Aunque la implementación de requisitos como la recolección de datos y verificaciones externas implica costes para las empresas, las legislaciones del Pacto Verde Europeo, como la Taxonomía de la Unión Europea y la Directiva de Informes de Sostenibilidad Corporativa (CSRD por sus siglas en inglés), están generando un impacto transformador. Así, mediante la unificación del lenguaje de la sostenibilidad, la promoción de la transversalidad y el establecimiento de criterios específicos, estas legislaciones suponen un importante impulso para la transición sostenible.

La creación de un lenguaje común

Hasta hace poco, la palabra "taxonomía" parecía exclusiva de la biología, pero en el mundo empresarial ha cobrado un nuevo significado. La Taxonomía de la UE ofrece una definición de la sostenibilidad medioambiental, a la par que fomenta una gran cantidad de debates necesarios acerca de cómo aplicar criterios a nivel sectorial.

El impacto de este marco es claro: por un lado, brinda mayor transparencia para los inversores que buscan activos sostenibles; por otro, permite traducir las especificidades sectoriales a indicadores financieros comunes.

Por otro lado, la CSRD ha establecido el análisis de impactos (o incidencias, según su traducción al castellano), riesgos y oportunidades. La traducción de lo que, anteriormente, era la evaluación de la materialidad de cuestiones de sostenibilidad a conceptos que describan de forma específica la relación de una empresa con el medioambiente y la sociedad, representa un gran avance en cómo percibimos la sostenibilidad.

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La apuesta por la transversalidad

Desde su origen, la sostenibilidad ha sido un concepto transversal, puesto que requiere conocimiento experto desde diferentes perspectivas. Sin embargo, la organización empresarial no siempre tiene el nivel de integración interdepartamental necesario en su operativa cotidiana.

Los requisitos establecidos por la legislación europea hacen de esa integración un imperativo. Al exigir divulgaciones relacionadas con riesgos financieros, requisitos técnicos y desempeño en materia medioambiental y social, no se involucra solamente a los departamentos de sostenibilidad, sino que se requiere de la colaboración de múltiples áreas como finanzas, operaciones y tecnología.

Este enfoque también fomenta la integración de la sostenibilidad en la estrategia global de la empresa, permitiendo que las decisiones de inversión y operación se alineen con los objetivos de largo plazo en torno a la sostenibilidad. Lo que comienza como un ejercicio puntual para responder a una legislación, poco a poco genera la transformación organizacional que permite la identificación de oportunidades y la creación de valor sostenible.

Una hoja de ruta

Tal vez uno de los aportes más importantes de legislaciones como la Taxonomía de la UE o la CSRD es el establecimiento de unos criterios concretos para mejorar el desempeño en sostenibilidad.

En el caso de la Taxonomía, esta actividad conlleva toda una serie de criterios técnicos que la convierten en sostenible. Desde utilizar determinados materiales por debajo o por encima de un umbral hasta la realización de un análisis de riesgos climáticos, las entidades pueden evaluar qué medidas todavía no cumplen y en qué plazo podrían cumplirlas para establecer una hoja de ruta de sostenibilidad.

Por otro lado, la CSRD es clara en cuanto a la gestión de cualquier cuestión de sostenibilidad: políticas, acciones, objetivos y métricas son los conceptos clave para mitigar riesgos e impactos negativos y aprovechar oportunidades e impactos positivos. Un análisis de cada uno de los puntos de datos, aunque intensivo en recursos, puede proporcionar información valiosa acerca de las posibles áreas de mejora.

Dado que los matices de la implementación recaen sobre las empresas, desde los departamentos de sostenibilidad tenemos la oportunidad de formar parte del debate sobre la interpretación de criterios. En el caso de Arteche, mantenemos una actitud proactiva de colaboración interna y detectamos claves de mejora que nos permitan no solo crear valor a largo plazo, sino también ser una función clave en la transición hacia la sostenibilidad