La falta de un equivalente neto cero es un lastre para la agenda social
Parte del problema de que la S haya quedado en segundo plano en la agenda ESG hasta ahora, es la falta de un afán regulador sistemático, impuestos e incentivos en materia social que sean comparables al compromiso que han recibido los temas medioambientales. En la actualidad, no existe un equivalente neto en el ámbito social. Por ejemplo, no hay un equivalente en materia de impuestos sobre el carbono que castigue a las empresas que carecen de una adecuada representación femenina en la alta dirección, a pesar del coste que supone una menor productividad de los equipos menos diversos.
Al mismo tiempo, algunos factores sociales han captado la atención de las empresas de todo el mundo más que otros, ya que estas se esfuerzan por mejorar su imagen pública. Por ejemplo, cada vez más empresas se esfuerzan por demostrar cómo contribuyen a la sociedad mediante buenas prácticas de recursos humanos (RRHH), igualdad de género y buenas condiciones de trabajo.
Además, hay factores que siempre han sido prioritarios en algunos sectores, como la seguridad de los empleados en el sector de la construcción, por ejemplo. Aparte de las acciones empresariales impulsadas por la demanda en materia social que ya están en marcha, es probable que el escrutinio normativo se extienda de las cuestiones medioambientales al ámbito social.
Cómo hacer que cuente
Los resultados sociales positivos son más difíciles de captar y medir que los medioambientales. Una inversión de impacto social significativa genera un cambio positivo en la sociedad, como la mejora de las cadenas alimentarias, un acceso más amplio a los sistemas de salud y una mayor inclusión financiera.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU proporcionan un marco útil para establecer objetivos de inversión y medir los resultados de la inversión. Estos objetivos ayudan a encontrar áreas de impacto que pueden utilizarse para informar a las carteras de los inversores mediante la selección sistemática de empresas que contribuyen de forma tangible a resolver problemas.
Los ODS deben traducirse en áreas de impacto vinculadas a indicadores clave de rendimiento (KPI) concretos con los que las empresas puedan ser evaluadas para su inclusión en la cartera. Solo las empresas que generen la mayor parte de sus ingresos a través de productos y servicios que representen soluciones reales o que contribuyan al objetivo especificado deberían ser elegibles para su inclusión en los fondos de impacto. De este modo se puede garantizar un alto potencial de impacto de la cartera.
La biodiversidad se sitúa en el centro de las cuestiones sociales fundamentales
La biodiversidad en particular va a recibir más atención rápidamente ya que, según las Naciones Unidas, la actual erosión de la biodiversidad y los ecosistemas están debilitando el progreso hacia el 80% de las metas de los ODS relacionadas con el agua, la pobreza, la tierra, la vida marina, la salud y la pobreza. Los estudios han constatado que la reducción de la pérdida de biodiversidad actúa como un poderoso multiplicador en toda la agenda de los ODS, teniendo en cuenta los beneficios en todos los objetivos y las compensaciones adversas.
Por ejemplo, la conservación y el uso sostenible de la tierra ayudan a combatir el hambre, la desigualdad nutricional y la seguridad alimentaria[2], así como la llamada "hambre oculta" causada por la malnutrición a escala mundial (ODS 2). Además, los ecosistemas sanos sirven de base para el sustento de las poblaciones rurales y desempeñan un papel crucial para acabar con la pobreza (ODS 1).
Por último, la restauración de la biodiversidad puede contribuir a aumentar la igualdad dentro de los países y, entre ellos, a frenar el agotamiento de los recursos por las prácticas agrícolas agresivas y mantener los puestos de trabajo fuera de los centros urbanos (ODS 10).
Y la lista continúa
Un ejemplo de empresa es DSM, con sede en los Países Bajos, que trabaja en el ámbito de los ingredientes alimentarios sostenibles y en el cuidado de la salud y la nutrición humana y animal. Para mejorar su huella operativa, DSM vigila las zonas de alto valor de biodiversidad que rodean sus instalaciones (el 27% de todos los centros de producción son adyacentes a zonas protegidas) y se abastece de forma responsable de materias primas de alto riesgo, como los derivados del aceite de palma, los materiales derivados de la madera, los aceites de pescado y el azúcar, mediante sistemas de certificación reconocidos.
En cuanto a sus productos, DSM produce Veramaris®, un aceite de algas natural utilizado como materia prima. Una tonelada de este producto evita que se tengan que capturar 60 toneladas de peces salvajes para producir piensos para salmones, protegiendo la biodiversidad marina en los océanos y ríos. También ha desarrollado soluciones nutricionales para animales que abordan los riesgos medioambientales que afectan indirectamente a la biodiversidad.
A través de Bovaer® se reducen las emisiones de metano de los rumiantes en al menos un 30%. Por su parte, VevoVitall® reduce las emisiones de amoníaco hasta en un 18% en el ganado porcino, y las enzimas proteásicas para piensos como ProAct mejoran la utilización de los piensos proteínicos en las aves de corral y, por tanto, reducen sus emisiones de nitrógeno al medio ambiente.
Aunque los datos sobre la biodiversidad siguen siendo incompletos en este momento, es probable que veamos más empresas internacionales que quieran mejorar su huella en este ámbito, así como un mayor seguimiento de los datos con el fin de cumplir con la mayor transparencia y las normas de divulgación mejoradas que probablemente impongan los reguladores en el futuro.
Es probable que el escrutinio normativo afecte pronto a otros factores socialmente relevantes que albergan un atractivo potencial de impacto y rentabilidad para los inversores que están dispuestos a comprometer su capital en empresas que impulsan la innovación y el cambio en el ámbito social.