Los seres humanos hemos ido consumiendo y destrozando cada vez más recursos naturales, acabando con bosques, sobreexplotando los océanos y contaminando las masas de agua.
Desde 1970 las poblaciones mundiales de mamíferos, peces, aves, reptiles y anfibios han disminuido en nada menos que el 68% y también se ha producido un aumento extraordinario de la extinción de diversas especies.
El impacto de reducir la pérdida de biodiversidad no es nada desdeñable. Por biodiversidad se entiende la totalidad de las formas de vida que intervienen en la evolución de un ecosistema, entre las cuales se crea un equilibrio y que promueven la existencia de vida. La biodiversidad contribuye a la formación de las fuentes naturales que permiten la supervivencia: alimento, agua limpia, sustancias medicinales y refugio. Además de satisfacer las necesidades básicas humanas, preservar y restaurar los ecosistemas puede contribuir de manera muy significativa al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. Y, al igual que en el caso del cambio climático, que ya ha atraído sobre sí el foco de atención de todo el mundo, los inversores y la sociedad en general pueden beneficiarse de soluciones que persigan la protección de la biodiversidad.
¿Podemos ponerle cifras?
La importancia de la biodiversidad es fácil de comprender, pero no tan fácil de medir. Algunos lo han intentado y sus conclusiones resultan, cuando menos, sorprendentes. El Foro Económico Mundial y Swiss Re, estiman que el valor de la biodiversidad supera los 40 billones de USD, es decir, aproximadamente el doble del PIB de EE.UU. y más de la mitad del PIB mundial. Si este cálculo se acerca algo a la realidad, es evidente que dañar nuestro capital natural va en contra de toda lógica y resulta muy caro a la larga. En esta misma línea, el estudio de Dasgupta apunta al coste oculto que representa la liquidación de activos del capital natural como obstáculo para la creación de valor a largo plazo.
De las abejas a los manglares: la biodiversidad como amplificador del desarrollo
Según estudios recientes, reducir la pérdida de biodiversidad actúa como un potente amplificador en todos los órdenes de la agenda de ODS de la ONU, sumando tanto lo que se gana como lo que se pierde. Por el contrario, la actual degradación de la biodiversidad y los ecosistemas está frenando el avance para la consecución del 80% de los ODS relacionados con el agua, el suelo, la vida marina, la salud y la pobreza.
Por ejemplo, las abejas son consideradas una parte esencial del sistema de alimentación, ya que el 35% de la producción mundial de alimentos depende de un proceso natural de polinización. La producción anual vegetal del mundo, por valor de entre 235.000 millones de USD y 577.000 millones de USD, está en peligro como consecuencia de la pérdida de polinizadores. Su importancia para conseguir el ODS 2 (hambre cero) es más que evidente, y es tanta, que una reducción significativa de su número pondría en peligro la supervivencia de la especie humana. De igual modo, la salud y la calidad del suelo son fundamentales para la fertilidad de las áreas de cultivo y su productividad. Y, sin embargo, la degradación del suelo ya ha reducido la productividad del 23% de las zonas terrestres mundiales.
Por su parte, los manglares son un agente natural de contención, gracias a su capacidad para capturar y almacenar dióxido de carbono (contribuyendo así al ODS 13, acción por el clima), estabilizar las líneas costeras y actuar como protección contra tsunamis y la erosión de la costa. Sucede algo similar con los arrecifes de coral. El aumento de la pérdida de hábitats costeros y de la protección natural incrementa los riesgos de daños por inundaciones y huracanes a los que se exponen la vida y los bienes materiales de una población de entre 100 y 300 millones de personas que vive en zonas de costa con alto riesgo de inundación y, por ello, la protección de los manglares es una solución obvia.
Algunas poblaciones costeras dependen de la pesca y del turismo para sobrevivir y la salud y la abundancia de los recursos marinos son fundamentales para evitar la pobreza, en línea con el ODS 1 (fin de la pobreza). Para las poblaciones rurales de mercados emergentes, es también una cuestión de género, dado que son sobre todo las mujeres las que dependen de recursos de la biodiversidad para sus ingresos (los hombres suelen desempeñar otros trabajos), un factor importante para el cumplimiento del ODS 5 (igualdad de género). Es importante subrayar que la ONU establece explícitamente la conservación y el uso sostenible de nuestros océanos, ríos y mares y la protección, restauración y promoción de nuestros bosques como objetivos independientes merecedores de una mención específica: los ODS 14 (vida submarina) y 15 (vida de los ecosistemas terrestres), respectivamente.
¿Por qué están los inversores interesados en la biodiversidad?
Se dice que la biodiversidad puede ser el “nuevo clima”. El motivo es que muchos de los ODS no pueden conseguirse sin la preservación o la restauración de la biodiversidad, incluidos los objetivos climáticos, que ya han conseguido atraer la atención del mundo. Por ello, es necesaria una actuación urgente a favor de los ecosistemas naturales y que los gobiernos adopten incentivos para recompensar la labor de protección y conservación y penalicen a los infractores. La atención política podría llevar a las empresas a cambiar sus estrategias e impulsar el aumento del BPA para las empresas que destaquen en este ámbito. Lo hemos visto antes: con los incentivos para el uso de energía limpia, por ejemplo, y cómo ha promovido el cambio de actitud entre los inversores. Si es cierto que la historia se repite, las soluciones centradas en la biodiversidad podrían ser el destino de su dinero con una perspectiva a largo plazo. Invirtiendo en empresas que dirigen sus esfuerzos a la solución de problemas y trabajan para conseguir mejoras significativas, reutilizando, reciclando y realizando una buena gestión de residuos y fin del ciclo de vida de sus productos, los inversores pueden reducir la pérdida de biodiversidad al tiempo que pueden beneficiarse de oportunidades de crecimiento a largo plazo y unos sólidos retornos financieros.
Nuestra lista de deseos para la COP15
En diciembre de 2022 se celebrará la 15ª reunión de la COP 15 en el marco del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD) en Canadá y en China. El borrador del Marco para la Biodiversidad Global posterior a 2020 recoge 21 objetivos de actuación para 2030, entre ellos los siguientes:
- Conservación de al menos el 30% de las zonas terrestres y marinas a nivel mundial.
- Restauración de al menos el 20% de las masas degradadas de agua dulce y de los ecosistemas terrestres y marinos.
- Una reducción de más del 50% de la tasa de introducción de especies exóticas invasoras.
- Reducción de la pérdida de nutrientes del medio ambiente en al menos la mitad y de pesticidas en al menos dos tercios, y eliminar el vertido de residuos plásticos.
- Utilización de enfoques basados en la naturaleza para contribuir a los esfuerzos de mitigación del cambio climático con al menos un equivalente a 10 gigatoneladas de dióxido de carbono al año.
Como inversores, desearíamos ver algún avance en la medición y el seguimiento de la huella que dejan en la biodiversidad los países, las empresas y, por tanto, los fondos y otros productos financieros. El indicador Promedio de Abundancia de Especies (MSA) se convertirá probablemente en el equivalente a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para la medición de la huella en la biodiversidad. Sin embargo, es difícil encontrar datos de MSA a nivel corporativo y asignar responsabilidades y méritos a actuaciones y actores humanos en concreto. Existe un número considerable de iniciativas que persiguen establecer criterios metodológicos y, finalmente, formular recomendaciones. Conciliar las diferencias podría resultar una tarea realmente complicada. Resultaría útil recibir un mayor número de herramientas de orientación y armonización de la COP15.
Por otro lado, vemos que la atención de los gobiernos está centrada actualmente en graves problemas geopolíticos, riesgos en materia de energía, problemas económicos de la población, crisis alimentarias y otras cuestiones importantes. En algunos casos, estas circunstancias han supuesto un freno a las políticas de promoción de la agricultura orgánica (por ejemplo, la estrategia de la UE para 2030 “De la granja a la mesa” anunciada en mayo de 2020). Sin duda creemos que hacer frente a la crisis de seguridad alimentaria tiene carácter prioritario y urgente, pero esperamos que los políticos también reconozcan el papel de las soluciones centradas en la naturaleza y la importancia de la planificación medioambiental, la agricultura inteligente, los fertilizantes orgánicos, las dietas basadas en vegetales, los biocombustibles de segunda generación, la gestión de residuos y la economía circular.