"No nos enfrentamos a una recesión económica común. En realidad, estamos ante una experiencia muy significativa a nivel humano que dejará graves secuelas en la sociedad durante una generación o incluso más tiempo. Para muchos, puede indicar que ya se está produciendo un cambio real y que nos encontramos a las puertas de un nuevo orden social y medioambiental. Si respondemos así ante un virus, ¿por qué no aprovechar la experiencia para abordar los grandes retos a los que se enfrentan el planeta y la humanidad?
Los programas de expansión cuantitativa que se pusieron en marcha para rescatar la economía tras la crisis financiera mundial de 2008-2009 acabaron inflando artificialmente los precios de los activos, lo que generó un entorno en el que las grandes empresas cuentan con una inmerecida ventaja competitiva y exacerbó la desigualdad. Debemos asegurarnos de no repetir estos errores.
Desde 2008-2009, la eficiencia ha ganado cada vez más importancia frente a la resistencia y la solidez, como reflejan los crecientes niveles de endeudamiento y la fragilidad de las cadenas de suministro que ha dejado al descubierto la pandemia de COVID-19. A menudo se señala al capitalismo salvaje como la causa de la creciente desigualdad que se ha registrado en la última década, ya que la creación de sectores de empleo de mala calidad ha desempeñado un papel fundamental en el aumento del descontento social.
La progresiva erosión de la fortaleza económica de las personas ha limitado su capacidad para adaptarse a las nuevas circunstancias y las ha dejado en peor situación para hacer frente a la crisis de solvencia que ha provocado la COVID-19; no es de extrañar que los jóvenes y las minorías estén siendo los más afectados por la crisis actual.
El idealismo ingenuo no será de mucha ayuda para crear el mundo que nos merecemos: al contrario, tenemos que detectar los incentivos perversos del sistema que pueden fomentar malos resultados y combatirlos a todos los niveles. Ahora mismo, las personas y las empresas están dando lo mejor de sí en la lucha contra la enfermedad pero, con billones de dólares inundando el sistema global, el potencial de apropiación indebida por parte de intereses propios es elevado.
El buen gobierno corporativo nunca había sido tan necesario, tanto en el mundo empresarial como en la administración de dinero público, para abordar la crisis social a la que nos enfrentamos. Así, se deben imponer condiciones a los paquetes de rescate gubernamentales y habrá que supervisar de forma rigurosa la asignación de los fondos vinculados a las medidas de estímulo. Además, es esencial que la legislación se aplique de forma estricta para evitar el surgimiento de monopolios de facto.
Ha llegado el momento de reequilibrar las expectativas y sustituir el vacío de las políticas públicas por estrategias que reconozcan los beneficios de un desarrollo económico sostenible y regenerador.
En un informe reciente, la Organización Mundial de la Salud revelaba que siete millones de personas mueren prematuramente al año en todo el mundo por la contaminación atmosférica, principalmente en el mundo en desarrollo. Si no queremos que la próxima crisis nos venza, debemos potenciar la colaboración mundial, no retroceder aún más. Para lograr este objetivo, debemos hallar la manera de introducir incentivos en el sistema que promuevan la cooperación para encontrar soluciones y eliminar aquellos que fomentan el parasitismo que ha caracterizado el debate sobre el clima en las últimas décadas.
El cambio climático, la degradación medioambiental y la desigualdad de oportunidades, junto con los problemas sanitarios, son cuestiones que demandan nuestra atención urgente y exigimos que los líderes aborden estas amenazas."