¿Cuáles son los cambios más significativos en la propiedad de las acciones españolas el último año?
Sin duda, lo más destacado es el nuevo récord de inversores extranjeros en el capital de las empresas cotizadas, así como el hecho de que se supere esa cifra tan significativa del 50%. El otro cambio es la progresiva pérdida del peso de las familias como propietarios directos de acciones de empresas españolas cotizadas, que, con un 16,1%, marcan un mínimo de la serie histórica, que se remonta a casi tres décadas.
¿A qué achaca la presencia de inversores internacionales en la bolsa española?
Son varios los factores que están detrás de este cuarto récord consecutivo. El hecho de superar esa cifra del 50%, además, se ha conseguido tras un aumento de 10 puntos en la última década, que ha sido compleja y complicada para los mercados. Ese 50% se encuentra por encima de otras bolsas vecinas, como la francesa, en la que la participación extranjera en 2018 era de un 42,2%.
Yendo a los factores, el primero de todos es que la economía española está muy integrada en la economía global, desde hace ya más de 50 años. En segundo lugar, se ha producido una internacionalización intensa de la actividad de las empresas españolas, particularmente, de las cotizadas. En los últimos 30 años han llevado a cabo un proceso de mucha relevancia, especialmente durante la última década, tras la crisis financiera mundial. Esta internacionalización ha sido un factor clave en la recuperación económica de España, y también ha significado la internacionalización de la financiación y el capital.
El tercer factor ha sido la bolsa española. La competitividad tecnológica y la transparencia han reforzado la confianza de los inversores extranjeros.
Sin embargo, también hay que destacar una característica que define la inversión extranjera en España, y es la creciente apuesta por compañías cotizadas frente a no cotizadas. Por ejemplo, en el caso de las cotizadas los inversores extranjeros son propietarios del 50% del capital de las empresas, en el caso de las no cotizadas baja a menos de la mitad, el 23%. Podemos concluir, por tanto, que estar en bolsa es un paso determinante y diferencial para internacionalizar los negocios, algo que sirve para diversificar las fuentes de financiación.
Además, algo que ha salido durante esta crisis del Covid-19, es que el crecimiento de tamaño necesario de las empresas españolas, que les ha penalizado durante esta crisis por el mayor impacto hacia empresas de tamaño pequeño y mediano. La cotización en bolsa, la presencia de inversores institucionales, de fondos extranjeros, son factores muy relevantes para poder alcanzar dimensiones empresariales más acordes con las exigencias competitivas actuales.
¿Qué es lo más significativo de la participación de las familias en la renta variable?
En el trabajo se aportan varios datos de interés. Por una parte, el 11,6% de hogares españoles son propietarios de acciones cotizadas, lo que supone unos 2,14 millones de hogares y más de 5 millones y medio de personas, según la encuesta financiera del Banco de España de 2019. Además, esta cifra de hogares que tienen participación en bolsa ha crecido un 41% desde la primera oleada de la encuesta, que data del año 2002.
Menos positivo es el aspecto que señalábamos al principio: la participación de las familias españolas en la propiedad de acciones cotizadas de empresas españolas se ha vuelto a reducir en 2019, y está en el 16,1%, un punto menos que el año anterior, y el quinito año consecutivo de caídas. Además, es un dato mínimo de la serie histórica, y se establece en la mitad del nivel que tenía hace 20 años.
La elevada presencia de inversores individuales o familias en la bolsa española ha sido históricamente uno de sus rasgos diferenciales. Se llegaron a alcanzar máximos a finales de los años 90 tras las privatizaciones, y durante los años posteriores a la crisis de 2008 también hubo un periodo de aumento de la participación de su cartera de acciones cotizadas.
En general, este porcentaje actual, del 16,1%, supone una convergencia con Europa, donde, sobre todo en Europa continental, la participación directa de los inversores individuales ha sido inferior a la de España, con cifras todavía por debajo de la actual aquí.
Algunos factores que explican esta reducción del peso de los particulares individuales en la bolsa española pueden ser, por un lado, el creciente peso de los fondos de inversión nacionales e internacionales en las carteras de los hogares, por sus ventajas fiscales y la fuerte apuesta de las entidades financieras. También es importante el reducido rendimiento del mercado en la última década; no ha sido una década buena para la rentabilidad bursátil, sobre todo en sectores que tradicionalmente concentraban un gran número de particulares, como el bancario o el de telecomunicaciones.
No obstante, cabe destacar que hay noticias positivas e importantes para la etapa tan difícil que se avecina para los hogares. La posición financiera neta a finales de 2019 mejora considerablemente en estos últimos años, a consecuencia del aumento del valor de los activos financieros, así como por el enorme esfuerzo de reducción del endeudamiento que han realizado las familias. La riqueza financiera neta de los hogares es la diferencia entre sus activos y su endeudamiento alcanzaba 1,64 billones de euros, el nivel máximo histórico y más del doble que hace una década. Es un apoyo para los tiempos difíciles que se avecinan.
En el informe también reflexionan sobre cómo ha podido cambiar la inversión de los minoristas en la Bolsa con la crisis del coronavirus. ¿Qué conclusiones se pueden sacar por el momento?
Lo que vamos conociendo de las principales bolsas mundiales va en la misma dirección: a raíz de las fuertes caídas experimentadas por las bolsas en marzo y la posterior recuperación, se ha observado un aumento de la actividad de los inversores minoristas. Por ejemplo, el supervisor europeo de los mercados de valores, ha detectado tanto un aumento de las transacciones de inversores que ya operaban en mercados bursátiles, así como una incorporación de nuevos inversores individuales.
También en la bolsa española hemos visto un aumento de más del 50% en el número de transacciones durante la primera mitad del año. Son transacciones de pequeño tamaño, pero en un número muy superior al año pasado. En la misma línea, un reciente análisis del supervisor francés, la AMF, apunta prácticamente en la misma dirección: durante las seis semanas de alta volatilidad en febrero y marzo, las compras de acciones francesas por parte de clientes retail se multiplicaron por cuatro, y se incorporaron más de 150.000 nuevos inversores. Lo que destaca el supervisor francés es que los nuevos clientes son entre 10 y 15 años más jóvenes de lo habitual, algo muy relevante.
Como respuesta a estos comportamientos, los supervisores tanto europeos como el norteamericano, han dirigido alertas hacia los intermediarios para que extremen un trato justo y profesional respecto a esto, en interés de sus clientes, y que hagan un especial esfuerzo en cuanto a la información.
En todo caso, debemos ser prudentes. Por el momento, ni en España ni en Europa las estadísticas predicen si estas nuevas entradas de pequeños accionistas compensan previsibles salidas. Todavía no somos capaces de conocer su efecto neto.
Llama la atención la reducida y decreciente participación del sector financiero nacional (bancos, fondos, aseguradoras, etcétera). ¿Qué nos puede decir?
La participación en la bolsa española de todos estos propietarios se sitúa en el 10,1%, es decir, la más baja de la serie histórica. Se conjugan problemáticas y factores de distinto calado. Por ejemplo, en el caso de los bancos, la participación por primera vez en 2019 se sitúa por debajo del 3%. Esta tendencia refleja profundos cambios estructurales de la actividad bancaria en un periodo que ya es muy largo: hemos asistido en España a una reducción de las participaciones industriales, las desinversiones a causa de la crisis financiera, o la necesidad que han tenido las entidades de reforzar su capital. La normativa surgida a partir de la anterior crisis penaliza las participaciones en entidades bancarias porque afecta a su cálculo de solvencia.
En cuanto a las entidades de inversión colectiva, a cierre de 2019 controlaban el 7,4% de la capitalización de las empresas cotizadas españolas. Es un nivel similar al de hace una década, no ha cambiado sustancialmente en los últimos años. Pero sí es importante que, por ejemplo, la participación de fondos de inversión y SICAVs en la bolsa española se mantiene en niveles muy bajos, de apenas 11.000 millones de euros que, en términos porcentuales, es un 1,5% de la capitalización de valores españoles.
Estos bajos registros son reflejo del perfil conservador de los inversores españoles, así como una creciente diversificación geográfica de las carteras de inversión colectivas, que se efectúan en muchas ocasiones a través de participaciones en otros fondos de inversión.
Sin embargo, este año hay un dato bastante positivo, y es la inversión en bolsa de los planes de pensiones. En 2019 crece casi un 19% hasta alcanzar más de 15.000 millones de euros, lo que es un máximo histórico, aunque todavía hablamos de un registro bajo, ya que supone un 2,1% de la capitalización total de las empresas españolas. En todo caso, es un dato positivo.
En las participaciones del Sector Público y las Empresas no financieras prima la estabilidad. ¿Hay cambios en perspectiva?
Las administraciones públicas españolas, a través de diferentes organismos y entidades, a cierre de 2019 controlaban el 2,11% del valor del mercado, lo que supone una décima menos que el año anterior. No parece que en las condiciones del mercado actuales vayan a producirse privatizaciones, pero, sin embargo, sí que podría producirse algún pequeño aumento en caso de que el fondo de 10.000 millones de euros para apoyo a la solvencia de empresas estratégicas decida ayudar a alguna empresa cotizada.
En cuanto a las empresas no financieras, hay una tendencia de moderado ascenso hasta llegar al 20,8% de 2019, igual que el anterior, pero casi 4 puntos superior al de 2014. En este caso, es previsible que la participación siga aumentando a través de las empresas no financieras como propietarias de acciones, entre otras cosas, porque las condiciones de financiación han mejorado, lo que ha frenado las desinversiones que se produjeron en la primera mitad de esta segunda década del siglo, y además, porque es un vehículo fiscal eficiente, lo que va a hacer el tamaño aumente.