La crisis climática está ante nuestros ojos y es innegable. Sólo en los últimos meses hemos sido testigos de continuos titulares sobre temperaturas récord y otros fenómenos meteorológicos extremos en todo el planeta.
Cada año que pasa parece intensificarse aún más el cambio climático y sus ramificaciones, que afectan a un número cada vez mayor de personas en todo el mundo. Para conseguir cambiar la situación, la comunidad internacional necesita un plan urgente. Esto conllevará un precio elevado y, como asignadoras de capital, las empresas de inversión tienen un claro papel que desempeñar en la cuenta atrás hacia el net zero. La "década de cumplimiento" de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS de la ONU) también puede considerarse una gran oportunidad para que los inversores de impacto intervengan y ayuden a lograr un cambio positivo, ya que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) espera un aumento significativo de los actuales 1,3 billones de USD de fondos dedicados a la inversión en desarrollo sostenible a nivel mundial.
El eco generado por los titulares se está viendo correspondido por la adopción de medidas encaminadas a lograr un cambio positivo. De hecho, el número de países y empresas que se comprometen a alcanzar objetivos de cero emisiones netas para 2050 ha aumentado enormemente. De ahí que se pueda concluir que la cuestión se está tomando en serio. Unos 149 países tenían un objetivo net zero en junio de 2023, frente a 124 en diciembre de 2020, mientras que el número de empresas pasó de 417 a 929 en ese periodo, según un informe de Net Zero Stocktake.
Aun así, los plazos fijados por las empresas difieren sustancialmente, y la ejecución está retrasada. Según el informe Global Research 3 de Bank of America (BofA) de 2022, en el que se estudiaban los compromisos de unas 3.400 empresas, el 76% tenía el objetivo de alcanzar un nivel de cero emisiones netas para 2050, mientras que sólo un 11% pretendía hacerlo para 2030. Esto indica que muchas carecen aún de planes tangibles para aplicar medidas que les permitan cumplir las promesas realizadas.
Las buenas intenciones y las promesas no bastarán: el mundo necesita una aplicación urgente. El Informe sobre la Brecha de Emisiones 20224 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) no pinta un panorama agradable. Las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés) adoptadas por los líderes mundiales en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, celebrada en Glasgow, apenas han arañado la superficie. Según el informe, el mundo tendría que reducir el 45% de las emisiones actuales de gases de efecto invernadero de aquí a 2030 para estar en condiciones de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados (°C) y el 30% para reducirlo a 2ºC. Sus autores subrayaron la urgente necesidad de una transformación de todo el sistema y que un planteamiento gradual ya no bastará.
Un vistazo a las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con la energía en 2022 podría dar motivos para el optimismo a primera vista: el informe de emisiones de CO2 de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) mostró que aumentaron menos del uno por ciento. Esta cifra es significativamente inferior a la del año anterior, cuando se registró un aumento de más del 6%. Pero también fue impulsado principalmente por el crecimiento en sectores como la energía solar, la eólica y los vehículos eléctricos (VE), que ayudaron a compensar el impacto del mayor uso del carbón y el petróleo en medio de la crisis energética mundial. El informe lo deja claro: las emisiones de carbono siguen en una trayectoria de crecimiento insostenible y se necesitan medidas más audaces para que el mundo acelere la transición energética y cumpla sus objetivos climáticos.
Según BloombergNEF, la inversión anual mundial debe triplicarse a lo largo de esta década para alcanzar los objetivos mundiales de emisiones cero netas en 2050. Esto representa una enorme oportunidad de inversión de 2 billones de dólares, aproximadamente el dos por ciento del PIB mundial anual. Del coste total estimado de 195,7 billones de dólares, 109 billones son necesarios para transformar nuestros patrones de consumo energético. Los 86,7 billones restantes se destinarán a los activos de suministro de energía, incluida la mejora y modernización de las redes, así como la aplicación de tecnologías de captura de carbono. Una parte sustancial del gasto de capital se destinará a la inversión en fuentes de energía bajas en carbono, como la eólica y la solar.
Los gobiernos por sí solos no podrán pagar la factura. Se necesitará capital tanto público como privado y, como asignadores de capital, las empresas de inversión tienen un claro papel que desempeñar. Aquí es donde entra en juego la inversión de impacto. Estos inversores buscan desplegar su capital de forma que beneficie al medio ambiente y a la sociedad, al tiempo que generan un rendimiento financiero.
Los retos climáticos, la transición del sector energético y la reducción de las emisiones de carbono son áreas clave para los inversores de impacto. Por ejemplo, dado que la energía es responsable de la mayor parte de las emisiones de GEI, la energía limpia es clave para abordar el cambio climático y representa un componente significativo para mitigar el impacto humano. El enfoque general se centra en la reducción de emisiones con electricidad, hidrógeno y calor generados a partir de recursos renovables, y tecnologías que permitan una red fiable, así como más inteligente y ecológica. Las participaciones podrán beneficiarse de las mencionadas inversiones en el sistema energético.
Para lograr avances reales para llegar a un mundo con emisiones net zero, tendremos que redoblar los esfuerzos que ya estamos haciendo. Los inversores de impacto profesionales e institucionales, con su considerable poder financiero, son clave para que podamos fomentar el desarrollo de la energía limpia, hacer la transición de todo el sector hacia una reducción drástica de las emisiones de carbono y sentar así las bases para un futuro con bajas emisiones de carbono que sea mejor para todos en nuestro planeta.