El continente, que durante mucho tiempo ha dependido de las garantías de seguridad estadounidenses, se enfrenta ahora a un punto de inflexión crítico. Las recientes medidas de la Administración estadounidense para entablar relaciones con Rusia sin consultar a sus aliados europeos ni a Ucrania, han puesto de relieve la urgente necesidad de que Europa se haga cargo de su propia defensa. Esta realidad geopolítica ha obligado a los líderes europeos a reconocer que depender del apoyo estadounidense ya no es una estrategia garantizada, acelerando los debates sobre capacidades militares y mecanismos de financiación independientes.

¿Por qué aumenta el gasto europeo en defensa?

Durante décadas, Estados Unidos ha gastado más que Europa en defensa, aportando más de dos tercios del presupuesto global de la OTAN. Sin embargo, la OTAN estima que, en 2024, 23 de los 32 miembros cumplirán el objetivo de gasto en defensa del 2 % del PIB, frente a solo siete miembros en el año 2022 y tres en el año 2014. No obstante, se están debatiendo objetivos más ambiciosos. Polonia está a la cabeza con un presupuesto de defensa del 4,12 % del PIB, mientras que los debates en la OTAN sugieren que algunos países podrían necesitar aumentar el gasto hasta el 3 % o más.

La iniciativa del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Estados Unidos (DOGE, por sus siglas en inglés), que está empezando a redefinir las prioridades de defensa del país, añade un nuevo nivel de complejidad. El cambio, al pasar de contratos de coste incrementado a los de precio fijo en el marco del DOGE, está ejerciendo presión financiera sobre las empresas de defensa más expuestas a Estados Unidos. Así, estas podrían ver limitados sus compromisos de gasto a largo plazo. Esto podría tener dos efectos contrapuestos: aunque podría limitar la capacidad de EE. UU. para financiar la defensa europea a través de la OTAN, también podría impulsar a las naciones europeas a aumentar las adquisiciones nacionales y reducir la dependencia de los sistemas de defensa de EE. UU.

Además, las nuevas amenazas a la seguridad, como la denominada ciberguerra, la tecnología militar basada en la inteligencia artificial (IA) y la creciente presencia de regímenes autoritarios, han reforzado la necesidad de aumentar las inversiones en defensa. La dependencia europea de equipos militares obsoletos de la era de la Guerra Fría es otro factor crítico, que empuja a los líderes a modernizar sus arsenales.

¿Cómo financiará Europa su expansión en defensa?

Aumentar el gasto en defensa es una tarea monumental, sobre todo teniendo en cuenta los elevados niveles de deuda soberana en toda Europa. Sin embargo, los dirigentes están analizando soluciones creativas para conseguir la financiación necesaria. Uno de los enfoques consiste en redirigir los presupuestos existentes de la Unión Europea (UE), con debates centrados en la reasignación de los Fondos de Cohesión y los préstamos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia (MRR) que no han sido gastados. No obstante, las restricciones legales de los tratados de la UE pueden limitar su aplicación directa a los gastos militares.

Otra vía posible es la emisión de Bonos Europeos de Defensa, a imagen y semejanza de los exitosos fondos de recuperación NextGenerationEU creados tras la pandemia de coronavirus. La puesta en común de recursos a nivel general en toda la UE podría ofrecer un mecanismo de financiación coordinado y rentable.

Al mismo tiempo, la inversión privada y las asociaciones público-privadas están ganando terreno. Los contratistas de defensa y los inversores institucionales se consideran cada vez más socios estratégicos en la financiación de proyectos a gran escala, especialmente en sistemas de armamento, ciberdefensa e inteligencia artificial. Los gobiernos pueden aprovechar estas colaboraciones para acelerar las adquisiciones y los avances tecnológicos.

A pesar de estas opciones, es evidente que Europa debe encontrar un modelo de financiación sostenible para apoyar sus ambiciones de defensa sin descarrilar la estabilidad económica. Ya sea mediante financiación a nivel general en la UE, reasignaciones presupuestarias nacionales o participación del sector privado, afianzar la inversión en defensa a largo plazo será primordial para garantizar la seguridad y la autonomía estratégica de Europa.

Impacto en las acciones de defensa: ¿puede continuar la buena racha?

Desde el año 2022, las acciones europeas de defensa experimentaron una fuerte subida, impulsadas por el aumento de la cartera de pedidos, los contratos públicos y la toma de conciencia de que el gasto militar ya no es opcional. El año pasado, las acciones europeas de defensa subieron un 40,8 %, por encima de la renta variable europea en general (+11,4 %). Las acciones de defensa cotizan a una relación PER histórica de aproximadamente 14 veces, ligeramente por encima de la media a largo plazo, aunque todavía por debajo de los múltiplos máximos.

Hay tres tendencias clave que aceleran este impulso en las acciones de defensa:

  • Las carteras de pedidos alcanzan máximos históricos: Los contratistas europeos de defensa cuentan con una cartera de pedidos sin precedentes, con unas previsiones de consenso para el periodo 2024-29 de una TCAC en el entorno del 11 % para las ventas y de aproximadamente el 16 % tanto para el EBIT ajustado como para el BPA ajustado. Estas tasas de crecimiento se comparan con solo el 8 %, el 11 % y el 12 %, respectivamente, para el periodo 2019-24. 

  • Compromisos de los gobiernos: con contratos a largo plazo asegurados y gastos adicionales probables, la visibilidad de la demanda sigue siendo fuerte.
  • La UE impulsa la autonomía estratégica: la Comisión Europea ha propuesto una Estrategia Industrial de Defensa Europea (EDIS, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es gastar al menos el 50 % de los presupuestos de adquisición dentro de la UE para el 2030 y el 60 % para el 2035.

Conclusión: una nueva era para la defensa europea

El sector europeo de defensa entra en una nueva era de inversiones y autonomía estratégica. Ante los crecientes riesgos geopolíticos y la incertidumbre sobre el apoyo de Estados Unidos, las naciones europeas están tomando medidas proactivas para crear un ecosistema militar más sólido y autosuficiente. Aunque persisten los problemas de financiación, el impulso de los presupuestos más elevados, las inversiones tecnológicas y los compromisos de la OTAN hacen que este cambio no solo sea necesario, sino inevitable.

Con el respaldo de la UE a los cambios estructurales en las adquisiciones, las acciones de defensa siguen estando bien posicionadas, en particular aquellas con exposición a los ámbitos terrestre (por ejemplo, municiones y vehículos) y aéreo (defensa antiaérea, misiles y drones, entre otros subsectores).