Camilo Saravia, estudiante y fundador de BlueWalker, comenzó su primer proyecto a los 15 años, desarrollando un dispositivo que guiaba a personas ciegas mediante vibraciones sincronizadas con Google Maps. “Logramos diseñar un prototipo funcional, construirlo e incluso testearlo, pero no fuimos capaces de llevarlo a producción ni de levantar la inversión necesaria”, explica. Aquel proyecto le abrió puertas importantes, como una beca en los Colegios del Mundo Unido y el apoyo de su primer business angel, que sigue invirtiendo en sus proyectos.
Actualmente, Saravia lidera BlueWalker, un fondo de inversión multiestrategia con el que busca “monetizar su curiosidad”, y que basa su actividad en tres verticales: venture capital, bolsa y crédito privado. “Me di cuenta de que invertir era la única forma en la que iba a volverme rico, acumulando activos, así que pensé: mejor si hago un negocio de esto”, señala.
En venture capital, trabaja con venture partners que le acercan deal flow y demás oportunidades de inversión. En crédito privado, está asociado con un fondo especializado, y en bolsa gestiona acciones internacionales, sobre todo en Estados Unidos, pero también en el sudeste asiático, donde vio una clara infravaloración, explica. Entre sus mayores éxitos destaca su inversión en Spotify: “Compramos a 192 euros la acción y ahora cotiza sobre los 500. No hemos vendido y no venderemos”.
Para Saravia, la clave del emprendimiento, además de la disciplina, es el aprendizaje continuo. “Tienes que estar creciendo y aprendiendo a un ritmo más alto del que quieres que crezca tu negocio”, asegura. Ha ido adquiriendo conocimientos de forma autodidacta, a raíz de desenvolverse en círculos sociales y leyendo: “Antes de empezar BlueWalker leí 36 libros de finanzas y emprendimiento en un solo verano. El retorno de leer un libro es enorme”.
Saravia tiene claro que quiere convertir su fondo en algo grande. “Cuanto más bajos sean los costes de una empresa, más difícil es quebrarla. Estoy apostando por la supervivencia y el crecimiento a largo plazo, y quiero mantener los costes lo más bajos posibles”. Aunque ahora gestiona cifras pequeñas, su siguiente paso es encontrar un inversor que aporte entre 5 y 10 millones para constituir un fondo vehiculizado.