El cuarto trimestre puede y debe girar en torno a las elecciones presidenciales en EE.UU., que cada vez parecen más y más reñidas, pero también es un momento del año en el que igualmente la estacionalidad es débil para el apetito por el riesgo mientras que los gobiernos normalmente se tornan evasivos con respecto al poco dinero del presupuesto que van a gastar. En otras palabras ¡Que comience el espectáculo!.
Yo seguía convencido de que el mundo no puede sobrevivir con un dólar más fuerte, pero a pesar de ello aquí en Saxo Bank durante los últimos meses hemos concentrado nuestra atención como un láser sobre cómo ha subido el “coste del capital” para quienes no forman parte de lo público y cómo la financiación en dólares ha ido secándose de manera lenta pero segura. Esto
Otro motivo para esta creencia de final de año en un dólar más alto reside en el mercado crediticio. El diferencial TED, que tradicionalmente ilustra la tensión en el crédito, ha subido 40 puntos básicos durante el año, y algo similar le ha sucedido al LIBOR, que se relaciona con el precio del dinero en el interbancario.
La Reserva Federal aún ha de ofrecernos una subida de tipos de interés este año, pero el mercado ya ha efectuado no una, sino dos subidas para la pequeña cantidad de dinero que se negocia libremente sin intervención del gobierno. También es altamente probable que tras las elecciones en EE.UU. la Fed se mueva una vez más con una subida de 25 pbs en diciembre, con una probabilidad del 60%.
Recientemente hemos visto que incluso los responsables monetarios reconocen indirectamente que no solo no están funcionando la flexibilización cuantitativa o el QQE, sino que además podrían alimentar burbujas en el sector inmobiliario y los mercados. Finalmente se están dando cuenta de que se necesita algo más.
Pero ¿qué es ese algo más?
Bien, lo nuevo es lo viejo –tengan un poco de paciencia conmigo aquí– ya que el mundo está soñando de nuevo con una expansión fiscal que salve al mundo. Este es el mismo remedio que ya se usó en 2009 cuando se puso en marcha este ciclo de negocios tan inusual, pero hay una reflexión que hemos de hacer.
Los déficits fiscales agradan a los políticos, pero la mayor parte de los gobiernos están a dieta en lo que se refiere a gastos, especialmente las principales economías occidentales. EE.UU., Francia y Alemania celebran elecciones. Lo típico es que nada suceda durante unas elecciones y en los siguientes 100 días, de modo que, aunque durante el resto de 2016 se oirá hablar sobre conseguir más estímulo fiscal algún día y decir que deberíamos invertir más en infraestructura, la agenda política restringirá la acción esencialmente postergando las decisiones políticas hasta… ¡estas mismas fechas del próximo año!
El 2017 ya presenta el aspecto de otro año perdido para el crecimiento, pero tengo la sensación de que 2017 creará suficiente turbulencia, ruido y cambio marginal como para poner en movimiento lo que he venido reclamando durante años, la necesidad de cambios.
El candidato republicano Donald Trump podrá ganar o no las elecciones de EE.UU., pero sus votantes y apoyos no pueden ignorarse. El contrato social sigue roto y las implicaciones de ello son abundantes.
Para que conste, creo que Trump será el próximo presidente de EE.UU., no por lo que defiende y ciertamente no por lo que declara, sino porque es tan antisistema. Si Trump se hace con la Casa Blanca, no será gracias a él, sino por la profunda impopularidad de su oponente demócrata, Hillary Clinton, que representa un 100% de más de lo mismo, un rumbo que ha dejado más pobres a muchos norteamericanos.
No olvidemos que el contrato social se ha ido construyendo a lo largo de los siglos sobre la confianza de que tanto el gobernador como el gobernado se beneficiarían, no sobre este ciclo de disimular y tirar para adelante. El gobernado ha perdido empleos, ingresos disponibles y su esperanza en el futuro.
Alegaré que cualquiera que se presente a un cargo en cualquier lugar del mundo con un programa antisistema saldrá elegido. Esto, una vez más, no tiene que ver con los méritos o las ideas, sino sencillamente porque este mundo no puede seguir aguantando más de lo mismo. Más de lo mismo significa un mundo donde tenemos la mayor desigualdad que hayamos visto con la productividad más baja y los tipos de interés e inflación bajo control, al mismo tiempo que una volatilidad en mínimos históricos y una máxima complacencia.
Creo que el cuarto trimestre traerá consigo los primeros síntomas de cambio en el proceso político, y por consiguiente provocará una mayor volatilidad en los mercados. Inicialmente el mercado se espantará al ver que su cartera está tan correlacionada que ocultarse en bonos u oro no funciona. La advertencia final con que contamos es el hecho de que hoy vemos correlaciones cruzadas entre activos que se sitúan en la parte alta del 60%, lo cual significa que no queda cobertura alguna que mantener, ya que todos los activos se están moviendo en la misma dirección. En otras palabras, durante ocho largos años hemos completado el círculo sin habernos movido a ninguna parte. El cansancio por hacer girar la rueda es ahora máximo, y no queda nadie que desee ponerla a girar una vez más.
Todos los cambios macro en la historia se originan por errores políticos. Que Trump se convierta en presidente podría ser un gran error, pero ello pondrá en marcha la turbulencia que el mundo necesita.
Nos dirigimos directamente hacia un tramo accidentado, y aconsejaríamos usar casco. Pero este también será un período que despejará gran parte de las premisas falsas sobre las que se ha construido este mercado.