Hay una frase que desde hace mucho tiempo me hace reaccionar en contra: “somos un gran país” (y todas las infinitas derivadas de esta expresión). No lo somos, aunque tengamos un clima estupendo, la mejor comida (y bebida), una geografía y un patrimonio histórico-cultural incomparables, así como unos equipos de fútbol que se meriendan a quien se ponga por delante (incluido el Atleti, que, si tiene el día, se come a quien haga falta, aunque hoy no sea el más propicio para decir esto).
Pero la regresión del antaño 'milagro económico' es terrible. España es hoy un país donde la mitad de la población, o más, quiere vivir de la otra parte. Donde la expectativa dominante es subsistir dependiendo del Estado. Opiniones hay para todos los gustos, pero viendo la estructura de salarios, la conclusión que se tiene es que somos un país de pobres, cuando hace unos 20 años nuestra economía se salía del mapa en crecimiento y creación de empleo, lo cual se traducía en sueldos altos, superávit presupuestario, de la Seguridad Social, Hucha de las pensiones y deuda/PIB inferior al 40%.
Suena a ciencia ficción, pero, sin ir más lejos, en 'aquellos maravillosos años' se había acometido poco antes un descomunal proceso de privatizaciones, que traspasó un enorme patrimonio financiero a la sociedad, lo cual llevó a la Bolsa a máximos y generó el capitalismo popular. Los impuestos, siendo destacables, habían comenzado a bajar, con mención especial al 15% sobre plusvalías.
Sin embargo, atentos a estas afirmaciones del Instituto Juan de Mariana, que ha hecho un interesantísimo informe sobre las posibilidades de rebaja fiscal y a su vez, incremento de los ingresos. ¿Cómo es posible esto? Por la elasticidad de la oferta y la demanda. Un principio que, por explicarlo rudimentariamente, demuestra que, en muchos casos, vender más barato permite más ingresos, porque aumentan las ventas y la caída de margen se compensa por el incremento del negocio. Algo que es bueno para todos.
El informe destaca que, según las estadísticas de la Agencia Tributaria, en los últimos ejercicios, “de un total de 21 millones de liquidaciones, en torno a 12,5 millones se corresponden con personas que declaran ingresos por debajo de los 21.000 euros. Dicho segmento supone, por tanto, el 59% de las liquidaciones. Sin embargo, dicho colectivo genera solamente el 9% del total recaudado. De ahí que el tipo medio, de casi un 14%, pueda parecer bajo a primera vista.
No en vano, para el 41% de contribuyentes que aportan el 91% de la recaudación, el tipo efectivo se sitúa, en promedio, cerca del 35%".
Es decir, el 59% de los declarantes ganan menos de 21.000 euros, cosa que ha quedado demostrada con la última encuesta de salarios del INE, que reveló que la nómina más numerosa en España es… la más baja, de 14.000. Qué decir de nuestra renta per cápita, que presenta cifras de la primera década del siglo. Penoso.
Abundando en estos cálculos, se puede deducir que hay casi dos tercios de declarantes que no pagan impuestos: “en la práctica, estos contribuyentes no pagan IRPF o hacen una aportación casi simbólica por dicho concepto ”, corrobora el estudio.
Un tipo medio del 35% es una pasada, incluso para las rentas altas, aunque ya se ha acostumbrado todo el mundo a esas cifras. En España y en Europa. El gasto público es descomunal y se financia apretando a la sociedad no dependiente (además de con deuda) para afrontar el déficit. Porque ese 35% lo pagan rentas medias tirando a bajas, no Amancio Ortega.
Si de ese 41% de declarantes que lo sufren se resta a los empleados públicos, que son bastantes, sale esa cifra que el CEO de Merlin Properties, Ismael Clemente, dijo una vez y tanta polvareda levantó: “este país lo sostienen tres millones de personas, sólo hay que mirar las tablas del IRPF ”. Y esta frase no está nada desencaminada.
Lo que aplaudo del Juan de Mariana es su espíritu. No sólo denuncia problemas: plantea soluciones. Mirando su informe con cierta calma (no lleva demasiado tiempo), afirman que se puede llegar a un punto de inflexión 'lafferiano', en el que, bajando los impuestos a las rentas del trabajo en 2,80 puntos porcentuales, así como en medio punto al capital, mejoraría la recaudación a variables constantes en 1.000 millones de euros.
Pero no queda la cosa ahí. Tal como apunta Manuel Llamas, director ejecutivo del Instituto Juan de Mariana, estos cálculos son “conservadores”, ya que, según sus estimaciones, el estímulo económico que provocarían “aumentaría aún más la recaudación ”.
Por supuesto, las mayores reducciones se dan en los tramos más altos:
¿Alguien se imagina el impacto que tendría en su renta personal disponible una reducción de alrededor de 10 puntos de IRPF, como se propone en los tramos por encima de 35.000 euros brutos al año? Serían ingresos 'extra' anuales de miles de euros o, por aterrizarlo al lenguaje común, un aumento de sueldo mensual de algunos cientos. Todo, sin menoscabo de la recaudación pública: al contrario.
Incluso el medio punto porcentual de rebaja al capital daría algo de 'vidilla' a la inversión, lo cual redundaría en nuestros mercados de capitales, tan tristes ellos, con la lamentable oleada de cancelación de opv´s de este año .
Sería una medida estupenda, la verdad. ¿Por qué no se aplica? ¿Nuestras élites políticas prefieren el país de pobres?
En lugar de pensar y proponer ideas, como hace el Juan de Mariana, prefieren abochornarnos con el espectáculo parlamentario de cada día. Que si las mascarillas, que si las maletas de no sé quién, que si el rescate de la aerolínea de la mujer del presidente, que si Koldo o que si tal o cual. Un show grosero, carente por completo de utilidad, pero que nos cuesta un dineral a la ciudadanía, además, porque nuestros ilustres botarates no están, precisamente, en el rango bajo de los tramos del IRPF. Ahí está la propuesta: bajar unos cuantos puntos a la renta y al capital, y nos irá mejor a todos, con un incremento de la recaudación del estado. Dejemos de ser un país de pobres, que es lo que ya somos.