependiendo de cómo evolucione la guerra en Ucrania en los próximos meses.
Mientras tanto, la percepción de que EE.UU. se está volviendo menos comprometido con su tradicional política de "una sola China" ha llevado las tensiones en el Mar de la China Meridional a su estado más álgido en décadas. Aunque no es nuestro caso base que se produzca una guerra "caliente" por el destino de Taiwán en un plazo de un año, no hay duda de que los riesgos han aumentado dado el ya bajo nivel de confianza entre las dos superpotencias mundiales.
Y aunque Taiwán es relativamente pequeño en el contexto de la economía global, es el productor más importante del mundo de semiconductores, el nuevo "petróleo" en nuestra era de la digitalización. Una escalada de tensiones más significativa, que provocase respuestas económicas y militares, sería desastrosa para la economía y los mercados mundiales.
Desde una perspectiva europea, el colapso del gobierno de coalición liderado por Draghi en Italia llegó en un momento inoportuno. Los diferenciales de los bonos soberanos italianos se han ampliado considerablemente desde que el BCE señaló que comenzaría a endurecer la política monetaria ante el aumento de la inflación. Draghi era el único político con credibilidad para dirigir el país a través de las tan necesarias reformas estructurales. Además, Italia está muy expuesta a las perturbaciones derivadas de la guerra en Ucrania debido a su dependencia de las importaciones de gas natural para alimentar su sistema energético.
Aunque el Instrumento para la Protección de la Transmisión propuesto por el BCE está diseñado para evitar la ampliación indebida de los diferenciales en los mercados de bonos europeos, su aplicación estaría muy condicionada a que los países mantuvieran una postura fiscal disciplinada.
En la actualidad, una coalición de partidos de centro-derecha, con opiniones encontradas sobre cómo afrontar los retos económicos y fiscales del país, lidera las encuestas. Y los Hermanos de Italia, el partido con más apoyo, se oponen a una serie de políticas europeas, que pueden aumentar las tensiones con Bruselas y otras capitales europeas.
Dado que es probable que Europa e Italia entren en recesión en 2023, las elecciones italianas, y las políticas que aplique quien forme gobierno, influirán en que esa recesión se asocie también a una tensión financiera extrema en los mercados de bonos y acciones.
Finalmente, Truss, la Secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, se ha convertido en la Primera Ministra del Reino Unido. Truss es conocida por querer mantener una postura dura en las negociaciones sobre el protocolo de Irlanda del Norte, así como por favorecer los recortes fiscales como forma de afrontar la crisis del coste de la vida en Reino Unido.
Desgraciadamente, una relajación de la política fiscal en un momento en que la inflación supera el 10% y la economía funciona por encima de su capacidad, sólo puede empeorar los desequilibrios británicos. Esto, a su vez, obligaría al Banco de Inglaterra a endurecer más la política monetaria -y más rápidamente, aumentando la magnitud del desplome económico que parece cada vez más probable. Y, como ocurre en todas las recesiones, esto provocaría un descenso de los beneficios de las empresas y, probablemente, una caída de los mercados de valores, especialmente de los más expuestos a la economía nacional.
Desde una perspectiva a más largo plazo, ni Truss, ni el otro candidato a primer ministro británico ofrecía grandes propuestas de reforma estructural para hacer frente a los nefastos resultados de la productividad de la última década. Hasta que no se aborden las debilidades de la oferta en el Reino Unido, el crecimiento potencial seguirá siendo anémico, los tipos de interés reales sostenibles muy bajos y los inversores extranjeros se mostrarán reacios a mantener posiciones sobreponderadas en la moneda.