Hace pocas semanas una de las mayores gestoras de inversión del mundo publicó un informe en el que recomendaba reforzar una cartera tradicional, compuesta mayoritariamente por renta fija y renta variable, con activos alternativos.
Aun pensando que es una recomendación acertada, me sorprenden los tiempos, ya que uno no necesitaba vivir el baño de sangre de 2022 (Caídas fuertes y sobre todo, al unísono, en renta fija y renta variable) para llegar a esa conclusión y podría haber tomado con anterioridad la decisión de construir carteras más robustas a la vista del punto de inflexión que se avecinaba en la economía y en los mercados. Uno se pregunta, por otro lado, si la recomendación emitida parte de un conflicto de interés y busca dirigir parte del dinero de los inversores hacia fondos de inversión alternativos (Hedge Funds / Retorno absoluto y Mercados Privados) cuyas comisiones son superiores y por lo tanto, más rentables para quien los gestiona.
Suspicacias a un lado, la construcción de una cartera 60/40 (Renta Variable y Renta Fija) tiene muchos ángulos desde la que puede mejorarse, aumentando, para empezar, la variedad y diversificación entre los activos que la componen. Este simple hecho debería trasladarse a medio / largo plazo en una rentabilidad superior, al menos, ajustada por riesgo (volatilidad y caídas acumuladas).
Y es que una cartera 60/40 puede gozar de cierta diversificación por clases de activo, pero el riesgo (no el capital) permanece extremadamente concentrado en la renta variable (activo sustancialmente más volátil que la Renta Fija) y por lo tanto, los retornos acaban siendo muy dependientes del rumbo que tome la economía.
Para evitar esa concentración de riesgo, es necesario diversificar las carteras por factores de riesgo que están poco correlacionados entre sí. Por lo tanto, no sólo estarán expuestas al factor de crecimiento, sino también al de crédito, duración e inflación.
La inflación es precisamente otra razón por la que se puede concluir que los mejores retornos del modelo 60/40 han quedado atrás. Dejamos atrás un periodo de bajo crecimiento, bajos niveles de inflación, tipos de interés en mínimos históricos y unos Bancos Centrales hiper activos para adentrarnos en un periodo que podría llegar a ser lo opuesto en muchos aspectos. Crecimientos nominales más altos, inflación que presumiblemente se estabilizará en niveles medios, y unos bancos centrales que tendrán sus manos más atadas que en el pasado para estimular la economía y fijar el suelo en mercados bajistas (“Fed Put”).
Teniendo en cuenta todo esto, podría decirse que el modelo 60/40 ha quedado desfasado, y que habría que plantear una nueva forma de construcción y gestión de carteras, atendiendo a las siguientes premisas:
- A través de otras fuentes de rentabilidad: frente a clases de activos que te exponen a la beta o dirección de mercado, invertimos en fondos alternativos Long Short Equity y “Macro” que se benefician de la dispersión entre diferentes acciones en el primer caso y clases de activo en el segundo.
- Activos, sectores, estilos y estrategias que brillen en un entorno inflacionista: Materias primas, sector energético, value, pequeñas compañías y aquellas con poder de fijación de precios; y finalmente, CTAs o Trend Followers (Seguidores de tendencias).
- Oportunidades en el mercado de crédito que van más allá del crédito IG (buscando mayor “yield” o rentabilidad y menor riesgo de duración en tipos de interés): High Yield, Deuda Emergente, ABS (activo flotante) ...
- Mercados Privados: Aquellos clientes o inversores que tienen una parte de su patrimonio del que no necesitan disponer inmediatamente, pueden permitirse comprometerlo en estrategias cerradas de mercados privados como Capital Riesgo, Deuda Privada, Infraestructuras e Inmobiliario para así tener acceso a otro tipo de oportunidades (El Venture Capital, por ejemplo, a través de la inversión en compañías jóvenes o start-ups es una vía superior a la que ofrecen los mercados públicos para capturar las oportunidades existentes en el sector tecnológico) y al mismo tiempo, beneficiarse de la prima de iliquidez existente, que debería permitirles obtener mejores rentabilidades a largo plazo que en los mercados públicos o líquidos.
Dicho lo anterior, la inversión en mercados privados no debe hacerse “bottom up” (el atractivo de un fondo determina tu asignación a la estrategia). En iCapital pensamos que debe hacerse, como suele ser habitual en muchos aspectos de nuestras vidas, a través de una planificación previa. No en vano, los activos o mercados privados se incluyen en el proceso de construcción de carteras que definen la Asignación por Activos Estratégica que en un horizonte de medio plazo posibilitará a nuestros clientes alcanzar el objetivo de rentabilidad fijado.
Otro aspecto relevante es reconocer que cada activo privado tiene unas características diferentes que pueden convenir a un cliente, pero a otro no (Ej: la estrategia de “Timber” puede ser útil por su carácter defensivo frente a la inflación y recesión económica, pero no resultará tan atractiva para aquellos inversores que busquen maximizar la rentabilidad a largo plazo. Para ello la inversión en capital riesgo, probablemente, sea más idóneo).
En definitiva, ante un escenario que ha cambiado, las carteras también deben hacerlo. Y no solo deben enriquecerse de la manera descrita, sino que la gestión deberá ser también más dinámica. Un entorno más volátil requerirá de una gestión más ágil, menos “buy & hold” y más adaptación a los diferentes regímenes de mercado en los que nos vamos a encontrar.