El nuevo Ministro de Economía argentino, Luis Caputo, anunció anoche sus primeras medidas. El anuncio carecía de muchos detalles importantes y probablemente no fue la sorpresa que muchos esperaban, pero es probable que los mercados acojan con satisfacción el hecho de que la principal prioridad haya sido un profundo ajuste fiscal. Las medidas más relevantes en materia fiscal incluyen una reducción al mínimo de las transferencias discrecionales a las provincias, que el gobierno federal no financie ninguna nueva obra pública, con una cancelación de las que se han licitado y no se han ejecutado, y que se recorten los subsidios a la energía y el transporte.
Hubo más detalles sobre el reajuste del tipo de cambio, con una devaluación única de alrededor del 54% del tipo de cambio bilateral entre el peso y el dólar estadounidense (de 366,5 a 800), y la aplicación de una paridad móvil del 2% mensual. Esto último significa que el tipo de cambio bilateral frente al dólar estadounidense se ajustará diariamente de manera creciente en unos pocos centavos. Esta fue la única sorpresa, ya que la mayoría de los analistas y observadores del mercado esperaban una devaluación de entre el 43% y el 47% (o 650-700 pesos por dólar). La medida se reforzará con un aumento del impuesto sobre las importaciones (Impuesto País) del 17,5%, y un impuesto sobre las exportaciones no agrícolas del 15%. Además, se impondrá un gravamen del 60% a las transacciones minoristas extraterritoriales. También se comprometió a eliminar todos los derechos de importación. Por otra parte, no se dijo nada sobre los flujos financieros y aún no sabemos si se eliminarán las restricciones sobre el tipo de cambio offshore (también conocido como Blue Chip Swap Rate). Además, creemos que el ritmo de subida del 2% mensual podría ser demasiado bajo, ya que la inflación supera actualmente el 200% anual.
En general, nos mantenemos cautelosamente optimistas sobre las posibilidades de que la nueva administración pueda frenar la situación fiscal y volver a controlar la espiral inflacionista. Sin embargo, sigue habiendo importantes interrogantes: aún no sabemos si la devaluación, mayor de lo previsto, bastará para detener la sangría de las reservas brutas de divisas, que ya son negativas en términos netos. Además, seguimos esperando más detalles prácticos sobre la aplicación del ajuste fiscal y sobre cómo abordará el banco central la insostenible bola de nieve de sus pasivos remunerados.
Las intenciones son ciertamente buenas, pero ahora necesitamos una aclaración sobre el plan de ejecución. Si el equipo económico fuera incapaz de atajar rápidamente la inflación con esas medidas, el riesgo de que se acabe el periodo de luna de miel del que disfruta Milei se traduciría en una reacción social y en un problema de gobernabilidad, dada la falta de mayoría del presidente en el Congreso.