La economía alemana se ha visto principalmente afectada por la caída del sector industrial, el principal motor del país. Este sector sufrió el impacto de un fuerte aumento en los precios de la energía tras la guerra en Ucrania, una situación agravada en Alemania por su combinación energética (abandono de la energía nuclear y gran dependencia del gas ruso), así como por la desaceleración económica en China, uno de los principales mercados para el modelo exportador industrial alemán. Además, Alemania ha experimentado la debilidad del sector inmobiliario, especialmente en la construcción, que ha atravesado una fase de fuerte contracción de precios en un contexto de aumento de los tipos de interés, tras varios años de apreciación significativa en los precios de la vivienda.

Parece haber un consenso relativo entre los partidos políticos alemanes para relajar la disciplina fiscal, especialmente aumentando el límite de la regla del freno de la deuda, una medida que incluso la CDU ha respaldado. También se considera la extensión y el aumento de los fondos especiales para el gasto en defensa. Sin embargo, los detalles exactos dependerán del equilibrio de poder entre los distintos partidos tras las elecciones y la coalición que pueda formarse. En cualquier caso, parece que nos dirigimos hacia un mayor apoyo fiscal para intentar reactivar la economía alemana.

Además de un estímulo fiscal necesario, Alemania parece necesitar un cambio radical en su modelo económico. Su matriz energética, basada en el consumo de hidrocarburos importados, carbón y el abandono de la energía nuclear, ya no es viable. Su modelo industrial, centrado en las exportaciones a China y EE. UU. y en sectores específicos como el automotriz, tampoco es sostenible a largo plazo. En nuestra opinión, el principal riesgo que plantea la política comercial de EE. UU. para Alemania afecta al sector automovilístico. Este sector está doblemente amenazado, en primer lugar, por el déficit comercial estadounidense con Europa en este segmento y, en segundo lugar, por el riesgo de aranceles sobre México. De hecho, las principales importaciones de productos mexicanos a EE. UU. son vehículos o bienes intermedios de producción para el sector automovilístico, de los cuales los fabricantes alemanes (VW, BMW, Mercedes) son beneficiarios.

Por el momento, China no ha implementado políticas restrictivas, pero la debilidad de su recuperación sigue afectando a la demanda. Además, desde hace varios años, China ha estado inmersa en un proceso de industrialización basado en la innovación, lo que debería llevarla a prescindir progresivamente de productos europeos.

Una posible solución sería redirigir sus mercados de exportación, con un enfoque mayor en Europa, y diversificar su industria hacia otros sectores, como el de defensa. Estas podrían ser algunas de las vías para transformar un motor económico que, en la actualidad, se encuentra prácticamente paralizado.